En su habitual estilo desacomplejado e inteligente, ha dicho Miguel Bosé que el mérito de un varón no puede consistir en llevarse al catre a cuantas más mujeres mejor sino “en saber dialogar con la mujer que uno lleva dentro”. Casi coincidiendo en el tiempo, Luis Eduardo Aute, que anda por Buenos Aires abarrotando el ‘Luna Park’, ha declarado en una entrevista que, “si la reencarnación existiera”, en una vida futura le “gustaría ser mujer”. Mucha tela para una sola semana, no me digan que no, por más que miremos con simpatía estas declaraciones que emanan, evidentemente, de la ancestral pulsión andrógina de la especie, ese mito tan realista que no hace sino traducir en la imaginación el prodigio evolutivo de la separación inicial de los sexos. Se cuenta que en las facultades españolas se pensó seriamente en censurar el pasaje de “El Banquete” platónico en que el maestro daba por cierto el mito del Andrógino primordial, aquel ser de naturaleza doble y doble atributo que Ovidio ilustró en la preciosa fábula de ‘Hermafrodito’ y del que la escultura renacentista dejó admirables muestras aunque fuera bajo el signo de la ambigüedad. No hay que ser un lince para comprender que en el mito bíblico de Adán subyace la idea del ser dual que la lógica más elemental exige a la hora de imaginar el comienzo de esta dudosa aventura que es la vida, pero tampoco en el otro lado del Mediterráneo, en la Grecia remota, era extraña una noción que algún himno órfico aplica al propio Zeus tonante, “varonil y mujer inmortal” en una sola pieza. Bosé y Aute están repitiendo en pleno siglo XXI esa imagen ancestral que expresa el deseo de reconquistar la unidad perdida, el ansia de volver al estado inicial refundiendo la división de los sexos en una imagen nueva que nos lance hacia el futuro devolviéndonos al pasado. Eliade veía reflejada en estas tentaciones, simples formulaciones arcaicas de la originaria biunidad divina –ese misterio tan mal resuelto por nuestras mitografías y que cuentan que sacaba de quicio a madame Von Stein– lo que reduce a mera anécdota la nostalgia andrógina de nuestros famosos.
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Hay una pregunta, en todo caso, que me sale al paso cada vez que veo replanteado el clásico problema, esto es, en cada ocasión en que escucho a algún varón proclamar su disposición a emigrar al otro sexo o, más concretamente, a reconocer a esa misteriosa dama que, por lo que dicen, arrastra sin remedio sus cadenas dentro del alcázar inconsciente de cada macho. Y esa pregunta es qué, si tanto abunda el hombre que asegura sentirse habitado por una hembra, no saldrá ninguna mujer diciendo que siente que lleva un varón dentro de sí, qué puede explicar que aquella nostalgia del origen la perciban en exclusiva los caballeros, como si lo que se pretendiera fuese mantenerse dentro de la lógica del mito que, más allá de la doble versión del ‘Génesis’, ilustra con meridiana claridad la metáfora de la costilla. Pero, insisto, ¿por qué no habrá mujeres que se sientan preñadas de varonía habiendo tantos machos que declaran sentirse miteados en lo más hondo por la secreta guerra de los sexos? También la batalla por la recuperación del origen parece reservada al sexo masculino, siempre edípico en última instancia, y eso es algo que debería inquietar más que otra cosa a la vigilante maquinaria feminista que con tanto aprecio suele acoger las proclamas andróginas de los hombres, cuanto más machos, mejor. Dan ganas, eso sí, de recordarles a estos pavos por encima del bien y del mal, aquello de Valéry de que si es verdad que todo hombre contiene una mujer, jamás hubo sultana mejor guardada. Y de insistir en lo raro que resulta que mientras tantos hombres declaran paladinamente su feminidad oculta ninguna mujer nos diga que siente rebullir en su seno la otra mitad. Hasta la serpiente va a acabar tomándose el ‘Génesis’ al pie de la letra. Al tiempo.
A veces al misterio o a la fábula se opone la frialdad de la ciencia. Cualquier estudiante de medicina, allá por su cuarto o quinto curso ha de enfrentarse a las cromosomopatías sexuales, es decir a las que ocurren en el par XXIII. No manejo una bibliografía muy actualizada pero podrían existir en nuestro país entre 160-200.000 afectados por estas noxas. Seguro que les suena el síndrome de Turner, el del Klinefelter, el de la doble Y (el súper macho con tendencia a la criminalidad, como el Arropiero), la doble X…
Quizás sea el Klinefleter, una trisomía XXY, uno de los más conocidos y no poco infrecuente. Sus síntomas abarcan tejido mamario agrandado, testículos pequeños, cifras alteradas de hormonas gonadales, micropene, escaso vello púbico, axilar y facial, con frecuencia lampiños totales, estatura alta… y nos definen a algún personaje con el que alguna vez seguramente nos hemos cruzado. Teniendo en cuenta que todo esto puede darse con una afectación más o menos acusada.
Y disiento hoy del Anfi, cuando repite que «… no haya mujeres que se sientan preñadas de varonía…» Hasta algún friki televisivo ha aparecido con las cicatrices de sus senos extirpados, con su dotación artificial de hormonas que le permite barbita y voz más grave y en las parejas de lesbis, lo normal es que la que puede adoptar un rol masculino, tenga un aspecto lo más parecido posible a un varón.
No es tan fácil, pero igual que el cambio de genitales externos en el paso de hombre a mujer es ya casi un juego de niños para los urólogos experimentados, el dotar a una fémina de unos aditamentos viriles en su entrepierna ya tampoco es un reto insalvable.
Una anécdota vivida en mi juventud. Allá en los muy primeros sesenta, en un pueblo en que viví un tiempo había una mujer, de aspecto sumamente hombruno, trabajadora del campo, que fumaba Ideales desde casi su niñez, en la inmediata posguerra, hablaba como un gañán y había recibido en la pila bautismal el nombre de Blasa. Todos la conocían por «Blas el de la Pipa». Ustedes mismos.
El argumento de ja no deja de ser interesante, aparte del fenómeno peculiar del transexualismo. Es verdad que se dice y repite lo que la «mitad femenina del hombre». A trochoe y moche. Y también que no se suele hablar de «la mitad masculina de la mujer». Creo que por ahí iba el comentario de la columna, que me ha parecido interesante y no poco irónica –por lo que no dice– respecto a los personajes que dan pie a ella con sus declaraciones.
Este viejo coleccionista de extravanagncias naturales también se inclina a entender la comenta de nuestro anfitrión en el sentido que señala el padre cura. Bosé o Aute no se refieren a que tengan pulsiones transexuales; simplemente «venden» una idea que saben que «vende» mucho. Ese lado de la cuestión podría haberle dado al jefe otra columna hecha.
No había caído en esa cuenta, tan graciosa, que ja nos hace: que ese tópico de la mujer oculta en el varón es un producto ideológico que no tiene correspondencia en el caso de la mujer. Me gustan estos atisbos.
Maricones los ha habido siempre y los habrá. Lo que no imaginé nunca es que hibiera tantos.
No se es homosexual por repetir ese tópico sobre el que, con tanta razón, ironiza jagm, pero su observación sobre la inexistencia del mismo tópico para las hembras es ingeniosa y me extraña no haberla oído antes nunca.
También a mí me parece que esta vez yerra don Pero más que don gm, porque, como va dicho más arriba, nada tiene que ver el transexualismo con el tópico de marras.
O pudiera ser que haya algo de indefinición, quiero decir que esa ambigüedad no sea fingida en esos personajes que se hacen publicidad repitiendo tópicos que saben que serán aplaudidos. No lo sé ni me importa, aunque también yo me he divertido con la cuestión planteada hoy: ¿por qué si hay tantos hombres diciendo por ahí esa metafórica majadería no hay mujeres que digan la que sería su opuesta, es decir, que ellas se sienten habitadas por un macho?
Yo estoy con el colega que ha dicho lo de los maricones.
Un país en el que se pueda hacer carrera por ser gay (caso del omnipresente Zerolo, por no extender la nómina) necesita que de vez en cuando se le recuerden cosas como la que hoy aprovecha para recordar gm: como la utilización del tópico es capaz de ocultar la evidencia.
Me ha encantado el razonamiento. Me ha extrañado en cambio que se la haya escapado la ironía a la finura de Perogrullo.
El final de lo que ha escrito ese Perogrullo es desagradable por demás. No hace falta ser tan chusco y grosero para decir algo tan sencillo.
Es que perogrullo es así de tosco, mi respetable señora. Usted sabrá perdonarme.
En cuanto a la columna, un servidor sólo pretendía añadir un punto de vista puramente genético. Ustedes, los que trabajan con la psique y el raciocinio, con el mito y la sociología, aportan a mi parecer -seguramente cortito de luces, no me dió más dones madre Natura- a veces sólo una cara de la moneda mientras yo me afano por presentar la otra cara de la luna, la que no recibe la luz.
Salud a todos.
Me ha parecido interesante TODA la columna, y nada chusca y grosera, por más que al principio no había cojido la gracia: gracias por habérmela indicado.
No creo que las mujeres aspiremos a una parte masculina porque es obvio que la tenemos todas.Creo que las mujeres hemos totalmente asimilado lo de la costilla: somos como los hombres, pero con algunas diferencias, que son necesarias. Si faltan algunas , ¡pobrecitas de nosotras!
Por otro lado, la verdad, es que cada día tenemos menos que envidiar a los pobres machos. Hoy en día ya no dominan casi nada.
acabo de comentar largamente la columna de ayer…
Para quien le interese.
Salud a todos
Si que me ha interesado el comentario de marta de la columna de ayer, pleno de sensatez y de sincero respeto por la educación de los jovenes.
Son más de las diez de la noche y aún hay luz en el cielo que se ve desde mi terraza. Me asombro cada vez que veo un anochecer, de estos de inicio de verano, de suave brisa y atmosfera leve.
Al pasar de los años veo con claridad que esa enorme fuerza que es el sexo se gasta más en ideas, en palabras, en pasiones internas reprimidas (vez amargas, vez acidas) que en la simple práctica siempre anhelada e idealizada.
Será que pensar que uno lleva a una mujer dentro es una forma mental de moverse dentro de ese sexo pensado/sufrido/idealizado; quizá para divertirse, aunque sea de esa manera?.
Será que las mujeres, siempre más prácticas que los varones, no caen en eso de pensar que llevan un hombre dentro, porque simplemente anhelan lo que el Amor de verdad de un hombre trae como compañía: fidelidad, ternura, dedicación, humor y alegría?.
Buenas noches a todos. Una estrella brilla sola y potente sobre la línea de luz amarilla que se apaga en el horizonte.
22:58
A mí también me ha gustado el comentario de doña Sicard a la columna de ayer.
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Yo, por mi parte, nunca he visto ni sentido a la mujer que llevo dentro, si es que la llevo.
Estoy más bien con don Grullo, a quien se le ha olvidado decir, aunque todos lo saben, que cada hombre lleva un cromosoma femenino heredado de su abuela materna que, por cierto, es muchísimo más grande que el masculino heredado de su padre, mientras que ninguna mujer lleva un cromosoma masculino. No sé si eso explica algo.
Yo, por mi parte, me declaro moderadamente homófobo, aunque respeto todas las tendencias sexuales independientemente de que me gusten o no.