Ha causado gran conmoción la noticia cocinada en el ámbito de la propia Junta de que la intención de voto, por primera vez desde que hay democracia, favorece al PP. Y quizá ocurra así porque con ello quiebra la exitosa estrategia del PSOE de insistir en que su hegemonía en la región era invencible, que llegó a hacer mella en el ánimo de los aspirantes de paso que convencía a la gente. ¿La crisis? Probablemente pese más que ella la evidencia de que la gestión del PSOE, 30 años después, constituye un fracaso relativo pero imperdonable. Que Andalucía siga siendo la autonomía colista es algo que tarde o temprano tendría que pasar factura. Y la está pasando.