A Sánchez se le podrán negar muchas cosas pero no su capacidad trapacera y su instinto de chalán. Hoy mismo vamos a verlo ofrecer y negar derechos para conseguir –justo cuando la estadística parece dispuesta a serenar los ánimos— no ya otra prórroga sino dos en una: un mes (más o menos, eso estará por ver) que lo catapultaría hasta el otoño por encima del verano vacante, que es de lo que se trata. “La gente” (como dice el podemismo) se ha hecho el cuerpo al redil acomodada en el sofá y esa actitud masueta facilita el proyecto autocrático más agudo que ha conocido España, porque ni el cepo de la dictadura pasada dispuso nunca de una calma tan silenciosa. Las caceroladas no son más que un epifenómeno y la creciente audiencia televisiva el candado del chiquero.