Del Congreso del Partido Comunista Chino han salido un ganador, una contradicción y siete hombres de oscuro. El ganador es Xi Jinping que gobernará diez años sobre el inmenso hormiguero y ostentará el poder absoluto “en nombre del pueblo”. La contradicción estriba en definir su neoliberalismo feroz como “comunismo con peculariedades chinas”. Y los siete hombre de oscuro son los ejecutivos del nuevo Poder, administradores de la herencia fósil de Mao, a todos los cuales los habrían “paseado”, sin duda posible, los cachorros de la “revolución cultural”. Va estando cada vez más claro que no es que China haya cambiado sino que es todo el planeta el que ha girado hasta ponerse en manos de un nuevo liderazgo (o una nueva bipolaridad, eso ya se verá) que a corto plazo se hará con todos los resortes financieros y, en consecuencia, con toda la capacidad de dominación. Eso sí, algo vamos progresando pues, a pesar de los sinólogos, lo que ya puede entender cualquiera es que el cambio chino ha pasado de la ambigüedad a la mera contradicción, un concepto mucho más cómodo, aunque resulte extraño, que el primero, sobre todo a la hora de integrarse en el llamado “mundo libre”. Todos los días aparecen no sé cuántos nuevos millonarios en aquel país enorme, pero su clase baja sigue con el tazón de arroz, y la media, incipiente todavía, lucha sin horario para emular la abundancia occidental que hasta ayer representaba el fracaso de la Humanidad, y ahora sabemos, además, por boca del nuevo mandarín, que lo más urgente en el país es la lucha contra la corrupción que, según él, corroe los fundamentos del “nuevo viejo orden”. ¿Será la mangancia un prerrequisito del sistema de libre mercado, incluso allí donde todavía se guardan las formas colectivistas? Eso no lo sé e incluso me malicio que esa lucha va a servir a la nueva hornada para encubrir y legitimar las purgas que me estoy viendo venir.
¿Quién se acuerda ya del “Libro rojo” de Mao, quién de la utopía de la educación permanente, en un país en el que los rascacielos contrastan con los sótanos en que se hacina el proletariado trabajando a cambio de la pitanza? Parece más o menos claro que la ideología (fósil, repito) influye poco o nada en la praxis. Y desde luego, que los nuevos soberanos se mueven en la órbita que hace nada y menos llamaban contrarrevolucionaria. No les digo más que Xi Jimping ha enviado su hija a estudiar a Harvard…
Apreciadísimo don Epi, comprenda la causa de mi «lapsus machinae» (mental), porque hablando de sexos y reyes qué menos que evocar a don Enrique el gordo.
China ha demnostrado que lo del «crepúsculo de las ideologías» no era ninguna novela sino una realidad absoluta. Rindamos armas ante Daniel Bell.
No tengo duda que China-USA será el nuevo par de fuerzas mundial. El camino de los chinos es por eso importante de seguir, vigilar, para estar preparados. Es civilización muy diferente de nosotros, y esa es otra razón para estar atentos.
Desde luego, lo del comunismo con pecilaridades china tiene mandanga, pero ahí los tiene usted, dueños de la deuda amerticana, crciendo a un ritmo inconcebible y construyendo su clase media «relativa», con olvido de la multitud de hambrientos. Lo del tazón de arroz es una gran verdad. Un amigo mío comerciante que trabaja con ellos me contó cómo eran las factorías de camisería china y casi lloro. ¡Pensar que con Mao te lapidabvan por llevar gafas…!