La policía de las Islas Marshall rescataba la semana pasada a un mexicano, José Salvador Albarengo, al que encontró en un atolón contando a quien quisiera creerlo que llevaba en el mar y a la deriva desde diciembre de 2012, alimentándose de peces atrapados a mano y tiburoncillos agarrados por la cola, sin otra bebida que sangre de tortugas y agua de lluvia, siempre a bordo de su cascarón de siete metros. ¿Verdad, camelo? Bueno, más bien se trata de un clásico de la marinería, de esos que se cuentan (o se contaban), a la luz de los quinqués, en las tabernas costeras, como las que nos metieron en la cabeza Melville o Stevenson, ilustradas en su fachada con el reclamo de una ballena o un loro azul. El mar es un espejo deslumbrante que refracta estas leyendas valientes, como aquella de Alexandre Selkrik, el bucanero dieciochesco desembarcado a la fuerza en la isla de Más a Tierra, en el archipiélago de Juan Fernández, según los usos de la piratería, y recogido tras cincuenta y dos meses por otro “hermano de la Costa”, el capitán Thomas Strandling, del que terminaría socio en su viejo oficio. Esto al menos fue lo que contó Selkrik y lo que inspiró a Defoe la epopeya de su Robinson Crusoe y su criado Martes, que el maestro inglés alargó nada menos que hasta los veintiocho años, y que parece ser que nutrió a manos llenas con los datos facilitados por el “náufrago” y también en el diario de a bordo que publicó, ya en su vejez, el capitán que lo “aisló”, y nunca mejor dicho.
La verdad es que ni en la deliciosa crónica de la piratería de Exquemelin ni en la moderna historia del gremio escrita por Juan Juárez había encontrado uno, modestamente, un caso como el de José Salvador, que es casi un guion ya listo para ser rodado, preferentemente en el technicolor de los años 50. Pero díganme, con la mano en el corazón, si las piraterías que hemos de combatir en la actualidad, resisten la comparación con aquella profesión inmemorial a la que, por cierto, perteneció Colón antes de ascender a almirante. La leyenda del náufrago, la escena del hombre a solas con el mar, el tema de la soledad y la autonomía radicales, no es probable que se extingan nunca, le cuadren o no al escepticismo contemporáneo. He contemplado a ese hombre fornido (¡), orlado por su barba hirsuta, como se mira la estampa de un libro infantil, ajeno por completo a las porfías que la noticia ha levantado entre los pálidos habitantes de nuestras urbes.
(Me temo que le jugó otro embolique la memoria, mi don JA: era Viernes el compañero rescatado de entre los caníbales. Pero buee).
Buena también la peli «Náufrago» de Tom Hanks (Gump, Forrest Gump), hablando con el balón en su isla.
Creamos la historieta del nuevo Robinson. Entre tanto pirata de cuello duro bueno es que retornemos de cuando en vez a la infancia, la única patria.
bonita columna, don Josean , que nos cambia de la basofia general, y de los temas tristones que pululan.
Besos a todos.
Ya sabemos como es nuestro ja, don Epi, fue siempre así de despistado. Lo bueno es el contraste de ese despiste formal con la rigurosidad de su juicio crítico. A mí, de todas maneras, la columna me ha resultado muy evocadora y muy de «vuelta a la infancia» o a la adolescencia soñadora.