Soy consciente de la impropiedad del título en relación con mi tema de hoy, pero no me resisto a utilizarlo por lo divertida que resulta la noticia de que el balón con nos estamos jugando en Sudáfrica el ser o no ser en nuestra milenaria Historia va a ser objeto de atento estudio por parte de la FIFA una vez que el campeonato termine y sepamos, al fin, qué sienes se llevan los laureles del triunfo. La verdad es que ese balón es algo más que un balón pues tiene hasta nombre –se llama, como saben seguramente, “Jabulani”—y ha logrado desbordar el ámbito de la cancha para colarse de rondón en los laboratorios físicos en los que está siendo objeto de hipótesis científicas en busca de una teoría que explique ese extraño comportamiento que trae de cabeza a los jugadores, entrenadores y críticos, concordes todos, con razón, en que lo lógico hubiera sido estudiar la pieza antes de la competición y no después para averiguar el por qué de esos extraños que hace dibujando parábolas donde debería trazar rectas y, a lo que parece, también circulando a la inversa o por los derroteros menos previsibles. Un físico español ha salido a los medios para brindar una teoría que explica esos caprichos en función de una “teoría de interacciones dinámicas” aplicable a todo cuerpo sometido a aceleración por rotación, ya sea un boomerang, una pelota de tenis o una constelación astral embarcada en ese fascinante ballet celeste que nunca se detiene y del que nada escapa. Un cuerpo que circula en el espacio no obedece en su órbita al imperativo aerodinámico sino que, como en este caso, puede acabar ateniéndose al rumbo que le marque su estructura interna, que es lo se la ha ocurrido cambiar al fabricante. Ya ven que un Mundial puede servir para mucho, aparte de “hacer historia”, como se dice y repite estos días desde la inopia nacional.
Comprueben, por lo demás, lo equívocas que son las apariencias y hasta qué punto es menester tener en cuenta el interior de las cosas y no sólo su factura externa si no queremos que el remate se nos vaya por los cerros de Úbeda lo mismo si se trata de chutar con una pelota que si hemos de habérnoslas con cuestiones más complejas. Un balón idéntico por fuera pero distinto por dentro puede curvar las rectas o enderezar las curvas del mismo modo que un cerebro limitado en un cuerpo bello puede convertir en desdicha el placer entrevisto. Estoy deseando que acabe el lío no sólo para saber si éramos el no va más sin percatarnos de ello, sino para comprobar, una vez más, lo que el fútbol tiene que ver con la ciencia exacta.
Un tema tratado otras veces, porque se ve que a jagm le preopcupa el arte en su condición de mercancía. Ya nos ha hablado del farude varias veces, y también del mercado. Ahora vuelve sobre el tema de la copia, tantas veces debatido, y que en efecto demuestra que en la afición por el arte hay mucho de prejuicio y fetichismo.
Estoy convencida de que a la mayoría de los magnates, pongamos el caso de la Koplowitz, le dan el cambiazo por uan copia de esas eprfectas y ni se entera. De hecho ha habido infinidad de camelos que se los han tragado los «expertos», cuando no han atribuido la obra a quien no era su autor.
Todos los grandes artistas, sobre todo pintores, siguen a maestros, ninguno se libra, por independiente o original que acabe siendo. ¿Cuánto ilaniano (sobre todo Caravaggio) hay en Velázquez, ya que lo menciona usted? Es un ejemplo entre mil. Hay mucha pintura española en Manet, como se evidenció en una reciente exposición. Mucho Miguel Ángel o mucho Leonardo en infinidad de contemporáneos. Copiar no es negativo; es un homenaje y un aprendizaje, que a vees supera al modelo.
El plagio puede mejorar el original: se lo he leído al anfi creo recordar, aquí mismo. Pero el Mercado, ohhhh, el Mercado todopoderosos… La firma es lo que vale. Un copista genmial puede ser un monigote junto a un paparrucha con suerte mediática.
Algo extraño ha debido ocurrir en el blog dado que todos los commentarios se refieren a la columna de ayer. Por mi parte, me ha parecido interesante además de divertido esta historia del balón raro que no ha impedido hoy a los seleccionados vapulear a gusto a la invencible Alemania.