Una crónica que Silvia Román nos enviaba el otro día desde Berlín daba cuenta de la inauguración de una muestra titulada “El diván: sobre el pensamiento en posición horizontal” que, como ya habrán imaginado, girará alrededor de la imagen y vigencia de Freud en estos tiempos de locos que vivimos. Habrá que ir a verla, si se puede, pero de momento topamos en la crónica con datos tan inquietantes como el que sostiene que el diván fetén –es decir, aquel con el ‘kilim’ turcomano por lo alto, en el que hubieron de recostarse los espíritus atribulados que recurrieron en su día al gran mago vienés– no está en Viena, en el piso burgués y corriente de la Berggasse 19 que íbamos a ver en los años felices, sino en la residencia londinense del maestro a la que confieso haber peregrinado también alguna vez para ganar el jubileo como a la anterior, arrastrado por el mismo fetichismo generacional que nos guiaba hasta el cementerio de Highgate con flores para Marx, y en mi caso, también para el sabio y olvidado Herbert Spencer, que lo acompaña en una tumba cercana en la gran travesía. Pero me da el pálpito de que, aunque en Berlin se formen colas estos días para ver la vajilla y los cojines del sabio, el valor de su obra, siglo y medio después, no habrá de prosperar gran cosa en esta era en la que el que no se apunta al mecanicismo conductista se zampa encantado “El código da Vinci”. Eugenio Trías recordaba con agudeza hace unos días que tanto la vieja controversia como el actual cuestionamiento de la validez del psiconálisis se deben al hecho elemental de que Freud centrara su teoría hasta casi hacer un monismo de la sexualidad y sus complejidades, ese arcano voluntario que ni los que pagan por hacerlo tendidos en el diván están dispuestos, en el fondo, a poner en almoneda. Que el psicoanálisis ha sido uno de los grandes hallazgos intelectuales del siglo pasado –como el marxismo del anterior—lo demuestra el hecho de que haya sobrevivido no sólo a su banalización por la industria yanqui sino incluso a la charlatanería porteña. Y puede que ambos aguarden tiempos mejores, pero éste no es, desde luego, el momento idóneo para recuperar ni a uno ni a otro por más exposiciones que se hagan.
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El incansable combate contra Freud no podrá ocultar nunca, probablemente, al valor del descubrimiento crucial de que la intimidad del hombre se enraíza en su pasado. El presente, lo que uno es, se explica por lo que fue, por cómo lo fue, en función de las condiciones favorables o adversas en que libró esa existencia, y lo que Freud propuso fue la tesis de que la enfermedad puede ser (suele ser) el efecto, indescifrable a simple vista, de una psicogenia determinante en la crónica personal. Hoy anda no poco pasado de moda el diván, supongo que, en buena medida, por el avance práctico de los remedios (no se pierdan el eufemismo “apoyo químico” de que se valen los clínicos), pero también porque pocas “ideologías” –y el psicoanálisis fue una de ellas por más que se empeñe en negarlo—resisten indemnes el paso del tiempo. Hay que reconocer, además, que la vía intelectual que Freud abrió y siguieron tras sus huellas tantos talentos, implica una severa dificultad de aprendizaje lo mismo que entreabre postigos a la superchería, pero la verdad es que, tras este ajetreado siglo y medio, el “análisis” como dicen los europeos, no es ya tanto una teoría a aplicar como una práctica que impregna la conciencia, incluida la de sus adversarios más feroces. Es natural que Freud pierda terreno mientras lo gana a marchas forzadas el “Prozac” y los diazepóxidos forman ya parte de la dieta común. Pero una legión humana vuelve cada tarde al diván en busca del grial escondido y se tiende cuan larga es mirando hacia atrás sin ira. Habrá que ir a esa ‘muestra’ si caemos por Berlín. Comprenerán que lo del paradero del diván auténtico no puede quedar así como así.
Cuando los impulsos me hacen entrar de lleno en lo cercano y quiero frenar antes de quedar inmerso en el presente arrollador, cojo un libro que tengo hace años como antídoto contra la inmersión en él.
Releo «El povenir de una ilusión», freno mis impulsosy aparco incrustaciones de otras lecturas en mi pasado; la calma temporal me invade hasta que una nueva situación me hace repetir el ciclo.
Es el mejor tranquilizante autorregulador. En alguna ocasión he tenido que recurrir al diazepán como medida de choque.
Apúntese una rayita, Maestro. Lo de la charlatanería porteña tiene premio. Veremos si nuestra Mendocina o algún otro admirador rioplatense no se nos encalabrina. Pero tiene usía la razón de un santo. ¿A cuántos hermanos argentinos conoce usted que al hablar no enarcan las cejas con un soberano aire de superioridad y le hablan en un tono en el que se adivina que el oidor no va a estar nunca jamás a la altura intelectual del parlante ?
Lo froidiano, como tantas otras paparruchas que se leen en los libros de psicología y/o psiquiatría se ha quedado algo antiguo, tal las máquinas a vapor de los trenes. Aparte de que el mocito vienés era aficionado a empreñar a las fámulas y que pensaba talmente con la menor de sus dos cabezas veintitrés horas largas al día, lo cierto es que inventó poco más que el confesionario horizontal, con la diferencia de que cobraba -y cobran sus émulos- a tanto la media hora. «Su tiempo», te dicen y ponen la mano. Casi siempre en negro.
Si alguien ha tenido la paciencia de llegar aquí se habrá percatado de que servidora muy froidiana no es. Vale. Lo que ocurre es que don Sigmund se murió años antes de sintetizarse la molécula del diazepán. En su tiempo se usaban aquellas camisitas tan monas, y tan sólidas, que se ataban a la espalda. Y unas tríacas magnas, capaces de dormir a una elefanta en celo. Aún recuerdo el Marat-Sade de Marsillach. Mayor que es una.
El Anfitrión le larga su mijita de guasa al Prozac. No me sea así, maestro. Usted sabe que la serotonina es el neurotransmisor que regula una determinada función sináptica. Que el prozac y todos los demás IRSS -lo siento pero hoy voy de científica- Inhiben la Recaptación Selectiva de la Serotonina, es decir procuran que la dichosa serotonina no se pierda por las juntas. Esto es bioquímica, no charlatanería. ¿Sabe usted cada cuanto tiempo se consigue un descubrimiento de estos ? En los vademecum’s se puede ver que pasaron décadas entre el valium y el prozac. Tal vez tengamos suerte y se descubra otra molécula de este porte, valium o prozac, antes de otros diez o quince años. Quizás el «apoyo químico» -vaya guasita, maestro- nos resuelva la ayuda a varios cientos de millones de habitantes del mundo llamado civilizado, que es quien puede pagársela.
Coda, porque ayer estaba servidora como ausente. Que nuestra pasión arboricida viene de lejos, lo demuestra el Gonzalo de Berceo que decía que había habido y ya no había :
«Avie hy grant abondo de buenas arboledas,/ milgranos e figueras, peros e manzanedas,/ e muchas otras fructas de diversas monedas ;/ man non avie ninguna podridas nin açedas». (Los milgranos se ve que los talaron para hacer palillos, vulgo, castañuelas, de granaíllo. O eso decían las corraleras)
No sé si recuerda doña Epiciclo la columna preciosa con que el anfitrión se descolgó el día en que murió el descubridor del valium, que él, según recuerdo, le cogió la cosa en un hotel veneciano que había sido manicomio o algo así. Era preciosa y en ella puede verse que él no es precisamente un abstinente de psicótropos, cosa que tiene declarada muchas veces con sinceridad absoluta. Em cuanto a su desdé por Freud, es usted muy libre, doña, pero (una es también de la sufrida profesión) sea razonabel y no eche en saco roto lo que el psicoanals. ha supuesto en muchos terrenos. Hay mucha gente a la que el «análisis» le ha ido bien. Nadie puede negar el beneficio del «apoyo químico» si no es un insensato. Y creo que las dos cosas caben en la columna de hoy.
¡Oju! Doña Epi K. No ha dejado nada sin decir. Mi acuerdo con Vd. es casi total.
También tiene buena parte de razón, a mi entender, la Sra. Sierrabullones que en esto de la razón nadie la tiene toda y a casi nadie le falta toda.
Una vez más confieso mi ignorancia:
No sé quien fue Herbert Spencer, no he leido “El capital” y lo poco que he leído de Freud ya estaba superado por sus seguidores. Para mí, Freud, igual que Darwin y Mendel, abrieron caminos que nunca antes habían sido hollados.
En mi descargo puedo alegar que solo he leido seis páginas del “El código da Vinci”.
No se alarme doña Epidídima –¿viste la ocurrencia?– que no me toma a mal lo de la chalatanería porteña. Y menos como mendozina (con zeta), y emenos aún conociendo como conozco a quien tanto me enseñó en tiempos en la universidad, la Complutense, ay qué tiempos, incluidas muchas cosas en relación con Freud, Iung, Roheim y el resto de la descendencia. Yo me analicé en su momento y hoy tomo valum y prozac, amiga, y me va, puec ¿cómo quiere que me vaya en este corralito?, así no más que regular… Besos a todos.
No descrean del psico, no será una ciencia exacta pero es un barrunto fenomenal. El tema está planteado, guasa aparte de todo, con tino y certero criterio, que muestra que gm sabe de qué habla. Y una cosa más: lleva razón en que mucha oposición a Freud viene de que su teoría es más difícil de entender que otras que no mencionaré. ¿Se imaginan a estas facultades de Psicología que padecemos enfrentadas a esa reflexión científica? Tuve una hija en una de ellas donde Freud estaba proscrito, no les digo más.
Touchée, mi doña Sierri. Es usted una buscadora de la excelencia, proclamo. E inclino, sinceramente, mi cabecita loca ante su donosa lección.
Estoy convencida de que «una silla para sentarse a oir» y tiempo, of course, ahorrarían toneladas de psicofármacos. Y que ambas cosas unidas, la silla y la pastilla, pueden obrar milagros.
Pero una, ya mayor, ha oido tantas memeces y se ha quemado las pestañas en tanta palabrería hueca, que al final opta por la sencillez. «Sentir y soñar. Todo cuanto anhelo, cabe en mí mismo como cabe el cielo dentro de una concha con agua de mar». Acabo de fusilar, malamente, a un poeta maldito del que me reservo el nombre.
A mi doña Mendocina: bienvenida una vez más. No se nos venda tan cara. Repito la «c» porque en la ortografía de mi infancia me enseñaron que la usara en sustitución de la «z», en los sonidos ce, ci. Así por ejemplo, crucecita, diminutivo de cruz y no cruzecita. (Igual me estoy columpiando. Corríjanme, plís, que servidora es humilde).
Mi don Elitróforo: no puedo darle al «enviar» sin antes lanzarle el casto beso que siempre guardo para usted.
Hoy en el «blog» del Arcadio, -Olo, uno se sus habituales seguidores-, ha dejado este escrito que resume muy bién aquellas lecturas que realicé entre los años 60-80.
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Leí apasionadamente a Freud cuando era joven, sin otro objetivo que disfrutar de su intelecto. Me quedan de él algunos hallazgos preciosos que forman parte permanente de mi bagaje cultural. Voy a citarlos:
1).- El modelo de los tres niveles en la personalidad humana: id, ego y superego.
2).- Los dos dioses paganos que inventó, Eros y Tanatos, o la pulsión sexual y la de la muerte anticipada como determinantes de muchos de nuestros comportamientos.
3).- La antinomia entre sueño real y sueño manifiesto, es decir, la inmensa capacidad de los humanos de racionalizar nuestras continuas transgresiones, de hecho o de deseo, a lo prohibido.
Claro está, nada de esto es neurobiología, ni neurociencia. Es pensamiento puro, esa fantasía tan específicamente humana que constituye el soporte de todo lo demás. Literatura ocurrente, dirían algunos. Y a mucha honra.
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Y no hay que olvidar las aportaciones que hizo Castilla del Pino.
Aunque hiciese realidad aquello de que «en casa del herrero , cuchillo de palo».
«Y no hay que olvidar…», iba diciendoCerí por Grazia Deledda, y una esperaba oir nombres como Brwon, Iung o así, y va y nos sale con don Carlos Castilla, ese señor tan inteligente y al que tanto leímos antes de irnos enrando poco a poco de cómo le iba en la vida a sus más próximos, y en fin, hasta escicharle de sus labios que se la muerte de un hijo se repone uno, pero que de la pérdida de unas oposiciones…, ay, que eso ya ¡¡¡era P E O R!!!
No me atrevo a llamar cruel a doña Bárbara, lo dejaré en eso, en «bárbara». Ahora bien, no s epuede negar lo que no se puede negar. Admiro a Castilla pero éi tiene eas cosas. Como el psicoanálisis, ya ven. Doña Bárbara, ay, ay, ay.
Emboscado en mi tronera aplaudo este enfoque tan juicioso del presente y provenir de los loqueros. GM es muy adicto a Freud, lo sabemos sus lectores antiguos, como lo es a Marx (a éste más, claro), cosa que no disimula, pero también es cierto –y justo recocerlo– que en ambas direcciones dispara cuando se tercia con bala sincera y certera. Lo digo porque lo fácil es meterse con lo que se combate o considera ajeno, mientras que al meterse con lo propio siempre se está haciendo, se quiera o no se quiera, un ejercicio de autocrítica. Y eso es un mérito en este ambiente mediocre y sumiso, tan «correcto» y tan insípido. GM garantiza casi la sal y la pimienta, y eso es un aliciente para cualquier gourmet.
Nunca he entendido por qué la Seguridad Social excluyó el tratamiento psicoanalítico, freudiano o no, de su oferta. ¿Una medicina psiquiátrica para ricos y pastillazo que te crió para los pobres? Así ha sido, al menos, y ya me puede decir qué podría hacer un médico que dispone de minutos tasados por consulta y al que encima se le estimula miserablemente con una gartificación si «ahorra» en recetas. No ahorrarán ellos en gastos suntuarios, por supuesto, y menos que ninguno los sociatas que derrochan lo que sabemos y lo que ignoramos.
No me parece ético callar que soy de la profesión y quizás hablo desde el resentimiento que muchos de nosotros hemos acabado por desarrollar contra este sistema. En mi caso primero en la comunidad de Valencia, y ahora en Andalucía. Les debía esta explicción.
Dicen que el Viejo decía: «Haga como yo, Fulanítez (el apellido era lo castrense). No se meta en política.» Nuestors Grandes Hermanos Sociatas no pertenecen a la vil plebe. Ni se contaminan en quirófanos legionarios ni van a escuelas con goteras.
Encima que sacrifican todas las horas de sus vidas entre moquetas de hundirse los pies y audisseis, ¿encima quiere usted que piensen en esos seres cuasi inanimados que como autómatas prescriben fármacos genéricos? Como se nota que eres recluta, tron.
Con permiso me salgo del tema para ir a la actualidad.
Detención ilegal, manipulación de pruebas, falsedad en documento público… todo ello para intentar probar que dos ancianos agredieron a un ministro rodeado por seis guardaespaldas y dos fotógrafos, que nunca le abandonaban, que no pudieron defender a su jefe simplemente porque nadie le atacó. ¡Cualquiera se atreve!
Si la sentencia es justa, profetizo y apuesto que, el indulto que viene será injusto.
Me atrevo a creer que hay un indulto prometido por la tibieza con que los condenados se han defendido tanto en el juicio como después de conocer la sentencia.
Mi profecía consiste en que no irán a la cárcel ni perderán sus empleos. Recuérdese el caso de los condenados por el caso Filesa.
Bueno espaciaré mis visitas a casa JaGM por que voy a pasar unos días en Aguilas.
Me alejaré un poco de la actualidad y observaré a Cataluña desde lejos.
No necesito el diván pero sí buenos paseos por la playa y respirar aire poco contaminado.
Como no tengo portátil, ya os leeré desde algún «ciber» algún que otro día .
Cuidaros y sed moderadamente felices.