Hace mucho que la reflexión sobre el futuro del planeta Tierra no descarta una mudanza colectiva de la especie a otro mundo. En el fondo, la idea arranca del convencimiento de que, a la vista del progresivo deterioro del planeta provocado por el desarrollo industrial y otros factores, la Tierra acabará por resultar insuficiente para albergarnos a todos, y se impondrá un éxodo espacial hacia alguna base que reúna las condiciones imprescindibles que exige la vida. Se piensa, sobre todo, en los explanetas –entidades lejanas aún de una definición unánime–, en especial desde que, a mediados de los años 90 se descubrió el primero de ellos, pero mucho más ahora que la cuenta del Observatorio de París supera ya el millar de descubrimientos, no siempre “habitables”, desde luego, pero entre los que al menos una docena parece ser que reuniría las condiciones exigidas para repetir la experiencia terráquea. Otro viejo sueño de la ciencia-ficción, pues, que va cobrando cuerpo y alejándose de la propuesta de las viejas cosmogonías, o lo que lo mismo, prescindiendo definitivamente de la acción creadora hasta secularizar por completo el mito de la vida. No ha habido sueño más audaz desde el sueño de Moisés, con la diferencia de que, para este nuevo viaje, ya no se podrá contar con la mano invisible de Dios y habrá que fiarlo todo al bastón mágico del profeta, es decir, que con la nueva geografía estrenaremos una nueva Historia, ya por completo autónoma y sin otro decálogo que la voluntad humana. Miedo da de imaginar siquiera la situación.
La otra cara del asunto es que alguno de esos exoplanetas estén ya habitados, es decir, contenga vida en su territorio, una tesis que, por encima de las constantes sugerencias más o menos esotéricas que nos abruman, todavía descarta de plano la mayoría de la comunidad científica. Llegado a este punto suelo volverme a Pascal cuando se pregunta que, después de todo, “qué es el Hombre en la Naturaleza”. Y contesta: “Nada en relación con la infinitud, todo en relación a la Nada”, más o menos un punto intermedio entre la Nada y el Todo. No cabe duda de que una nueva cosmogonía exige una mitología también nueva, un escenario y un reparto de personajes por completo diferentes del paisaje terrestre y su correspondiente teología, una nueva Humanidad en la que difícilmente nos reconoceríamos los hombres de nuestra Historia. Dios no juega a los dados así como así.
No lo tome a título de inventario, señor, porque ese éxodo es más que posible, ¿diríamos probable? No lo sé pero las cosas van mal, no hay más que mirar alrededor.
El exoplaneta descubierto más cercano que orbita en una zona en la que el agua se pueda encontrar en estado líquido está a 36 años luz y no se ha detectado la presencia de oxígeno libre en su atmósfera y que necesariamente sería el subproducto de vida con fotosíntesis. Esto quiere decir que en cualquier planeta habitable por nosotros encontraríamos vida local con la que tendríamos que competir.
Tenga por seguro don Marco que ni él, ni sus hijos, ni sus nietos harán ese viaje.
Si la futura tecnología lo hiciera posible antes de nuestra extinción, sólo un pequeño número de escogidos serían los destinados a exportar nuestra especie, que no dudo que en unas pocas generaciones también destruirían su planeta igual que nosotros estamos destruyendo el nuestro.
Totalmente de acuerdo en que tendría que pasar mucha agua bajo las puentes antes de que hubiera un servicio regular de viajeros.
Lástima que aún no lo haya, porque el señor de los safaris, renqueante y todo, bien podía alquilar un par de bungalós de allí por sí hubiera algún elefante y de paso abatir gacelas, aunque no sabemos si todavía le funciona el rifle.
No me sea malo, querido don Epi, ni me tome nadie la tesis de don ja en términos distintos a los que él maneja. No se trata de la Humanidad vaya a trasladarse pasado mañana a otro mundo celeste, sino de que las condiciones en que está quedando éste en el que vivimos van de mal en peor, lo cual facilita el pesimismo/optimismo de los más imaginativos. En mi juventud se solía alegar en el Seminario ante estos temas la famosa frase de «No todas mis ovejas son de este redil». por lo que este anciano respecta creo que la Humanidad tiene más que de sobra con un planeta destruido, si es que lo llega a destruir.