Conservo un libro del extraño surrealista Louis Scutenaire (“Mes inscriptions”) que me regaló un viejo amigo, profesor de la Sorbona, hace muchos años, y en el que con un trazo intenso de adolescente dejé subrayada una frase que miro de vez en cuando, y en la que venía a decir que la medicina había hecho grandes progresos en el último siglo, el XX, a base de “inventar por millares nuevas enfermedades”. Lo he recordado al caerme en las manos una entrevista aparecida en Attac España en la que el premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts se deja caer con la revolucionaria tesis –casi más perversa que la de Scutenaire—de que los grandes laboratorios de la farmaindustria se rigen por la lógica de mercado, de modo y manera que antepondrán sus beneficios a la salud misma nada menos que a base de evitar la investigación de medicamentos capaces de curar efectivamente para favorecer el de otros cuyos efectos sean cronificar la enfermedad aliviada. Dice a las clara el sabio que ha conocido casos en que investigadores dependientes de las farmacéuticas han obviado descubrimientos capaces de curar, sencillamente porque a sus financiadoras “les interesa menos curarle a usted que sacarle el dinero”, lo que las llevaría a demandar fármacos que puedan aliviar la situación del enfermo con una mejoría que desaparecerá en el momento en que deje de consumirlos. Desde esa perspectiva, Roberts sostiene que, aún siendo más eficaz el sistema americano de investigación en general, entiende que el europeo, al ofrecer una financiación mixta, le ofrece más garantías, pero sobre todo proclama a voz en grito que lo intolerable es una estrategia investigadora que ha llegado al extremo –dice él—de interrumpir investigaciones de antibióticos por el mero hecho de ser “demasiado efectivos”, lo que, al provocar la resistencia microbiana, habría dado lugar, por ejemplo, al resurgimiento de enfermedades en vías de extinción como la tuberculosis. Se ponen los pelos de punta, ciertamente. Lástima que no se le pongan a algún fiscal.
Se pregunta el sabio en cuestión si es tolerable que una industria que juega con la salud se plantee en base a los valores del mercado, esos antivalores, para decirlo con propiedad, que anteponen el beneficio a cualquier consideración ética o moral, y apunta a los políticos como responsables últimos de semejante barbaridad al ver en ellos, lisa y llanamente, “meros empleados de los grandes capitales” a los que deben su propia financiación cuando no han sido comprados por ellos. “No se hagan ilusiones”, nos predica desde su alto púlpito. Desde luego la cosa es como para no hacerse ni la más mínima.
No es ninguna novedad lo que dice pero si es un escándalo que justifica cualquier comntario y censura. También habría mucho que hbalar sobre el modo de experimentación, el recurso a los presos, el abuso de inocentes tercermundistas y hasta ´los atentatorios experimentos domésticos (por ej. en USA).
Cuenta usted cosas que la dejan a una helada. ¿Cómo pñuede haber tal falta de conciencia, y tan poca autoridad? Es para echarse a temblar. ¿Está loco este mundo, amigo ja, lo cree usted así?
¿Habla con pruebas ese Nobel? ¿Y usted?
¿Quién no ha visto películas sobre laboratorios maquiavélicos?
Una vez más la realidad supera a la ficción.
Creo que es el sistema el que va mal, esto de anteponer el dinero al hombre, porque esto se puede decir de casi todas las ramas de la actividad humanas. Y sin embargo, la tendencia es copiar al capitalismo americano y hacer de la ganancia el objetivo último, anteponiéndolo al hombre: en Francia quieren «privatizar» (cuando ya no están en manos de los fondos americanos o de otros fondos privados) la salud, la justicia, la educación, los transportes, la producción de energía, los fondos para pagar las jubilación, los seguros,todo ello con el objetivo de hacerlos más rentables. y yo pregunto ¿más rentables para quien?
Un beso a todos.
Lamentable asunto. Es ya un tópico denunciar a la farmaindistria –que tiene, sin duda, importantes logros en su haber– pero nadie mueve un dedo desde el poder para poner límites a su ambición. Lo de las vacunas de la «gripe A» es una de las operaciones de capital más impresionantes que he visto en mi vida. Y picaron todos, y hasta se dieron empujones en la cola los Gobiernos (menos el británico, que no tragó, creo recordar) para conseguir la vacuna inútil. ¿Quién estaba detrás. Aaah…
¿Quien no es un golfo en este país, qué digo, en este mundo? Me ha echado usted abajo los palos del sombrajo.
Este debería sewr un asutno para la Justicia, no para quedarse en la opinión. No lo será. Hay demasiado dinero por medio.
Un asunto tenebroso, como el título. No cabe en la cabeza que pueda existir tanta maldad. Tanta ambición, sí, por supuesto: está a la vista.