Nadie sabe qué hacen donde han sido halladas las mil obres de arte intervenidas en los vericuetos del “caso Malaya”. Ni siquiera se conoce el dueño, lo que no deja de ser una buena razón para que el Estado –“res nullius”—las recoja sin demora e incorpore al patrimonio nacional, cabiendo caso omiso del peloteo entre unos y otros y olvidándose de la amnesia de los implicados. Son ya varios los tesoros semejantes descubiertos en Andalucía y, en alguna ocasión, hasta se dio el caso de la Junta ofreciera al poseedor ilegal una negociación que no llegaría a ninguna parte. ¿Qué más le da al Estado de quién sean esas obras de origen difícil o imposible de justificar? Tendría gracia que los saqueadores de Marbella acabaran por proporcionar el erario común un museo inapreciable. Teniendo en cuenta lo que se han llevado, no veo por qué dudar un solo instante el decomiso de lo intervenido.
Antes que nada adherirme a lo dicho a aúltima hora de ayer por JA Sánchez, a quien creo nuevo en el Casino. Lleva toda la razón, y ya verá como aquí esa idea suya es una constante de la columna. Incluso en la de hoy, más irónica, se va por ese camino. Bienvenido.