Hay mucho de cínico en el debate sobre el paso de los políticos desde la vida pública a la privada, es decir, desde el cargo a la empresa y, en consecuencia, del servicio al beneficio. Digo cínico porque sería idiota ignorar que ese trasvase existió siempre, aunque sólo sea porque política y negocio son dos caras de la misma moneda, dos ámbitos de un mismo Poder que sobrevuela el interés colectivo hasta perderlo de vista. El otro día Guerra se marcó una de sus más demagógicas pamplinas cuando explicó, a propósito del paso de Zaplana a Telefónica, que eso era algo propio y como connatural a los políticos “conservadores” para los cuales, según él, la política no sería una vocación sino un estadio, una estación de paso para conseguir un nimbo prestigioso con el que luego medrar en la vida económica. Guerra, un político profesional seguramente sin mejor oficio, se olvidaba o hacía como que olvidaba los incontables casos de conmilitones suyos que han recorrido ese trayecto no sólo para reemprendrer el trabajo, sino para enriquecerse a vista de todos. ¿Acaso Boyer, Solchaga, Solana o Borrell son una excepción de la virtuosa socialdemocracia o se trata más bien de que lo que se considera normal en sus casos no lo es cuando el trasvasado es Zaplana o Matas? Siempre hubo negocios políticos aunque hasta hace poco no se haya tipificado como delito el tráfico de influencias. Craso se enriqueció desvalijando a los proscritos que él mismo condenaba y todavía en tiempos de Narváez podía hacerse un negocio redondo difundiendo en el Congreso el rumor falso de una crisis de Gobierno que hiciera derrumbarse la Bolsa en beneficio de cualquier marqués de Salamanca. Pero todos sabemos que un caso como el del asesor económico de ZP que ha fichado por el gran “lobby” de la construcción tiene más que ver con el concepto yanqui del “conseguidor” que con los trapisondistas isabelinos. Esto se llama servir a dos señores si es que esos dos no son uno solo.
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Si algo les j…oroba a los actuales sociatas es que yo les diga, como suelo hacerlo, que no le tengo ninguna prevención a que gobierne la derecha: ellos son una facción de la derecha, que solo se distingue de la otra en cuatro floripondios, como las bodas gays o los ministerios floreros. (Anda que no me va a dar juego la Bibi, ni ná.)
Aún en el poder, quiero recordar, el señor de Preysler se montó su Villa Meona, el Mariano que se rilaba tras firmar los billetes de 2.000 tenía una cuenta ‘B’, como el supradicho matrimonio para evadir impuestos, el jefe de los Picos, con su título falso -estuvo muy a punto de ser ministro- sacaba unas mordidas de aquí te espero de los cuarteles que se construían. Y por ahí, tó seguío.
Tras el jubileo del primer plano, las empresas públicas -como perfecto cementerio de elefantes- están trufadas de electricistas (Corcuera o Corcuese), por poner un ejemplo, en Andalucía no digamos y hasta hay chistes verídicos como el famoso Leopoldo Torres, el que fuera Fiscal General en tiempos del GAL ha sido propuesto para formar parte del Subcomité Internacional de Prevención de la Tortura. ¿Se imaginan al asesino de Mari Luz trabajando de auxiliar puericultor en una Guardería?
Nunca me terminaré de explicar la difusa simpatía que el Anfitrión muestra a veces por Arfonzo War, posiblemente uno de los tipos más repulsivos de la política española desde hace 34 años. Si no ha buscado acomodo en ningún chollo privado, público o mediopensionista, pienso que es porque como ‘Dyonissos, tirannus syracusanorum, CULTROS TONSORIOS METUENS’ ni entre los suyos se libraría.
Para mi esto es casi casi chino….Y además creía que a doña Shiva la politicalla no le interesaba.No le interesará, pero sabe lo suyo.
Bueno, agur, que esto me aburre muchísimo.
Me ha pillao, mi doña Marta. La política no me interesa ‘mucho’. Pero no olvido que gracias a la política, me han zurrao la badana durante cuarenta años. Los hunos y los hotros.
Curiosamente los corruptos nos hacían la vida imposible a muchos que como Segismundo, no cometimos otro delito que nacer (e intentar ser libres).
23:14
Lo que a mí no deja de sorprenderme y también es la gran falacia de la política española es que un partido socialista tras cien años de honradez dejó el socialismo y la honradez a un lado y se dedicó con todas sus fuerzas a perpetuarse en el poder.
Lo peor de todo es que un grupo de oligarcas aborregados tras la pela monopolizan el calificativo de socialista impidiendo por todos los medios posibles la formación de otro partido socialista que, aunque no se llame obrero español, si podría ser auténticamente socialista.
Ni siquiera Rosa Díez vieja militante contestataria del PSOE ha sido capaz de poner una S de socialista en su nuevo partido.