Es a las guerras a las que convendría aplicarles eso del “efecto mariposa”, ya saben, la influencia distal que un hecho es capaz de producir, según una lógica tan fatalista como indescifrable, en el otro lado del planeta. La del 14-18 que cantaba Brassens, es decir, la llamada Primera Guerra Mundial, enriqueció a las burguesías españolas que supieron aprovechar la neutralidad del país para ampliar negocios que no podían ni soñar pocos años antes. La de Vietnam condicionó, según los especialistas, el desarrollo del capitalismo americano durante una década al menos y, en buena medida, también el de la propia Europa y ya sabemos lo que algunos díscolos como el maestro Ernst Mandel pensaban del alcance de la llamada “crisis del petróleo” en la paz y en la guerra de medio planeta y parte del otro medio. Estos días ha anunciado el impronunciable Vsnehseconombank, el banco estatal ruso que se ocupa de la deuda externa, la liquidación de la vieja deuda contraída por los soviéticos con el exigente “Club de París” que agrupa a los grandes países acreedores, una deuda que ascendía, según parece, a casi 24.000 millones de dólares y a la que estaba a punto de aplicársele, en plan Shylock, un prohibitivo interés del siete por ciento anual. ¿La causa? Pues el alto precio del petróleo, la odisea del barril de ‘brent’ que amenaza con descrestar todas las previsiones pero que, de momento, no cabe duda de que está permitiendo hacer su ferragosto a más de uno, entre ellos a la nueva clase rusa. ¿Y el motivo de esta subida? Pues el motivo de esta subida es, obviamente, el nuevo estallido de Oriente Medio, un conflicto cuya motivación económica –todo lo subsidiaria que se quiera—han logrado disimular admirablemente quienes lo han provocado y lo manejan. Crudo lo tienen los detractores del viejo marxismo a la hora de desmontar la evidencia de la motivación económica de la guerra, y fácil los beneficiarios para simular una aflicción que cuesta aceptar a la vista de los resultados. Montesquieu sostuvo que la guerra contribuye a la felicidad de los pueblos a través de la discreta distribución del botín. De los pueblos, no sé, pero de quienes los gobiernan como cortijos, no me cabe la menor duda.
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Como es natural ese enriquecimiento colectivo no se corresponde en absoluto con el declive palpable de la situación socioeconómica de los pueblos desgajados de la antigua URSS. Dense una vuelta por San Petersburgo o por Kiev, viajen por el interior del país, observen la vida del propio Moscú y podrán comprobar enseguida que el nivel de vida ha caído en picado y la vieja economía de subsistencia se abre paso como puede mientras sus magnates se enriquecen hasta el punto de permitirse operaciones como ésta del colosal pago adelantado de la enorme deuda externa que, como es natural, calculan los expertos que producirá, a través del ahorro, un notable beneficio. A algún krenlinólogo le he leído esta temporada que la “nueva clase” putiniana se ha marcado como objetivo conseguir estabilizar un nuevo país de nivel medio, que base su potencia en su propia enormidad, pero que acepte vivir en régimen de dependencia, como decían los sociólogos antiguos, es decir, trampeando a base de limitar el consumo e importar tecnología. El paraíso capitalista se ha desecho de la deuda soviética, es verdad, pero todo indica que, salvo para la oligarquía (y por supuesto, para las mafias, en la medida en que sean cosas distintas), no va a ser de entrada libre ni mucho menos. Los agentes de Putin han anunciado con explicable ufanía que Rusia no es ya deudora sino que, ofreciendo créditos estratégicos, está dispuesta a integrarse en adelante entre los países acreedores. Hagan ustedes dos revoluciones, una al derecho y otra al revés, para conseguir que el sector más espabilado se quede con el manso. El KGB no debía de ser tan mala escuela. Si les quedaba alguna duda ahí tienen este último éxito de Putin.
No toca el Maestro -enredado en sus altos conocimientos de sociología- la plusvalía añadida de todas las guerras: el pastel de la reconstrucción. Tras la beirutización de Beirut hace más de una década, se pusieron las botas cementeras, cosntructores -pongamos que hablo de Madrid- y finos escayolistas que comían embutido ibérico y bebían rioja allí mismito.
«En una mala feria se pone rico un gitano» decía mi papá, cuando aún se podía mentar la palabrita sin que a una la despellejaran viva por incorrecta. Tras cualquier guerra, África es otra cosa, se pone en marcha una colosal procesión de carroñeros que se alimentan, y cómo, de tanta muerte como quedó entre los escombros.
(Aviso a andaluneteros: a veces el blog del Jefe funciona como el culo. Para guinda hoy en el quinto párrafo empezando por el final se les cuela un «desecho» donde debía poner deshecho que me ha puesto los pelos de punta. No digo de qué sitio.)
«Crudo lo tienen los detractores del viejo marxismo a la hora de desmontar la evidencia de la motivación económica de la guerra, y fácil los beneficiarios para simular una aflicción que cuesta aceptar a la vista de los resultados.»
Y ahora casi un copy-pego:
«Grazia Deledda…Juan Moreno dice:
Domingo, 13 dEurope/Berlin Agosto dEurope/Berlin 2006
Uf..esto necesita poca reflexión. Tengo mucho que hacer doméstico-familiar y el calor aprieta.
Solo un cosa a vuela pluma: Nunca he creído en guerras religiosas, pués siempre hay detrás de todas ellas motivos ocultos, económicos y materiales.»
Les recuerdo a los visitantes del blog, que el próximo viernes el anfitrión presentará una conferencia de Antonio García Trevijano en Punta Umbría.
Si alguno de la zona acude, le agradecería hiciese una pequeña reseña en casa JaGM.
Motivo tertuliano habitual: si sibe el petróleo, sube el precio; si baja, éste se queda como estaba. Pues es peor: resulta que el petroleo sube porque hay guerras, lo que quiere decir que si hay guerras se forran unos pocos, mueren muchos y a la mayoría nos suben los precios y nos aplasta la inflación. Vale, el comunismo era muy malo, pero ya me dirán algo del capitalismo…
Todos nos alegraríamos mucho del progreso de la Madre Rusia, menos del agosto de sus dirigentes. Y si está en lo justo nuesto anfitrión, lo que ocurre en Rusia es lo e´l mismo viene repitiendo hace años: que las mafias se han repartido el poder y, con él, la riqueza del inmenso país. EStamos viendo en España y otros países europeos la avalancha de lo que ja llama «la nueva clase» rusa, getenralmente tomada por mafiosa, aunque tal vez eso no sea justo. Este gigantesco negocio del petróleo es interesnte porque da idea del volumen de esta revolución que está creando –otra vez– una nueva clase, no ya dirigente, sino directamente explotadora.
Si eso ocurre en Rusia, querido ja, imagina el efecto sumatorio de la crisis de acumulación en los demás países productores, que da la casualidad que son peligrosos casi todos para Occidente. Imagina a Venezuela e Irán y una docena más almacenando riqueza y, de paso, condicionando a placer la economía del llamado «mundo desarrollado». Nuestrac dependencia es atroz, pero el hecho de que una guerra potencie el mecanismo de desigualdad estratégica pone los pelos de punta. Estoy bastante asustado y este artículo tuyo –que coincide con cosas que leo estos días aquí en mi tranquilo campus americano– ha acabado de aterrarme. Escríbenos algo divertido, anda, buen hombre. Ahí tienes lo de la censura de los dibujos animados, pro ejemplo, ¿no te inspira nada?
Me parece que don Juan Moreno (o Grazia Deledda, como guste) no coincide del todo con la argumentación del anfitrión. Hay guerras religiosas, en efecto, que no obedecen a motivos económicos: ahí tiene a Calvino. Hay guerras que se hacen por dinero (la miserable guerra del opio, sin ir más lejos), pero que la guerra provoque beneficios es cosa diferente. Efecto mariposa, sí señor, y eso es lo grave. Un imbécil como le gorila venezolano no influye en Medio Oriente pero se forra si caen bombas sobre Líbano. Qué pena, de verdad, y qué incosciencia la de unos y otros. Nunca la Humanidad supo tanto de sí misma ni se vio menos asistida por su discreción.
Si me permiten la intrusión, entraré para recordar que la ascensiónb de los nuevos millonarios coincide en Rusia exactamente con la crisis final de la corrupción brezneviana, que la verdad sea dicha, era una corrupción de juguete y veraneos en Crimea, peor no esta merienda de negros que inauguró Putin cuando repartió los sectores estartégicos entre sus aliados más firmes. En Rusia lo que se ha creao es una nueva aristocracia, en este caso no censada en un Gotha sino en los registros secretos de los paraísos fiscales. Me ha gustado mucho ver que en España (yo no soy español pero, como consorte, cual si lo fuese) se ve claro y se habla fuerte. Les puede parecer una curiosidad pero es cierto que en esta Europa va bajando el volumen crítico y apenas se oye ya un rumor. El pensamiento débil era una bendición con la que está cayendo, por eso agradezco esfuerzos como éste. (¡¡¡Y diario!!!).
Guerra y dinero, pues claro, a ver qué quieren. Pero está en su punto la observación que leo más arribafirmada por Bárbara. No minimicemos el papel del fanatismo religioso, señores, porque a la vista está que no es ninguna broma. En este momento no hay poder en el mundo capaz de garantizar que en poco tiempo la amenaza terrorista de origen religioso no incluirá armas atómicas. Hemos de entender, junto con las razones que prodiga la propagana y el prejuicio antijudío, que el conflicto se fue de las manos hace mucho, pero que ahora –tras la catástrofe revolucionaria del Irán de Jomeini– ya es otra cosa imprevisible.
Justo y medido artículo, mucha verdad en él, terrorífico panorama: la guerra produce el negocio. Maestro, casi le hubiera agradecido que se hubiera quedado una temporada en Venecia. Desde allí parece usted más tranquilo, menos alarmado, no sé cómo explicarle, incluso más humano. Con el respeto que sabe que le tengo le digo estas cosas porque, no quiero engañarles, su columna de hoy, con ser sabido lo que contiene, me ha dado la mañana.
Pura constatación de la vieja teoría, no hay que darle vueltas. Pero hay que convenir con gm en que el «milagro» ruso –liquidar la deuda enorme en una breve crisis de subida de precios del brent– es para espantarse.
Estña bien recordar a Mandel, pero ¿no demuestra lo que caba de contarnos que Mandel no llevaba razón cuando sostenía que la crisis no se debía a las oscilaciones de precios de la energía? Ya sabemos que el tema es más complejo, pero a la hora de citar a Mandel convendría no eludir sus fallos.
La cita de Montesquieu, estupenda, pero lo de que el KGB debió de ser una «buena escuela» para esta pandilla, definitivo. Mala suerte la de Rusia, no hay duda. Lo de Gorbachov era tan impropio de ese destino que parecía un cuento. Y lo fue, una vez consumado el primer acto, que era la destrucción de las ruinas soviéticas.
Usted no gusta de la URSS ni de Rusia, no se desmaya por los EEUU como muchos pero tampoco los traga del todo, a Europa le da palos cada vez que puede (lo he escuchado en radio varias veces, y en tv también). Entonces, sr. gómez marín, ¿usted qué modelo tiene en la cabeza? No quiero decir que sea incoherente, al revés: me gustaría que explicitase esa idea de la política tras tanta crítica. Precisamente porque es usted de los pocos escritores que todavía mantienen el hacha de guerra. No me lo tome a mal.
Por favor, diga cuando será lo de Trevijano de que habla un señor antes, a mí me parece Trevijano uno de los pocos que dicen la verdad por las claras. Si es usted quien lo trae invitado le doy mi enhorabuena, porque eso demuestra que no se le caen los anillos por casi nada.
Me parece que doña Epi no cala fino hoy. Ja no se refiere al negocio consabido de las postguerras (y de las guerras) sino al hecho de que, en plan «efecto mariposa», un bombardeo en Líbano pueda poner rico a Chávez en Venezuela o a una mafia como la que gobierna Putin. Lo del cemento de Beirut (y de tantos sitios) es, como dicen nuestros genios, el chocolate del loro comparado con estas cifras. ¿No ha leído, doña Epi, las cifras que ofrece la columna?
Nada que no supièramos, ese asunto es muy viejo. Otra vez será.
No hay peor sordo que el que no quiere oir, don ja, así que olvide al bombista.
Bien por defender que claro que hay guerras de religión. Que luego de todas ellas salga el negocio nada tiene que ver. El ejemplo de Calvino viene al pelo, aunque habría (seguro que lo sabe jagm) muchos otros, cientos, que recordar. Hasta parece que la Guerra Civil española tratan algunos de convetirla en guerra de religión. Por ambos bandos, unos cegados por la agresión sufrida, otros arrastrados por la ceguera que los llevó a agredir. Y los de hoy, los nietos zapateristas, vaya usted a saber por qué. Yo propongo que por puro oportunismo, aunque ya sé que el columnista defiende que se trata de una estrategia contra el PP, idea que respeto cada vez más.
Iba a hablar de otra cosa, pero ya que es la primera vez, me permitirán que insista en lo que días atrás alguien ha señalado: la aparición de mortuorias de la guerra civil en los periódicos. La anterior intervención me ha hecho pensar en este hecho, que me pone los pelos de punta. Pero esto es lo que vamos a recoger de la siembra de Zapatero y los partidarios del rencor disfrazado de memoria. Ahí tienen lo que puede dar de sí la memoria: mortuorias de los dos bandos. Un pueblo que no supera una tragedia no merece la paz. Un gobierno que fomenta la revancha no merece serlo.
bárbara dice:
Miércoles, 23 dEurope/Berlin Agosto dEurope/Berlin 2006
Me parece que don Juan Moreno (o Grazia Deledda, como guste) no coincide del todo con la argumentación del anfitrión. Hay guerras religiosas, en efecto, que no obedecen a motivos económicos: ahí tiene a Calvino.
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Lo siento señora pero ha puesto Ud de ejemplo al reformador Calvino.
Precisamente el que justificó el interés en los préstamos, en contra de la condena rotunda que dictaba la Iglesia Católica.
¡¡ vamos al padre espiritual del depredador capitalismo !!
Sólo para lamentar que el amateurismo de alguien le permita una una interpretación semejante de Calvino. Ya somos tres a favor de que hay guerras religiosas sin más, pero si se empeñan los aficionados, pues para ellos la perra gorda.