Confieso que, como a mucho fumador redimido, el humo del tabaco ajeno me molesta cada día más. Empiezo a comprender la razón de esa gente que reivindica un derecho al aire puro hasta ahora desconocido, pero siento crecer la inquietud como ante toda nueva prohibición, convencido de que la tensión entre individualismo e intervención constituye la disyuntiva característica de la democracia actual. Estamos pasando del tácito “prohibido prohibir” a la idea de que cualquier cosa, todo en suma, resulta prohibible con tal de que el Poder consiga presentar su intervención como medida saludable, pero de lo que no cabe duda es de que acabamos de entrar en una nueva era en la que un interesante instrumento de integración social, como es el fumeque, va a desaparecer dejando un hueco en la convivencia difícil de rellenar, cosa que dará que hacer a los psicólogos tanto como a los expertos en comportamiento social dado que esa sustancia cumplía una importante función ansiolítica, conocida al menos desde tres o cinco mil años antes de Cristo. ¿Por qué seremos tan tolerantes con la crecida del intervencionismo en un ámbito convivencial caracterizado por su tendencia práctica a una libertad del individuo comparable a las más recordadas del prontuario ideológico? Yo, la verdad, no lo sé, pero temo que algo habrá de sustituir al psicótropo prohibido, dicho sea de paso con toda la razón del mundo, si es que las cosas se contemplan desde el ángulo sanitario. El Poder está para fomentar lo bueno y prohibir lo malo, o al menos eso es lo que difunde su propaganda, y puesto que “El tabaco puede matar”, según se nos informa, bien prohibido estaría.
La pregunta es por qué hemos tardado, entonces, veinte años en prohibir algo que, además de causar tanto estrago y padecimiento, ha venido proporcionando al Estado una auténtica fortuna en forma de impuesto indirecto. Aunque quede por ver también qué ocurre en la práctica, qué harán esas turbas de empleados que en Nueva York como en Madrid, en Huelva como en Brujas, vienen siendo vistos a la puerta de su empresa, a media mañana, aspirando como posesos las caladas prohibidas. El tabaco, como deseo dependiente o como ritual social, tenía su importancia tanto a la hora de cerrar u trato como a la de darle garrote vil a un desgraciado. Y eso habrá que sustituirlo por algo o la convivencia quedará renqueante por mucho tiempo. Ya no hay, como hubo, una Inquisición que te metiera en galeras por humear diabólicamente con un petardo mal reliado. Hay un Poder mucho más eficaz pero que haría bien en ir pensando qué hacer ahora con tanto pringao devorado por el síndrome de abstención.
Acepto. Si causamos daños,. si molestamos, que nos prohíban nuestro gusto. Pero ¿es nuestro gusto el único molesto o nocivo? ¿Qué decir de modelos sociales inapriopiados, de aglomeraciones, de ruidos, de violencias, de erotismos indiscernibles de la vileza, de… ¿Por qué sólo a nosotros? Y otra cosa. ¿Devolverá el Estado la fortuna que nos ha cobrado por nuestro perjuicio?
lO QUE ME ASUSTA ES EL CRECINETE INTREVENCIONISMO, PORQUE HOY ES EL TABACO, MAÑANA PUEDE SER EL ALCOHOL Y PASADO EL SEXO O LA PALABRA. Dejar que crezca la discrecionalidad del Estadon frente a los ciudadanos es suicida para un demócrata. Creo que lo que acabo de decir es compatible con otro tipo de medidas tendentes a reducir el consumo del tabaco sin prohibirlo.
Fumar es malo, luego debe ser prohibido. Pero me pregunto si toco cuanto se ha desmostrado malo en la vida debe ser prohibido. ¿Y quién decide, además, lo que es malo y lo que bueno, el Gobierno, una Leire Pajín o así? Da miedo pensar en esta evolución prohibicionista que hoy va a salir adelante (yo mismo estoy contra el tabaco) pero sin saber qué vendrá mañana.
Bien a lo de la prohibición del tabaco.
Me llama la atención, sin embargo, que un paquete de tabaco y un móvil sean tan similares en su forma y en su esencia: un chorreíllo de dinero que se va sin que uno se de cuenta. Una adicción por otra.
Saludos cordiales
Las adicciones son nuestra razón de ser, don Rafa, pero hay que diferenciar entre aquellas que nos podrucen tanto daño (y tanto gasto) y otras que simplemente nos comen el coco, como es le caso del telefonillo. El Poder se pone siempre al lado de la adicción, por mñas que en plan fariseo porteste a veces contra esto o aquello. Ahora cree que tiene más ventajas prohibir una de ellas, el tabaco, que mantenerla, y no me cabe duda de que habrán echado sus cuentas. La salud protegida debe de ser lo menos importante de este proyecto intervencionista que, a mi modo de ver, está llegando demasiado lejos.
Totalmente de acuerdo con la proscripción del tabaco. Que cada cual fune en su casa e en el bosque (con cuidado de no incendiar). Los datos clínicos son aplastantes. Otra cosa diferente es que no nos guste que crezca la capacidad reglamentista del Estado por encima de los individuos.
Hay muchas sustancias nocivas que se venden libremente y son de uso común, y no por eso se prohíben. La sal, sin ir más lejos, el cafe del que medio mundo es adicto, el alcohol… ¿Cabe prohibir lo que vaya ocurriéndosele al Gobierno o somos adultos que eleguinmos libremente nuestra suerte? El hombre hace muchas cosas que no son razonables pero no me gusta la idea de tener encima y vigilante a Papá Estado diciéndopnos lo que debemos y lo que no debemos hacer.
Si la medida se aplica mañana, en lo sucesivo no habrá tanta nefremedad producida por el tabaco, pero la pregunta sería si el Estado va a hacerse cargo como responsable subsidiario de los miles de enfermos ya ocasionados por el tabaco, teniendo en cuenta que hace mucho que conoce sus efectos malignos y ha continuado permitiéndolo y cobrando imnpuestos por él.
Nunca es´taremos contentos; si se prohíbe el tabaco, malo, si se permite, peor. ¿Qué harían ustedes si fueran responsables políticos?
Pues mure, señor doblado, levantarme tranquilito, desayunar fuerte, dar un pasea, ir al despcho en mi choche oficial, trincar a fin de mes el sueldazo, los complemetos, las dietas y lo que se pudiera arrimar, y para colo soñar con una jubilación de oro. No sé si le he contestado pero no se me ocurría otra respuesta.
Hay medidas que el tiempo impone, no seamos críticos en exceso. Aunque también es cerdad que hace bien poco la rebelión de los vonateros españoles (andaluces sobre todo) forzó al Gobierno a dar marcha atrás en cierta reglamentación de la venta de alcohol. El Poder suele ir por el lado más débil, como cualquier hijo de vecino. Y si lo que hace es bueno, pues hemos de aceptarlo en espera de que más trade, ese poder u otro, introduzca otras medidas saludables.
La Libertad se pierde poco a poco pero los españoles la vamos perdiendo a buen paso sin que nadie haga nada. La oposición espera su hora con la clara intención de aprovecharse de las restricciones y abusos del gobierno cuando le llegue la hora.
Hoy por hoy está prohibido, que yo recuerde a vuelatecla:
Pasear por las marismas, recoger en el campo una rama de tomillo, ajedrea, poleo o cualquier otra cosa. Coger setas sí se puede, pero está prohibido llevar el cuchillo necesario para cortar el pié sin dañar el micelio. Tampoco puedo llevar un humilde cuchillo para preparar unos bocadillos en el campo, no vaya a ser que me de por matar a mi mujer aunque en la cocina de mi casa tengo una docena de cuchillos de todo tipo perfectamente afilados. Está prohibido usar serrín, no sólo en los establecimientos de alimentación sino también en los talleres mecánicos y cualquier tipo de establecimiento. Está prohibido hacer mayonesa artesanal en los establecimientos de hostelería y también servir pescado sin que haya estado congelado aunque se sirva frito o guisado y al mismo tiempo está prohibido que las pescaderías lo congelen… y yo qué sé cuántas cosas más.
No olvidemos la indefensión creciente del ciudadano ante la Hacienda Pública, Tráfico y los municipios, cada día más voraces.
Volviendo al tema:
Al tiempo que se restringe seriamente los lugares para fumar aumentan considerablemente los puntos de venta.
Los impuestos indirectos que recauda Hacienda dan para pagar todos los gastos de la S. Social en el área de sanidad, sin contar lo que se ahorra en pensiones por las muertes prematuras de lo odiados fumadores.
Hace más de veinte años que dejé el tabaco entonces me prometí no perseguir a los fumadores.
En mi casa se puede fumar y en mi coche tengo puesto un cartelito que dice “Gracias por fumar”
Disculpen la extensión de mi comentario protesta.
*********
A doña Berenice le recuerdo que en el bosque también está prohibido fumar y a don o doña Bada le recuerdo el bombardeo de la publicidad institucional diciéndonos lo que debemos o no debemos hacer.