La popularidad de Obama está bajando, en buena medida, por su incapacidad para cumplir su promesa electoral de cerrar la base de Guantánamo, es decir, el campo de concentración –llamemos a las cosas por su nombre– que los EEUU mantienen en pleno funcionamiento desde el 11-S. Puede ser, aunque, ciertamente, no faltan otras causas para justificar ese declive. En estos días se ha invitado a los medios de comunicación a visitar el enclave aunque no se les ha permitido en ningún momento asistir a las maniobras de alimentación forzosa a través de sonda nasofaríngea a que se está sometiendo, contra su voluntad, a los ciento veinte prisioneros en huelga de hambre. La tesis de la autoridad consiste en que si un huelguista de hambre pierde el quince por ciento de su peso corporal, alcanza los veintiún día de ayuno o muestra síntomas clínicos alarmantes, se procederá a esa alimentación que, eufemísticamente, el ejército americano llama «alimentación interna». Según parece los huelguistas son invitados a deponer su actitud y alimentarse convencionalmente al tiempo que se les ofrece la alternativa de nutrirse con sustancias sintéticas, pero si ambas opciones son rechazadas se procede a atar al preso en una silla e introducirle la sonda en cuestión, no sin ofrecerles antes la posibilidad de lubricar la goma. He visto en video una escena de alimentación forzada realmente espeluznante, en la que un recluso se resiste durante la maniobra para llorar amargamente una vez finalizada, una escena que el juez Kessler ha calificado de «dolorosa, humillante y degradante». El Gobierno de los EEUU no repara en las decisiones judiciales a este respecto sino que mantiene imperturbable ese campo de concentración con todas sus consecuencias, hay que decir que con un importante apoyo popular que todavía refleja el síncope de aquel atentado.
Guantánamo está fuera de la ley, incluso si se invoca la autorización que el Congreso dio, en caliente, al Ejecutivo para hacer frente al atroz ataque terrorista, y no sólo porque los jueces así lo hayan declarado en varias ocasiones, sino porque mantener una ergástula en la que los presos carecen de derechos y a los que no alcanza la tutela judicial choca de frente con la idea de una democracia que se considera tan ejemplar como para imponer por la fuerza a otros su modelo político. Lo de menos es la suerte de Obama. Importa sobre todo mantener el Estado de Derecho alejado de cualquier corrupción.
Denso, impactante el asunto. El Gran País atacado por primera vez en su territorio. Esto ha cambiado el modo de pensar de gran parte de sus habitantes.
Tampooc hay que olvidar que Obama está en el ‘período del pato cojo’. No puede presentarse a otra reelección y le preocupa menos la legalidad a que lo recuerden como el presidente que levantó y deshizo el ‘muro de la venganza’.