El general Videla, ese monstruo, tiene una hoja penal complicadísima. Fue juzgado y condenado en 1983, indultado por Menem en el 90, vuelto a encarcelar brevemente en el 98 y ha permanecido en cómoda prisión domiciliaria hasta el 2008 para ser condenado a perpetuidad antesdeayer, después de que hace unos meses la Justicia anulara el indulto famoso por considerarlo contrario a la Constitución. Videla no actuó sólo, por supuesto, pero ni siquiera podría decirse que ha vivido en solitario su experiencia posterior a la tiranía. Yo mismo recuerdo, como si las estuviera viendo, aquellas tertulias porteñas en las que, desde la derecha como desde la izquierda, se defendía con uñas y dientes la medida de perdón por aquello de que habían que mirar al futuro, y sería absurdo negar que aquel contradiós sólo fue posible por el apoyo tácito o ni siquiera tácito de algunos regímenes considerados democráticos. El Poder no quiere, por lo general, ajustes de cuenta, ni siquiera cuando estos se presentan como sosegados y circunscritos al ámbito judicial, por la sencilla razón de que jamás dejó de funcionar entre los poderosos un cierto gremialismo más propenso a cerrar los ojos y hacérnoslos cerrar que a echar sobre los infames el peso de la ley. Hoy Videla se va por fin a la cárcel, viejo y acabado, es cierto, pero terne hasta el punto de negarse a admitir su participación canalla en una guerra sucia que él insiste en ver como “una guerra justa que aún no ha acabado”. Han pasado casi treinta años, es cierto, lo que supone que ya no estarán para verse compensadas muchas de sus víctimas, los desaparecidos, los torturados, los asesinados o los raptados. Ni la pena más dura parece suficiente cuando se contempla con objetividad el paisaje moral de la degradación campando por sus respetos en un país. Mandar a la cárcel de por vida a un miserable como Videla no arregla nada, si bien se mira. Aunque sirva solamente, pero nada menos, para enderezar el fiel de la balanza.
No sé qué dirán ahora aquellos progres que defendían el indulto de Menem a principio de la década prodigiosa. Quizá hayan mudado la postura y ahora acepten la sentencia y justifiquen el castigo. Las que no estarán para nada, insisto, son las víctimas, por más que hayamos visto imágenes hasta la locura, películas estremecedoras, testimonios ruines hasta más no poder. A sus 85 años Videla no es ya nadie aunque siga siendo todo un símbolo cuya condena festejan no poco ingenuamente sus tenaces acusadores. Yo me acuerdo más de los que defendían el indulto, qué quieren que les diga, porque esos mismos pueden estar mañana ahí, nuevamente, defendiendo lo mismo en otra parte.
Aquí se nos fueron todos «de rositas» sin la más mínima afrenta.
Y fueron casi dos generaciones castradas por la falta de libertad….
No obstante tengamos felices y serenas fiestas en familia y amigos.
”jamás dejó de funcionar entre los poderosos un cierto gremialismo”. Y que lo diga.
Nunca pude entender al Sr. Aznar en su primera declaración tras ganar en las elecciones al presidente del GAL y otras muchas yerbas que iba “a pasar página” y pelillos a la mar.
Feliz Navidad.
Pues anda que quien no es Aznar…
Ya echaba de menosm sus ciempre equilibrados comentarios sobre mi desdichado país. Yo viví de cerca, y tanto, aquel infierno, y comprendo su cabreo residual por la actitud de aquellas izquierdas conniventes, empezando por los golfos ladrones de Alfonsín y si me apura por los De la Rúa. Menem no era más que un payaso con suerte, un Berlusconi avant la lettre. Videla en la c´ñarcel es un acto de Justicia tardío pero ejemplar. Por cierto, aprendan ustedes los españoles, y no precisamente por lo que se refiere a la Guerra Civil, sino por cosas mucho más recientes, sangre más húmeda…
Ninguna piedad. Esto no es un acto de venganza, sino de estricta Justicia. De mínima Justicia, por lo demás, porque uno ólo de los crímenes de este monstruo supera con mucho lo que un memo asesino como él deba soportar.