Metido en mis lecturas venecianas releo estos días sobre el terreno la biografía apasionada de Giuseppe Volpi que escribió hace años, cuando aún Italia era un país demediado, Fabrizio Sarazino, un nostálgico pero también un memorioso atenido a la buena memoria. He visto la tumba de Volpi en la basílica de I Frari, ese mausoleo que con él comparten, entre otros, Tiziano o Canova, y me he parado a pensar ante aquellas páginas sobre la inutilidad del rencor y la grandeza que, a diferencia del olvido, implica siempre la razonable asunción del pasado. Volpi, por ejemplo. ¿Imaginaríamos en España un homenaje de Estado como el que la nación italiana le hizo a este gobernador de Tripolitania y ministro de Mussolini –bendición papal en manos del Patriarca, el presidente Saragat y el inescrutable Andreotti presentes—como si el pasado no contara tanto como la clamorosa realidad de la intención? Yo, al menos, no. Hoy se oyen todavía protestas contra el hombre que tuvo la idea de hacer de Venecia –en Porto Marguera, en el Malemocco de los petroleros, en el Mestre humeante—una potencia industrial, y se alegan fuertes razones ecológicas del todo pertinenentes, pero serán pocos quienes no vean que esa opción tan devastadora ha resultado también decisiva. Y se pasa la página para buscar en la siguiente la lógica de la vida, esa silogística tan imperfecta. ¿Se imaginan, insisto, una memoria parecida siquiera para alguno entre aquellos hombres que, bajo la dictadura de aquí, hicieron de un país de subsistencia agraria que se ahogaba en la autarquía, la famosa “novena potencia industrial del mundo”, hombres como un Fernández Ordóñez sin ir más lejos, que capitanearon aquel “sector público”, el INI, cuya voladura controlada fue la paradójica obra magna del sedicente socialismo en el poder? En Venecia todos se descubrieron, medio siglo después, ante el líder vituperado –el amigo de D’Annunzio, la pesadilla de Churchill—que hizo aquel milagro sin pensárselo dos veces. Paul Morand dice en sus memorias, que también releo estos días a pie de obra, que al fin y al cabo Italia tiene un siglo de antigüedad mientras Venecia tiene quince. Nosotros parece que andamos en plena adolescencia.
El actual memorialismo, ese afán revanchista y tuerto de un ojo, tiene mucho que aprender de la memoria italiana o de la francesa, por no hablar de la alemana, aunque no es verosímil que aprenda nunca teniendo en cuenta que, además de una estrategia partidista, es ante todo un negocio. Incluso si entre nosotros también hay amnésicas excepciones –antes he citado una—no cabe imaginar esa libertad de criterio que inspira el caso de Volpi ante cuya tumba vi no hace más que unos días un sugerente rosa marchita.
Interesante saga veneciana, y valor para referirse en esos términos a Volpi, que ya era hora de que superemos el absurdo. No oculto que añoro los venecianos de otras veces, más líricos, pero se ve que don gm ha estado esta vez más tiempo pendiente de lo que ocurría en tierra firme que en el reflejo de los canales.
Dos ideas se me ocurren, tras este adagio memorioso. La primera, el respetuoso y admirable recuerdo a sir Paco, un tipo que hizo tanto y tan bien y fue martirizado por tirios y troyanos.
La segunda viene removida por el casi omnímodo poder de Google. Enredándose un hilo con otro, he terminado leyendo a Annunzio durante un largo rato. Si Umbral, tan progre, en Los helechos arborescentes, repite una y otra vez lo de ‘la mujer pútrida por abajo’, don Gabriele no se corta al escribir
«…ya que la hembra, para siempre impura,
su vergonzosa herida siempre abierta
llevará, en el orbe sin ventura
nunca hallaré la femenil criatura
jamás por los humanos descubierta…»
A mi don Pangly: recibida y aceptada la colleja de ayer. Pero fíjese si soy poco elitista, que en las dos ocasiones, pena, tan solo, que viajé a la Serenísima, era turista de mochila, ya que no dormí allí una sola noche, sino en su proximidad. Cada mañana tomaba el tren y luego il vaporetto que por el canal de la Giudecca me llevaba a San Marco. Como suelo hacer en cada ciudad desconocida, busco el sitio donde toman el café mañanero los albañiles o los angostos restaurantes de menú donde almuerzan oficinistas y dependientas.
Don Pangloss, tampoco yo entendi en qué era elitista el coment de dona Epi. Ella solo describe la pura realidad.
Respecto al articulo de hoy: bravo y qué valiente!
A TODOS: no puedo poner los acentos: les pido mil disculpas.
Besos a todos
Respecto a una memoria histórica española menos esquizofrénica se ha publicado en la prestigiosa revista de pensamiento ‘El Catoblepas’, nº 102, agosto 2010, página 19, un trabajo de Pedro Carlos González Cuevas titulado «Un estudio histórico sobre los felices sesenta», que estimo de gran interés y considero un síntoma de que el espíritu crítico no está muerto del todo. Puede leerse en http://www.nodulo.org/ec/2010/n102p19.htm . Merece la pena
Nada de colleja, querida Epi, cordialísimo guiño. LO de D’Annunzio es impresentable y asqueroso, pero hay quien –como Volpi– sale ileso de ciertas amistades peligrosas. Es curioso que haya pensago ja en Volpi, de quien nadie habla nunca y más que se le haya ocurrido esta comparación con nuestros rencores. Ese fue un personaje grande, de los que antes había en Europa…
Muy interesante que haya en España hoy, más en posiciones de izquierda, quien se acuerde de algunos personajes y sepa distinguir entre los simples brtuos y las personas atrapadas en situaciones que, no obstantem, hicieron un trabajo memorable. Es el caso de Volpi, de quein ya se acuerda poco la gente incluso en Italia. Por eso me admiro más todavía y como español italiano lo agradezco más si cabe.
Dedde luego este amigo nuestro tienen los pantalones bien puestos, no como tantos otros. El reconocimiento del pasado, sin comprensión, sin misericordia, no es más que rencor y de nada sirve. El ejemplo de aquel gran ejecutivo del régimen de Mussolini está extraordinariamente bien elegido. ¡Lo que no sepa este hombre…!
Uno que soy yo no ha entendido esta defensa de un ministro fascista ni si lo que quiere decir la columna es que hay que hacerle homenajes a los ministros de Franco. Supongo que no, pero me quedo con esa duda. ¿A algunos de ustedes no les pasa lo mismo?
No, al menos a mí, no me pasa eso que dice don Patricio. Mala baba aparte, creo que ese enfoque es el último que merece una columna discretñisima como la muy valiente que hoy nos ofrece jagm. Lo fácil es meterse con Girón, ya lo sé, pero hay otras alternativas.
(Aconsejo que lean el art. ofrecido por el prof. Chic en su link).
Habría que revisar muchas cosas. Una de ellas el mito de que el desarrollo requiere como requisito la libertad de mercado. Entonces ¿qué fue lo que ocurrió aquí y lo que está ocurriendo en China? Por otro lado, temo que haya hoy pocos memoriosos que recuierden a Volpi pero éste fue, en efecto, uno de esos hombres atrapados en su circunstancias de los que alguien ha hablado antes. No se olvcide que Volpi era ya un gran financiero antes de Mussolini, Pero ¿quién sabe esto a estas alturas?
GM, por ejemplo. Este tío lo sabe todo o casi todo. Y tiene el sentido común de no ocultarlo.