Casi coincidiendo con la detención de un “monseñor” (que no era prelado, ojo) traficante al que se le intervino un maletín con una fortunita, el personal del Vaticano ha conocido la noticia de una honda reforma penal decretada por el papa Francisco. Es un gesto más a tener en cuenta en la personalidad del nuevo pontífice y sin duda sugiere una determinación que permite reconocer un carácter fuerte decidido a liquidar los rasgos arcaicos de la legislación vaticana “aggiornándola” como si dijéramos para conseguir que coja el paso con los ordenamientos internacionales más acreditados. Para empezar el papa ha suprimido una figura de impronta medieval como el “ergastolo”, es decir, la cadena perpetua, pera endurecer al tiempo delitos ni siquiera contemplados hasta ahora por la normativa como el atentado contra la seguridad del Estado vaticano, cuya inexistencia no dejó otra opción a los jueces que condenar a Paolo Gabriele, el mayordomo infiel que saqueó la documentación de la misma cámara papal, a una leve pena por hurto. Al papa le interesan, sobre todo, los delitos “modernos” o los desgraciadamente frecuentes, incluyendo entre los primeros el blanqueo de dinero o el terrorismo, el genocidio y el “apartheid”, y entre los segundos aquellos que se refieren a la protección de los menores, al tráfico en materia de prostitución y, muy en especial, a la pedofilia y la pornografía infantil. Toda una declaración de intenciones que leerá atentamente entre líneas el personal al servicio de la curia, dado que la nueva normativa afectará a todas las personas dependientes de aquella Administración, incluidos los nuncios apostólicos, dado su carácter no territorial. Algo está cambiando en Roma sin prisa pero sin pausa de la mano de un hombre normal.
Olvidamos con excesiva facilidad que el Vaticano es un Estado y no es probable que se sepa ni mucho ni poco sobre su diseño legal o sus procedimientos judiciales, todo lo cual procede del Código Zanardelli establecido en la coyuntura lateranense de 1929. Y parece que el papa ha querido comenzar por ese delicado flanco su reforma de un estado de cosas realmente inaceptables, poniendo el mayor empeño en concordar la legislación local con las convenciones internacionales. No le arriendo la ganancia a los grandes delincuentes purpurados o no con este papa tan aparentemente resuelto a dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Cuántas veces por desgracia, el dinero vaticano ha estado manchado por causas mafiosas. Este Scarano –sí le pongo apellido– era conocido al parecer como «monseñor 500 euros», por la soltura con que se movía con ellos. Duro y a la cresta hasta que cante el gallo y no por gregorianas precisamente.
Pero –donde hay confianza…– no me gusta que mi don JA use el término ‘pedofilia’, por sonar escatológico y cacofónico, nunca mejor dicho. Se ha convertido en lo normal entre tanto indigente cultural, pero yo le pediría a nuestro Anfi que usara el mucho más didáctico ‘paidofilia’, que es al que le da verdadero valor la RAE.