Es difícil cuantificar el precio del honor, por supuesto, pero imponer a este periódico, como ha hecho una jueza sevillana, una fianza enormemente mayor que la exigida a los terroristas o a la indemnización exigida a Otegui por afirmar que “el Rey es el jefe de los torturadores”, no tiene el menor sentido. ¿Cómo es posible tratar con dureza infinitamente mayor a un medio por informar de un hecho debidamente investigado que afectaba a Chaves, que a un bailarín que atropella a un ciudadano, causa su muerte, lo abandona y se hace suplantar luego como responsable? ¿Por qué el honor de Chaves, en el caso inverosímil de verse afectado por aquellos hechos, ha de valer tantísimo comparado con lo que se concedió a la viuda o al hijo de ese atropellado, a pesar de que la Justicia ya dejó claro que su presencia en esa pleito concernía a su persona y no al Presidente? Si una campaña continuada de calumnias contra un magistrado vale aquí 6.000 euros, ¿cómo pueden pedirse 700.000 para garantizar una eventual reparación a Chaves? Casos como éste ratifican la tesis de que Andalucía vive bajo un “régimen” al que ni la Justicia escapa. Lo que está por los suelos es el honor de la autonomía.
«Ahora contaré una fábula a los reyes, aunque sean sabios. Así habló un halcón a un ruiseñor de variopinto cuello mientras le llevaba muy alto, entre las nubes, atrapado con sus garras. Este gemía lastimosamente, ensartado entre las corvas uñas y aquél en tono de superioridad le dirigió estas palabras.
«¡Infeliz! ¿Por qué chillas? Ahora te tiene en su poder uno mucho más poderoso. Irás a donde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirás de comida si quiero o te dejaré libre. ¡Loco es el que quiere ponerse a la altura de los más fuertes! Se ve privado de la victoria y además de sufrir vejaciones, es maltratado.»
Así dijo el halcón de rápido vuelo, ave de amplias alas».
Hesíodo (s. VIII a.C.), Trabajos y días, vv. 200-212.