Hay una historia ejemplar entre las cosas de Alejandro que bien podría servir en nuestros días de contraimagen de la vocación política. La cuenta Curcio Rufo, aunque también es aludida en Justino y Diodoro, y refiere cómo aquel gran conquistador hizo rey de Sidón a un aristócrata pobre que ganaba su pan como jardinero cuidando el paraíso de un amo ausente por puro sentido del deber. El soberano de leyenda antepuso el mérito de tan humilde fidelidad a la calidad de los nobles aspirantes, convencido al oír la soberbia explicación del jardinero: “Estas manos me han bastado para satisfacer mis deseos. Como nada tenía, nada me faltó”. La idea de la política como “servicio” goza de una generosa literatura por más que la experiencia confirme que raros son los casos en que sus protagonistas anteponen ese ideal a su interés, y desde luego hoy estamos asistiendo a la apoteosis de un proceso degenerativo que remite la leyenda alejandrina al terreno de la más ingenua fabulación. Y yo me he acordado de la historia del jardinero ante los reiterados casos de políticos de medio pelo o de pelo entero que andan subiéndose la soldada –por decreto llegado el caso, como en Ayamonte—mientras a la masa ciudadana se le aprietan las tuercas hasta el límite, en una lamentable demostración de egoísmo y desdén por los ciudadanos que no es más que el reverso de un repugnante sentido patrimonial del poder. Descartada de plano la meritocracia e implantada la mediocridad, difícilmente podría concebir alguien hoy día la imagen del trabajador de conciencia para el que poco significa la retribución y todo, en cambio, el imperativo categórico del deber. Si hoy apareciera aquel Abdalónimo –que así se llamaba el personaje—en nuestro panorama partidista, no habría soberano que le entregara un trono sino que sería perseguido en masa como el criminal más peligroso.
La profesionalización de la política, razonable desde una perspectiva adecuada, en el marco feroz de la partitocracia resulta ser una gangrena que no sólo desgarra la vida pública sino que defrauda al ciudadano-contribuyente hasta un punto en el que peligra su adhesión al propio sistema de libertades. ¿Cómo explicar que los concejales de un pueblo arruinado cobren tres mil euros en un país de parados que sueñan todo lo más con ser mileuristas? Pocos jardineros abnegados encontraría hoy Alejandro en esta garduña capaces de cuidarle generosos la finca al dueño lejano sólo por atenerse a su conciencia del deber. La idea de “servicio” ha degenerado en “negocio” al tiempo que la de eminencia se degradaba en mediocridad. Los jardineros de hoy no se esmeran ya más que con sus propios repollos.
Cincinnatus es otro modelo de servicio a la patria que tendrían que meditar.Como dicen los franchutes: «ce n’est plus servir mais se servir.» No se trata ya de servir sino de servirse.
Un beso a todos.
Nuestro buen amigo, incansable, trayendo a colación, en plena canícula, citas de Justino o Curzio. Es su vieja pasión por el tema de Alejandro Magno, ahora aplicada a un ejemplo ético. Pierde el tiempo, me temo, porque este negocio ha calado ya en la sociedad si es que alguna vez no fue su nervio.
Bella columna. Temo, sin embargo, que jagm va de romano en un mundo de fenicios. ¿Mérito aquí? Quizás esa digerencia es la que pretende señalar el ejemplo de Abdalónimo está buscado como contra ejemplo: la estampa de lo contrario, la imagen inversa de lo que nos corresponde vivir a nosotros. Sin olvidar que el caso no deja de ser una leyenda alejandrina. ¿HUbo alghuna vez honradez y ética plena en el ejercicio del poder? Lo dudo.
Hoy firmo completo para que s me entienda en mi idioma: juas juas juas… Nunca he conocido un alto cargo designado pro sus méritos intrínsecos y tengo…, bueno no voy a confesar mi edad pero les diré que es casi provecta. ¿Qué meritos han tenido estos izquierdosos que hicieron la siesta durante el franquismo? Y ahí los tienen, mientras que otros –vean como me devora la envida y la rabia– ya ven que nunca recibimos nada a cambio. Un rey haciendo rey a un hombre honrado¡¡¡ Juas juas juas…
No se puede vivir de leyendas.
Sin ánimo de polemizar y mucho menos de deslucir su tarea, le sugiero que compruebe las citas (yo no lo he hecho, créame) porque alguna vez he leído esa leyenda com probando que se cuenta de maneras diversas, pues unas veces se habla de un hortelano y otras de un jardinero al que habría encontrado pro casualidad Hefestión, el malogrado amante de Alejandro. Admiro su cultura y el talento que emplea para procurar que nos inclinemos sobre los clásicos y por eso mismo le hago esta sugerencia que en modo alguno pretende ser una corrección. Y muchas gracias por el diario desayuno culto que proporciona usted a este emérito y a su mujer.
Bonita historia, aunque estoy con la pregunta final del doctor Pangloss. Lo que esa leyenda significa es lo contrario de lo que piensa gente como la que nos dirige. ¿Ustedes se han fijado en muchos de los miembros del Gobierno que nos dirige en la peor situacuión de nuestra hístoria democrática? Huy, que tonto, pues claro que se habrán fijado, no sé en qué estaría pensando yo.
La leyenda no cuenta lo que le duró a Abdalónimo su honradez ni si ésta, cosa posible, le costó la vida.
No se cierre ante la posibilidad del bien, señor Akela, porque el Bien siempre es posible, incluso cuando no es probable. Lo cierto es que la columna contiene una anécdota preciosa, demostrativa una vez más del valor práctico, siquiera desde la perspectiva ética y moral, de la Cultura con mayúscula, que es la que en este Casino tenemos el privilegio de frecuentar.
Es una historia preciosa, merecedora de ser cierta, pero me temo, como parece que tememos todos, que no sea más que lo que dice don ja, es decir, una leyenda de las muchas que rodean a ese personaje extraordinario que fue Alejandro. Hoy la anécdota es inimaginable. En una partitocracia no hay más mérito que el pasilleo.
Excesivo pesimismo, incluso ante un ejercicio (o me lo parece a mí) literario, con su triple cita clásica y todo. ¡Qué más quieren, hombres y mujeres de poca fe! Este hombre al menos no es un pesado de esos que se pasan la vida hablando de los trajes de Camps o de los Bildu de las narices. Es una lástima que escriba en unn periódico en el que no lo fuerzan a tener mayor protagonismo.
De acuerdo con el DR No.Hoy era un día con gracia y ya es mucho….
Besos a (casi) todos.