Ha resultado canallesco el tratamiento mediático dado por la fanfarria que apoya al poder al extraño auto del TSJA contra el proyecto municipal del Ensanche, llegándose a incluir un caso puramente administrativo en la penosa relación de golferías urbanísticas que estos días se lanzan a la cara mutuamente PSOE y PP. Incluso desde la Junta –que es la autora del lamentable recurso contra Huelva—se protesta que no se busca más que la legalidad, extraño argumento si se conoce el asunto, y más si se compara la diligencia mostrada por Chaves contra el proyecto del Ayuntamiento con la escandalosa inhibición mostrada por la Junta frente al desbarajuste de Marbella, que ahora más de uno y más de cien relacionan con la Administración autónoma sin cuyo concurso, siquiera pasivo, hubiera sido imposible. Lo del Ensanche es otra vez lo de la Isla Chica: un intento partidista de evitar a toda costa que el gobierno municipal culmine un sueño que era el de los sociatas—ahí está la hemeroteca– en los años 70: acercar la ciudad a la Ría. Por eso es canallesco el tratamiento informativo que desliza sospechas de corrupción y lanza sin miramientos esas pedradas al aire que tarde o temprano caerán sobre su tejado de vidrio.