Un joven de Toulouse que escribió al papa exponiéndole sus dudas de cristiano homosexual ha recibido una llamada directa del pontífice para tranquilizarle en un tono benévolo y conciliador. El papa que, tras denunciar la existencia de un lobby gay en el Vaticano, durante su vuelo de vuelta de su viaje a Brasil se preguntó ante los periodistas quién era él para juzgar a una persona en esas circunstancias, parece empeñado en dar muestras de comprensión ante un fenómeno tradicionalmente satanizado por la moral eclesiástica, abriendo las puertas de par en par a los hasta ahora excluidos. Poco antes, a mediados de agosto, Francisco telefoneó también a un joven estudiante italiano que le había confiado su pérdida de la fe del mismo modo que, ya a finales de ese mes, llamó en persona a una mujer argentina que había sido violada a la que quiso transmitirle su apoyo moral. Paralelamente, la prensa dominicana descubre que, también a mediados del mismo mes, el papa habría destituido de manera fulminante a todo un nuncio apostólico, el de la República Dominicana, monseñor Josef Wesolowski, designado a principios de 2008 por Benedicto XVI, tras conocerse ciertas oscuras circunstancias que probaban la pedofilia del prelado. Es pronto tal vez para formarse una idea cabal del nuevo pontífice, pero no cabe duda de que, a juzgar por esos gestos tan inusuales como valiosos, algo ha cambiado en la Iglesia romana. A un distinguido obispo español tuve oportunidad de escucharle hace sólo unos días que, muy probablemente, al papa Francisco lo han elegido en el reciente sínodo no pocos cardenales para los que, hasta el momento de la votación, no resultaba idóneo. Para el obispo ello permitía entrever la mano del Espíritu Santo; para quienes lo escuchábamos con atención, en todo caso, la tesis en cuestión resultaba del todo plausible.
En bien poco tiempo, el nuevo papa ha demostrado firmeza y buen criterio en esas dos materias reservadas que han sido toda la vida las finanzas vaticanas y el tabú de la homosexualidad, dos ámbitos cruciales en los que sus dos antecesores no se atrevieron a entrar con decisión. Ahí hay un papa, pues, seguramente conservador en materia moral pero del que cabe esperar cambios decisivos que hasta ahora se creían imposibles, en función de los intereses creados y, hablando en plata, también de la propia corrupción de la curia. En cualquier caso, un papa al teléfono no deja de ser un acontecimiento sin precedentes.
Está muy bien su interés por el Papa, aunque nunca sé si escribe a su favor o con ironía. Creo, de todas maneras, que las cosas de que da cuenta en sus columnas hablan por sí solas. Y se ve que su información es buena y su reflexión tranquila. ¿Una raya en el agua?
El problema grave es que, mientras la Santa Madre sea un coto cerrado de hombres célibes, los más «humanos» tendrán «desviaciones sentimentales» que sí no pueden encauzar hacia el otro sexo, buscarán satisfacerlas entre ellos.
Estuve interno, severo internado, entre los 11 y los 17 años. Llego a atraerme un efebo lampiño, de labios carnosos y largas pestañas. Un tormento para una conciencia. Igual que lo supere con Dios y ayuda, nunca mejor dicho, podía
haberme deslizado hacia el pecado nefando.
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¿Cuándo se va a acabar el veraneo, srs. casineros? La columna de hoy dice cosas importantes, llama la atención sobre hechos que no deben pasar desapercibidos y también sobre la identidad que va revelando el nuevo Papa, un asunto importante no sólo para los católicos. Francisco apunta maneras que ni sus enemigos, que los tendrá, podrán negar porque están ahí a la vista y son de gran alcance. Creo que ja hace bien en estar atento a estos cambios pontificales.
Me refería a la jerarquía, clao, y al clero regular.
(Con permiso, para mi doña M.: me la ha jugado wordpress con la fotito. En una semana cumplí 11años y murió mi madre. La foto me la hicieron en el cole solo unos pocos días después. Un beso)
Conmovedora la foto, querido don Epi, aunque creo que hoy resbala un poco su lógica habitual, puesto que lo que el papa dice la columna que ha reprimido no es la homosexualidad –la indiferenciación sexual infantil es bien conocida– sino la pedofilia o, como sé que a usted le gusta decir, paidophilia. En mi larga vida no había visto nunca destituir así a un nuncio, tengan esto en cuenta y pónganlo en el haber del pontífice, como hace con buen tino don ja.