Circulan estos días noticias variadas que conciernen a la vida democrática en el mundo entero. Desde los EEUU donde, por una vez, no ha habido la menor queja sobre el escrutinio, que ya es decir, hasta esa aldea de Waldemburg, en Arkansas, racimo de 80 habitantes bien avenidos, donde uno de los candidatos, el barman Randy Wooten, ha batido un extraño récord al no obtener ni su propio voto. En Lysowice, al suroeste de Polonia, se ha registrado un ruidoso incidente electoral al parapetarse un miembro de mesa en unos servicios reteniendo las papeletas de las urnas. Anécdotas, si se quiere, letra menuda de esta charanga que desafina cada día más, no en esos gallos, por supuesto, sino en las estrategias suicidas de algunas grandes fuerzas políticas dispuestas a pasar, si fuera preciso, sobre el cadáver del régimen de libertades. Acabamos de escuchar perplejos al portavoz del CGPJ asegurar que la Justicia vive hoy el mayor acoso de su historia, una afirmación gravísima pero difícil de rebatir si escuchamos a los espontáneos ir predicando por ahí, en la estela de la propia Fiscalía del Estado y del Gobierno mismo, la injusta doctrina de la “circunstancialidad” de la Justicia y, en consecuencia, de la aplicación de la Ley. Un alto dirigente de la organización terrorista Batasuna, Pernando Barrena, ha roto la baraja al recomendar alto y claro a ese Gobierno entregado que “se libre de la legalidad, de la Constitución y demás zarandajas (sic)” si quiere llevar a buen puerto su entendimiento con los bandidos. ¿Quieren más? Pues oigan al mismísimo ministro de Justicia calificar en público al CGPJ –órgano legítimo y supremo de control de los jueces– de “muerto viviente” aparte de cuestionar su vigencia. ¿Qué, hay crisis democrática o no la hay, vivimos una situación de emergencia no asumida ni declarada, o acaso estas condiciones son normales y compatibles con una democracia respetable? Lejos del anecdotario y la coyuntura, es necesario reconocer que un régimen de autogobierno sólo con extrema dificultad podrá sobrevivir a la conjura conjunta de los deslegitimadotes de la Justicia, los promotores de la corrupción y los cuestionadores del propio orden constitucional. Cuando Guerra tituló un libro sobre nuestra situación con el título “La democracia herida” no resultaba fácil imaginar en qué poco tiempo ese inquietante adjetivo iba a quedársenos corto.
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De un modo imperceptible nos hemos ido deslizando desde la inicial situación de optimismo hasta la actual circunstancia entre pesimista y cínica. Y lo hemos hecho degradando las instituciones y su funcionamiento día a día, socavando sus cimientos sin pausa en busca cada cual de su interés exclusivo. Ningún Congreso que se precie se hubiera prestado a legitimar un ataque a la Constitución como el que supuso entre sus renglones torcidos el famoso Estatut y, aunque la cuestión sea mucho menos relevante, qué duda cabe, tampoco hubiera tragado por unanimidad un texto como ese disparatado centón que es, a pesar del repulido, el aprobado para Andalucía. Ningún Gobierno democrático osaría auspiciar y respaldar un acoso a los jueces como el que se está viviendo aquí y –todo debe decirse—ningún poder judicial serio hubiera tolerado esta ingerencia que es ya más bien un golpe casi definitivo a la imprescindible división de poderes. El absentismo electoral registrado en Cataluña –como el previsible en Andalucía—ilustra un alejamiento entre pueblo y política que evidencia el deterioro fatal de una democracia que no faltará quien esté tentado de tomar prestada la expresión del ministro de Justicia para verla, a su turno, como un zombi sin remedio. ¿Alarmismo, dicen? En cualquier caso hablamos de una crisis que ya no es posible ocultar ni con todo el manto mediático de que dispone el poder. El sabio vio a la democracia escindida entre una minoría corrompida y una masa incompetente. Pone los pelos de punta releer hoy sus razones.
Me gusta. De nuevo, las cosas claras, al pan, pan. No se acompleja gm ante la censura que es probable que le acabe cayendo encima desde la Inquisición correcta. Hace bien. La democracia no se salva disimulando sus males y menos aún ocultando sus fracasos. Son los políticos, ESTOS políticos, quienes la dañan con su egoísmo, con su partidismo. GM es de los pocos capaces de mantener en público estas «censuras» enérgicas. Que conste.
Muy bueno lo de las «zarandakas» de don Fernado con pe, que ya hace falta ser lelo. Mejor su alineación con los otros ejemplos de desacato a la democracia, consentidos por el Gobierno cuando no respaldados por él. Es difícil tratar esta cuestión, en efecto, pero por no tratarla, por ejemplo, durante la República, pasó lo que pasó. La democracia es montaje delicado que ha que cuidar con esmero. Aquí se hace eso, a diferencia de lo que vienen haciendo los fariseos, saduceso, filisteos y el resto de las doce tribus.
Un tema difícil, en efecto, pero necesario. Sólo le falta decir que estamos en sutuación de cuasiemergencia, como demuestra esa frase del portavoz del CSPJ que recoge al autor. Por cierto, para blogueros que anden cerca de Huelva: el viernes próximo lleva GM a sus «Charlas» al juez Gómez Bermúdez, presidente de lo Penal de la AN, el hombre que presidirá el juicio de los moritos del 11-M…
Dios los cría y ellos se juntan, dicen ustedes.
Un musulmán español.
(Ando hoy en carretera y en una pausa, en un área de descanso, abro el blog. Sumamente enganchada, lo reconozco).
Ya me he puesto apocalítptica otras veces y el tema de hoy no invita a otra cosa. Leamos algo de la historia de Europa en el primer tercio del siglo XX y lo que vino después.
Tras Hiroshima ‘nació’ de nuevo una forma de democracia occidental, que me temo hoy está periclitando. Ha envejecido mal la fulana.
Le envío un beso a nuestro M. Sé, que en el fondo me corresponde.
Nueva crítica de don ja a lo que le inquieta o no le gusta en esta derrotero que está tomando el sistema que él insiste en llamar de libertades públicas. A mí tampoco me gusta, y también me inquietan, algunos, muchos aspectos de la evolución política, en especial el manifiesto afán de secuestrar la voluntad popular por parte de los partidos. Yo sé de lo que hablo por pertenecer a una institución poco democrática, pero distingo con claridad entre mi conciencia y mis obligaciones. Creo que a ja le ocurre un poco lo mismo pero sin traje talar.
No sé qué ocurre con los temas «duros», pero me da que el perosnal –y me incluyo– trata de zafarse de la responsabilidad –mínima responsabilidad– de opinar en materia delicada. Le dejamos el trabajo al jefe y él lo hace. Menos mal. Es lo mismo que ocurre en la vida pública española: que reclamamos mucho pero participamos poco.
El Mundo hace hoy ironías sobre el modo de gobernarse de los países islámicos, como si el de Oooooooccccccidente fuera una maravilla. Las críticas de este señor lo demuestran.
Ayer, a mi ordenador le dió por no funcionar así que me toca hoy dar las gracias a doña Epi y a Gramático por las clarísimas explicaciones que me brindaron.
Tiene mucha razón doña Bárbara: la columna de hoy trata de un tema en el cual no me siento muy a gusto. Por un lado es verdad que la democracia es como la felicidad, un estado que no existe, hacia el cual se tiende, sin poder hallarlo nunca. Pero también es un estado con tantos defectos, repetidamente señalados aquí, y no sólo con defectos sino con vicios,( la necesaria mentira y demagogia para que te elijan :véase lo que le acaba de pasar a Madame Royal) que muy seriamente me pregunto si como el socialismo, hay algún pais donde la democracia despunte en el horizonte, o si realmente es un régimen adaptado a un pais cualquiera ?