La Comisión Episcopal Española se ha rajado de parte a parte ante la presión política (porque social no ha sido, desde luego) y ha pospuesto hasta el otoño su declaración política, esto es, el criterio oficial de la Iglesia sobre un asunto tan crucial como es el momento crucial que atraviesa la vida pública. En Andalucía mismo, la crítica vertida por los purpurados sobre el bodrio estatutario que han muñido entre PSOE e IU, está dando lugar a una sibilina estrategia de acoso, claramente respaldada por el poder, contra la externalidad de la relación religiosa, es decir, contra sus símbolo tradicionales, y singularmente contra los crucifijos de las escuelas que exigen que se retiren algunos padres claramente politizados y hasta ciertos círculos islamistas, que era lo que faltaba ya para el cuadro. Un cuartel andaluz está viviendo de paso la petición de unos guardias sindicados, incómodos con la inmemorial presencia de la Virgen del Pilar en los acuartelamientos como patrona que es del Cuerpo, de manera que entre la elevación de globos escolares y el lanzamiento de fantoches sindicaleros parece que estamos asistiendo al más anacrónico “revival” del anticlericalismo que –como yo mismo estudié hace años—ya resultaba dudoso en manos de representantes tan clásicos como Clarín, Valera, Galdós o el mismo Azaña. Nadie que conozca la Historia española puede extrañarse ante la inquina sentida en tiempos por parte de amplios sectores sociales contra la inquisición eclesiástica. Pero tampoco de la barbarie que supuso una réplica anticlerical que alcanzó cotas tan extravagantes y despreciables como los asesinatos de creyentes, la quema de templos e imágenes y hasta la incalificable exhibición de momias de religiosas exhumadas impíamente. Pero, ¿en qué quedamos, han cambiado los tiempos o no han cambiado, carecen hoy de sentido esos fervores vindicativos o resultan manifiestamente provocadores en su mezquino intento de “secularizar” una escuela, por ejemplo, en la que al tiempo andan perdiendo el culo por instaurar la enseñanza coránica y hasta la lengua y tradición del chino mandarín? ¿De verdad el problema vital que tienen los sindicatos de un cuerpo militar y maltratado como la Guardia Civil es retirar de su altarcillo la imagen de la patrona? Los obispos tal vez no han debido, por una vez, agachar la cabeza como mansos corderos y, sin embargo, lo han hecho, quizá porque más sabe el diablo por viejo que por diablo. Yo he visto y escuchado hacer ‘outing” masivo y acusar de homosexuales a esos prelados en una tele pública andaluza en la que el ordinario de Sevilla, a la semana siguiente, legitimaba con su presencia semejante barbaridad. No es fácil seguir a la zorra. Todo lo que cabe hacer es vigilar el gallinero.
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A muchos nos parece que es importante que la defensa de las libertades (incluyendo la de expresión y la religiosa, faltaría más) es tarea de todos los demócratas y, si me apuran, especialísimo deber de las conciencias que se consideren de izquierdas. Porque, vamos a ver, ¿por qué no va a poder opinar sobre la situación política una institución del peso tradicional de la Iglesia cuando todos los días debemos de escuchar los criterios y reivindicaciones de grupos de toda laya, desde los pacifistas a los “ecos” pasando por los antitaurinos o los gays? La Iglesia no puede intervenir en política pero tiene pleno derecho a actuar en el terreno de la moral, un código autónomo y libre que nadie impone a nadie, o en cualquier caso, no en mayor medida que el ejército a sus militares o los partidos a sus militantes, sobre todo a los “empleados”. Se ha equivocado el pastor esta vez y tal vez por eso se ha crecido el lobo que hoy reclama la retirada de símbolos como mañana podría reclamar otros injustos rigores. ¿La Constitución, dicen? ¡Pues anda que si tuviéramos que aplicar la Constitución y a lo largo y a lo ancho, aviados íbamos! Lo que parece mentira es que la izquierda, que tanto sabe de catacumbas, se preste a este paripé grotesco y anacrónico. Y por supuesto, que los obispos traguen.
Como lo políticamente correcto en este blog es glorificar al Anfitrión, y servidora lo ha hecho muchas veces, excepto algún breve disidente al que la mayoría consideramos un antisistema, hoy me voy a permitir el lujazo, ya que no juegan ni Expaña ni Argentina, de discrepar fifty-fifty con la lección diaria de nuestro benemérito -¿pillan el juego de palabras?- Maestro.
Vamos a ver. Hace 27 años largos que se refrendó la Consti que muchas votamos tapándonos “il nasso”. La mitad de ese tiempo má o meno, esta su Epi de todos ustedes/vosotros, lo ha dedicado a la enseñanza no universitaria (¿a que suena pedante?), es decir, ha sido maestra de niños chicos, como gustaba decir JRJ. Y por avatares que no hacen al caso, he tenido que pelar guardias en muy diversas garitas. En casi todas ellas había un horrendo crucifijo, lo de horrendo va por la calidad y conservación del mismo, y un cuadro enmarcado en patético marco de plástico de sus augustas majestades reinantes.
Pues bien, por donde pasó la Epi, casi siempre aprovechando unas navidades, un puente –todo el mundo sabe lo que le gusta un puente a una maestra- o un simple finde, desaparecía alguna o ambas monsergas, que viajaban ocultas en mi amplio zurrón desde la pared correspondiente al contenedor más discreto. Paréntesis: mi escuela, qué antigua Epi, lo de escuela- solía estar profusamente adornada de cartelillos, ah, mi famoso método de lectoescritura, por lo que nadie echaba de menos a los adefesios. Fin del paréntesis.
Hace unos días leí que en muchos sitios la desaparición de esos signos externos, que nada decía a los educandos o a los intrépidos picos, pero sí sublimaba el ego de los mandarines –que cada una coja el rábano por donde le pete- ha sido paulatina y aceptada. No voy a poner en discordia el cociente intelectual de los beneméritos teresinos, pero sí les aseguro que a los rapaces de seis u ocho años, la presencia o ausencia de dichos signos les traía gloriosamente al pairo. Conclusión: ha pasado tiempo suficiente para que esa minitransformación de la escuela en escuela aconfesional, o los cuarteles con misa obligatoria a los/las patronas/os los días de rigor, se hubiera producido hace tiempo.
Sí coincido con nuestro Pastor en que tomarse por las bravas la presencia/ausencia de los repetidos signos hasta hacerlos “casus belli”, habiendo como hay tantos otros agujeros que no deberían existir en las escuelas y en las casas cuartel, me parece una pasada de lo más necio.
Vaya, doña Epi, me encanta como escribe usted, aunque no siempre esté de acuerdo con lo que dice.
Es de peli lo que cuenta : me la imagino con la cruz bajo el gabán , acercándose con cautela a un contenedor, echando un vistazo a diestra y a siniestra, y desaciéndose rapidamente de la susodicha.
La comprendo: nada más atroz que esas cruces sansulpicianas. Sólo espero que no vengan tiempos en que las echemos de menos o que tengamos que defenderlas, sean cual sean y por muy feas que nos parezcan, porque nos las habrán colgado, y porque, al fin y al cabo, tienen para nosotros más sentido que el croasán , la egipcia o la trebolada. Sino, también están la potenzada, la ancorada o la…..ya saben.
PD.
Se me olvidaba: estoy totalmente de acuerdo con don José Antonio…Y no siempre es así, por eso lo recalco.
Pues yo también, y reclaco el valor de este señor de izquierdas al que no se le cae ningún anillo por ponerse el mundo por montera y navegar contracorriente. ¿No se cansa, amigo mío? Llevo tantps años siguiéndole el rastro –¡desde Triunfo y aquella Revista de Occidente que aún se podía leer con gusto!– que a veces no alcanzo a entender su aguante. ¡Y mira que uno sabe de aguantes! Un abrazo a todos, incluso a doña Epiconoclasta, aunque no me he creído mucho ese cuento asustaviejas. ¡Es demasiado «legal» doña/don Epi para echar cricifijos a la basura! Mis bendiciones.
No me sean seguidistas, carabba, dense cuenta de la estrategia guerracivilista una de cuyas bazas fundamentales y c´lásicas es el rollo anticlerical, la batalla de los símbolos. Lo que nos faltaban eran los moros diciéndonos qué podemos poner y qué no en los cuarteles de la Benemérita, con perdón, mientras ne sus fronteras sus guardias nos exigen dinero (a mí, en la de Ceuta, sin ir más lejos). GM demuestra independencia, porque lo fácil es seguir el señuelo de la aconfesionalidad y demás, mientras que lo que él dice es que todo eso son, aparte de «invasiones» injustificadas, cortinas de humo. Mientras España se rompe, mientras e rinde el Estado a los terroristas, mientras el Gobierno y algunos partidos le dicen a los jueces que no apliquen la ley a los terroristas y permitan, por ejemplo, la extorsión…, a GM y a muchos nos parece una estupidez entrar al trapo de unos cuantos padres de un pueblo de Jaén que me jugaría esta mano con que tecleo y la otra a que andan rondando el PSOE y bailando con Zarrías. Aguante, señor, échele eso que suele, y no se raje istde como los ministros del Señor o como los de Zapatero.
¡Viva la independencia de criterio! Decir lo obvio es a veces lo más difícil. Ir contra el tópico, lo menos conveniente. Hay que feliciatrse en nombre de la democracia profunda cuando vemos a alguien decir lo que bien sabe que será criticado por los que navegan siempre mentalmente a favor de la marea.
Ay, mi don Páter, y en qué buen concepto, inmerecido, me tiene; ay, mi doña Anais, y vaya guasa de alias que me gasta. Pero no, servidora no es una asustaviejas, sino tan solo una vieja. Lo que pasa es que si no alboroto una mijita el gallinero nos pasamos otro día con uno o dos comments y nuestro don JoseAn no se merece tanto silencio.
En mi anterior y truculento, ¿truculento? coemntario hay más de un 90% de verdad. No veinte, ni diez, ni siquiera cinco, pero sí cuatro veces, cuatro, servidora hizo lo que antecede. Podría casi dar fechas pero no pelos ni señales.
Era muy fácil. Habiendo salido los gorriones del nido escolar, una se subía en una silla como a pegar o despegar uno de mis cartelillos, ah, mi famoso método de lectoescritura, y descolgaba los patéticos cuadros de plástico de nuestros monarcas felizmente reinantes. En una de las ocasiones desclavé , ¿cómo suena eso?, al mismo tiempo el crucifijo, una pieza rota y sucia que a nadie de los que trabajábamos alli dentro, mi nidada escolar y yo, nos decía nada.
Luego nada de ir sigilosamente al contenedor. De la pared iban a una bolsa de plástico de un súper y de allí, con toda normalidad al contenedor.
Me perdonarán que una vez más me repita, Epimorcilla. Ahí van mis dos últimos renglones de lo que escribí esta mañana: …»habiendo como hay tantos otros agujeros que no deberían existir en las escuelas y en las casas cuartel, me parece una pasada de lo más necio.»
Ah. Y nadie ha dicho ni mú de la misa o-bli-ga-to-ria en muchos cuarteles de nuestra quwerida Expaña.
Vaya, otra postdata: En los tres casos contemplados en la primera fase/frase, no retiré los crucifijos porque YA no estaban.