Aunque se trata de un tema recurrente y de una discusión inmemorial, a algunos políticos, me atrevería a decir que a muchos, les molesta la comparación entre teatro y política. Ven en ella una intención degradante, tal vez por aquello de que el teatro sufrió en nuestra historia grandes oposiciones, curiosamente incluso en el Siglo de Oro, es decir, cuando había dramaturgos españoles tan felices que podían decir de sus obras que “en horas veinticuatro,/ pasaron de las Musas al Teatro”, pero también alguaciles y ordenanzas severas que regulaban, cuando no prohibían, el arte de la representación. Y sin embargo, la idea de que la acción pública (la presencia del político) tiene algo o bastante de teatral es igualmente antiquísima y un poco universal, entre otras cosas porque todo Poder se ha basado en todo tiempo y lugar en unos estudiados rituales del todo confundibles con la dramaturgia. La imagen que se nos ha legado de Alejandro o de Cicerón es, en buena medida, la del actor consumado que domina sus públicos o que, como Demóstenes, hace lo que haga falta para dominarlos con las capacidades de su arte, y a nadie escapará que la propia imagen general de la política –lo mismo si pensamos en una Corte convencional que en un aparato democrático– se parece a la que vemos lucirse en la escena, como una gota de agua a otra. Y cada vez más, por descontado. En la sociedad actual, con la propia dependencia mediática, el político debe peinarse o vestir de acuerdo con el estilista, es maquillado antes de posar y soporta clases de dicción a cargo del logopeda experto capaz de limar asperezas o infundir sugestiones a la voz. Teatro puro, ya digo, representación (no otra es la tarea de nuestros diputados), y programa variado que incluye desde la comedia de enredo a la actuación trágica pasando por el drama cuando es menester. Nunca entenderé por qué se molestan los políticos ante una constatación tan elemental. Si es porque ella implica cierta sugerencia de duplicidad o mentira en la ficción teatral, todavía me lo explicaría menos.
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En los años 60, cuando nuestros amigos de California (recuerdo muy bien a Carlos Blanco Aguinaga, por ejemplo) nos contaban las hazañas de Jimmy Hoffa o la inquietante ascensión de Donald Reagan que ya se había encaramado al gobierno de aquel Estado, muchos entre mis congéneres veían lejana la posibilidad de que el proceso se rematara y un actor secundario acabara convertido en Presidente del mayor Estado de la Historia. Pero Reagan no sólo logró su objetivo quinces años después sino que, bien miradas las cosas, nadie podrá decir que hiciera del todo mal su “papel”, mientras en los mentideros se contaba que Sinatra visitaba a su señora en la Casa Blanca por la puerta de atrás. El reciente anuncio de que Fred Thomson tratará de repetir la suerte de Reagan ha cogido con el pie cambiado a su propio partido pero parece ser que hasta las encuestas menos proclives incluyen en sus pronósticos la eventualidad de verlo más pronto que tarde en el Despacho Oval inmortalizado por los amores de Clinton y la becaria. Ni que decir tiene que Thomson eligió un plató para anunciar su proyecto y echó mano en él de sus mejores recursos para convencer al elector de la idoneidad que un actor de la serie “Ley y Orden” (Cánovas lo hubiera votado, no les quepa duda) sea en adelante el protagonista de un sueño americano que, ciertamente, atraviesa un momento de pesadilla. En fin de cuentas, si la política es teatro, hace tiempo que sabemos (Maravall, Duvigaud) que el teatro es política, sin excluir al eximio de nuestra época dorada que tan fielmente supo servir los intereses de la monarquía señorial-feudal y la moral eclesiástica que la sustentaba ideológicamente. Otro actor, pues, eventualmente, para la Babilonia americana. Me conformaría con que el gallinero no acabe viniéndose encima del patio de butacas.
Espero algún día que tus columnas se puedan leer en el diario «Público».
A «El País» hay que darle leña y arrinconarlos… «hasta arrojarlos hacia el mar».
De Rafael Alberti:
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!
Deje a ja donde está que está muy bien donde está, ¿me entiende, señor Charnego?
Otra estupenda coplumna, también por el lado culto, que alumbra un aspecto en el que se insiste mucho pero sin saber bien la causa.
Todo es teatro, jefe, la misma vida. ¿Qué me dice de la liturgia eclesiástica, o de la política? Una misa es teatro pqeo ¿nunca se ha fijado en lo que a escenario se parece el salón del Congreso?
A mucho bloguero, más que jóvenes que nosotros, les pillará de nuevas el asunto Reagan, pero a los seniors nos rejucenece ver que estás donde estçabamos cuando Aguinaga venía, creo que era desde San Diego, con la noticia fresca de lo que se estaba cociendo por allá.
Mucha verdad encierra el artículo de hoy.Los políticos son cómicos que pretenden actuar en la escena del mundo, y los cómicos se inspiran, para criticarla o sostenerla, de la escena del mundo. No sé quien es el Señor Thomson, pero lo mismo me da: lo mismo puede hacerlo bien que mal, independientemente que sea cómico o no.
Otra profesión que tiene mucho de cómico son les docentes, para bien o para mal.
Hombree, Jefee, no se nos deje por detrás a nuestra gran figura teatral de un pasado político bastante reciente. Aunque sus comienzos fueron una eme –lo que cuenta en sus pretendidas memorias, como casi todo en ese tochillo de recuerdos más falsos que los billetes de seis euros y autobombo sonrojante para quien lo lee- luego ha pasado el resto de la vida haciendo morisquetas en el semirruedo de la Carrera de San Jerónimo y montando siempre su misma astracanada en tablados y mítines.
Como buen, digo, mal cómico, fue adúltero pregonado, tres días a la semana con la legítima y cuatro con la concubina. Antes yo lo llamaba bígamo, pero vamos a dejarlo en adulterio. Y no me hablen de respeto a la vida privada y el derecho a la intimidad. Se supone –que ya es mucho suponer- que los políticos, perdonen pero me la risa floja, son personas capaces de ciertas fidelidades. En todo caso, habrían de ser monógamos sucesivos.
Ahora su papel es de hombre razonable, reflexivo, sereno y conciliador. A otro perro con ese hueso. (A este san Roque/ lo vide ciruelo./El milagro que haga/ no me lo creo).
Recuerde la señora Sicard que Colouche sacó su porcentajito de votos en unas presidencales de su país.
Scéptika se refiere a Guerra, por si se le escapa a madame Sicard, sea dicho. Y no me parece discreto ese ensañamiento habiendo tanto monógamo sucesivo aquí sin salir del blog, para empezar, el propio anfitrión.
No lo sabía, pero si es cierto, loor al anfi, eso que lleva en el cuerpo. (Al malintencionado ni me refiero, para qué. Seguro que no se ocmió una rosca en su vida).
La que ha armado Scéptika introduciendo el señuelo del adulterio! El tema merecía un respeto, porque no se trata sólo de un parecido entre las actividades (teatro y política) sino en una crítica que permite vislumbrar la falacia del sistema que imaginamos como un don del cielo, esta democracia imperfectísima.
Gran verdad se dice hoy en la columna, a la sombra del éxito de ayer que aún resuena. La fidelidad al maestro Maravall le honra y explica muchas cosas en tus criterios cuando mira la Historia, aparte de que este tema, en efecto, fue objeto de au aención particular.
Ferd Thomson, mi señora Sicard, es u otro «cómico» como Reagan, y bien destacado en la política americana actual, otro producto típico de esa democracia contradictoria que, como bien señala gm, logra a veces este milagro de hacer un presidente de un cómico con resultados no peores, ni mucho menos, que los conseguidos por otros.
Lleva razón ja en la previsión de un posible triunfo de Thonsom, y la lleva además en el comentario de que puede ocurrir con él como ocurrió con Reagan, es decir, que, coincidienco con un ciclo medio bueno de la economía, sepa adapatarse al Poder con cierta eficacia y hasta dignidad. Tampoco es cosa de olvidar que los políticos, y en USA como o más que en cualquier otra parte, vienen aser, aunque ellos no se lo crean, instrumentos de círculos de Poder invisibles y, en tantas ocasiones, tenebrosos. Y para hacer lo que otros sugieren o imponen vale cualquiera, si me permiten esta trivialización de una verdad de fondo que es como un castillo de grande.
Venga ése o el que sea, hará su guerra, hará su reparto y se irá por donde vino. Es lo mejor que tiene aquel sistema: la limitación raidcal de mandatos (excepciones roooseveltianas aparte).
Otro día de acuerdo, otro día brillante. Querido amigo, va usted por una buena racha, no la deje.
Ya lo creo que lleva buena racha, el amigo, por eso no entiendo el consejo del Abate para que mude la columna de templo. gm diría lo mismo aquí que allá, o sea que quizá sea cosa de que se muden los incómodos en El Mundo aunque sigan leyendo la columna en este blog.
No creo que sea preciso recordar a Guerra para hablar de estos «cómicos de la legua», los mejor pagados de la Historia. Todo es teatro, ess está muy claro, pero en la política habría que hablar de cinismo y no de teatro, porque el actor no engaña a nadie (aunque a veces se engañe a sí mismo), mientras que el políticos es un metiroso que cree justificada y normal la mentira.
No suelo intervenir, pero ayer me quedé con la gana y hoy aprovecho la ocasión de esta columna estupenda para hacerlo.
Aprovecho también para decirles que no logroe explicarme la hostilidad de algunos de los visitantes, con lo fácil que es obviar lo que a uno no le gusta. A mí no me gusta según qué periódico o qué emisora y lo tengo fácil: no lo compro o apago el receptor.
De acuerdo, como casi siempre. Conforta esta coincidencia en medio del caos.
21:21
“les molesta la comparación entre teatro y política.”
¿Por qué? Indudablemente la de cómico es una profesión mucho más digna y decente que la de político.
Gracias miles por las aclaraciones. De acuerdo con don Grillo, con Valdenebro, y don Estuario.
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