Respetuoso e indiferente ante la noticia del divorcio de la infanta, hay algo en ella, sin embargo, que me parece interesante, y es la inmediata distribución de su unidad familiar en dos domicilios diferentes. Los Marichalar, como tantos españoles, poseían dos domicilios, por lo visto, y todo indica que mantenían uno de ellos cerrado a cal y canto, por si las moscas, algo que podía haberles costado caro de salir adelante el proyecto sociata de castigar la “propiedad ociosa” que parece haberse quedado discretamente en agua de borrajas. Cada pareja que se separa añade un dígito a la demanda de vivienda, como ya comenté aquí hace tiempo, lo que resulta tremendo cuando se mira de cerca esa estadística, puesto que, al menos en números redondos, el crecimiento disparado de las rupturas matrimoniales supone un aumento de aquella demanda probablemente imposible de atender incluso juntando la iniciativa privada a la pública. Consideren los números. Si en España y en un solo año, el de gracia de 2006, se han separado más de 211.000 parejas, quiere decir que la oferta de alojamientos disponible se verá abrumada de modo súbito por un número de solicitudes aproximadísimo a ése, algo que tal vez no fuera tan grave si se tratara de un hecho insólito, pero que resulta fatal si, como es el caso, a semejante ejército de provisionales “sin techo” ha de sumársele el millón aproximado de separaciones registrado en los cuatro años anteriores. No es la Iglesia, a mi juicio, la institución más legitimada para lamentar el espectacular fracaso del matrimonio, sino el flamante ministerio de la Vivienda. Tengo para mí que este auge de la inconstancia, al margen de cualquier otra consideración moral o sociológíca, será el factor que mantenga los precios inasequibles que rigen actualmente en ese mercado. Mientras la unidad de la familia siga en almoneda, promotores y propietarios pueden dormir tranquilos.
xxxxx
Hemos pasado, en consecuencia, de una comunidad tradicional en la que la ‘familia extensa’ agrupaba bajo el techo patriarcal a los vástagos casados hasta perfilar una cierta caricatura de del clan originario, a una sociedad individualista que lleva camino, no ya de reclamar una vivienda propia por pareja, sino dos, hecho paradójico si se considera que, al mismo tiempo, la larga permanencia de los hijos junto a sus padres, que las circunstancias actuales imponen, sugiere, aunque sea con trazo impreciso, la silueta del viejo modelo que veníamos creyendo definitivamente superado. Lo único seguro es que de seguir la actual progresión, como es previsible, lejos de aliviarse la demanda de casa propia, se verá incrementada sin remedio por las nuevas cohortes de cónyuges separados. Y si es cierto que en España se separan o divorcian hoy al año tantas parejas como se casan, no resulta difícil postular una auténtica revolución del modelo social admitido hasta ahora. No se me ocurre qué podría hacer la autoridad del ramo para proveer de viviendas no solamente a ese creciente ejército sino, además, a la legión juvenil que, por su lado, reclama también su territorio propio como un derecho incuestionable. Lo que sí tengo claro es que en algún punto falla la cadena lógica que en esta sociedad nuestra engarza necesidades y derechos sin demasiadas contemplaciones. Es probable que ni aún sacando al mercado la presunta masa de viviendas vacantes, fuera posible atender a semejante necesidad, lo que tal vez nos esté indicando que el modelo de organización social vigente no encaja ya ni de lejos con las exigencias planteadas por una realidad bien distinta a la convencional. Ni el minimalismo de la ministra Trujillo ni el rugido leonino de Girón de Velasco podrían hoy gran cosa frente a la fuerza de las cosas. Quizá estemos pisando el umbral de un nuevo mundo y no nos hayamos enterado. Después de todo, tampoco se enteró Colón.
Bueno, bueno, bueno… La cuestión me parece a mí que presenta dos aspectos distintos:
A ver, existe una progresión conocida: del piso de alquiler, al primer pisito de vpo con dormitorio, mesa y cuatro sillas para ir amueblando con el tiempo. De la tienda de cámping al estudio baratito en la costa, pasando por la caravana. Del pisito ya amueblado a otra casa más mayor y del estudio al apartamento. Todo esto en cuarenta añitos de trabajo, todos ellos con una hipoteca a cuestas. La que aún dura. Ahí andamos. Y el ahorro de tanto tiempo se convierte de pronto en ‘propiedad ociosa’. Oiga, mire, que para ese ocio, henos aquí a mi pareja y a mí, currando como dos subsaharianos. Un respeto, porfa, plís.
Por otra parte, buen número de los ‘deseparados’, son menores de treinta o treinta cinco, no sé, la edad del beneficio y nuestras y nuestros próceres les van a dar todas las facilidades para la nueva viviendita. Pero no con el dinerito del rey, no, sino con el que a diario y más en mayo, pagamos con el sobrenombre de impuestitos directos e indirectos y con el ipeerreefe.
Habrá que dejar algún grifo abierto todo el año y un enchufe con temporizador para demostrar, no que se vive ciento ochenta y tres días al año en cada chabolito, sino quince días cada mes. Los impuestitos de ese gasto superfluo y ocioso, cómo no, también se los fundirán nuestras próceras y próceros en viajes privados en avión público y en sufragar una tele, ojalá fuera una sola, que nos hace vomitar el almuerzo muchos días y la cena, cada noche. No problem, que el impuesto del primperán también va para lo mismo. Le entran a una ganas de agarrar -no ‘coger’- la pistola y organizar una matanza. Por un día, hale, un titular de prensa de gratis. Nos ha merengao.
Nuestro sociólogo guardia elimina los efectos y consecuencis morales, los daños que el nuevo modelo social produce en la vida de las personas. Sé que lo hace porque se centra en ese otro aspecto, tan llamativo, que concierne al mercado de viviendas, pero elo no invalida mi objeción. Habría mucho que hablar sobre lo que stá ocurriendo en las relaciones humanas, sobre las causas del cambio, sobre los intereses que se concetran en el asutno. ¿no le parece, amigo ja?
Creo que no hay que pedirle al columnista más efoque que el que él mismo h elegido, y me figuro que lo que tanto interesa al páter puede dejar indiferentes a tantos como pensaran que el problema de la vivienda es el árbol que no nos deja ver ese bosque (más o menos) sagrado.
El proceso social al que se refiere jagm (es la segunda vez que lo hace aquí) nos parece central en la vida de hoy. Ta,bién uno de los aspectos más ilustrativos de lo que está ocurriendo en este mundo «relativista», pero no solamente porque encarezca ese mercado sino porque –y por favor, no nos tomen por ret´rogradas: dos de las cuatro somos separadas– este movimiento disolvente tiene consecuencias que no hemos sido capaces de remediar.
Las cifras son notables, en efecto; la respuesta de la sociedad (de sus órganos rectores) evidentemente vaga si no nula. Se puede cuestionar la familia –se ha hecho muchas veces en la historia de la especie–, es posible también cambiarde modelo de organización social, pero ninguna de las dos cosas ùeden hacerse sin afectar profundamente a la relación humana (el jefe suele decir con frecuencia, «interacción», que es un concepto que toma prestado de una sociología que no es la suya…). Centrase en el motivo del efecto sobre el mercado de vivienda me parece estupendo. Yo diría que incluso me parece de una originalidad más que notable.
Soltero y sin compromiso, es posible que uno contemple el panorama con tros ojos. Creo que gm instila una crítica moral bajo las apariencias que va lejos y, desde luego, no recorta las posibilidades del tema.
No suelo escribir pero sí leer el blog, y siempre la columna, desde hace muchos años. Hoy me ha encantado el tema que como acaba de decir el señor que me ha precedido me resulta muy original. No he visto a nadie sacar esta conclusión (el divorcio duplica la demanda de vivienda en una proporción extraordinaria), a pesar de tanto tertuliano vacío como anda ganádose el pan por ahí.
¿Cuántas veces se ha divorciado el señorgomez marin? Por ahí tenia que haber empezado su artículo.
Es curioso que el cuestionamiento de la familia provenga más que nada de sectores sociales que reclaman reinventarla incluso en formas más absurdas que otra cosa, como cuando son los gays y lesbianas los que desprecian la familia de toda la Historia para propoernos un sistema de apareamiento evidentemente forzado. Que no se vea en este comentario una actitud contraria a las nuevas «instituciones» zapaterinas. Sólo digo que si es verdad que el matrimonio era una cosa tan antigua y tan problemática que había que revolucionar, no me parece que la solución esté en que los boris se casen entre ellos.
Interesante tema. la verdad, no me había parado nucna a pensar en estas consecuencias que nos propone pensar la columna de hoy. Por eso digo muchas veces que la deliberada «superficialidad» de los temas es en jagm un mero (y magistral) truco de escritor comprometido.
Vete, Zoquete, y que te vayan dando. Me imagino la guasa del jefe si ha llegado a leer a este bastardo.
Nunca me había parado a pensar lo que descubre este artículo, y eso que no solo he vivido el caso en mi mundo sino que yo misma lo he protagonizado. Lo único que no dice gm es que en la mayoría inmensa de los casos son los hombres seoparados quienes llega a ese mercado en busca de la «segunda» vivienda del matrimonio roto. Alguna ventaja teníamos que tener las hembras… (Es una broma).
pues no le veo la gracia señora mari.
Los Marichalar teían dos viviendas. Más vale ser prevenidos. Pero no olvidemos que dos vviendas tiene mucha gente en este país en el que tantas voces se oyen quejándose de carecer de una.
Un famoso rojete de mi pueblo largaba su mitin en febrero del 36: ‘Todo el que tenga dos fanegas de viña, que se quede con una y se le dé la otra al que no tenga ná; tó el que tenga dos casas, una pa él y otra para el que viva en un chozo; tó el que tenga…’
– ‘Rafaé -le increpó un oyente- ¿y el que tenga dos borricos?’
– Hombree.. -repuso Rafaé- es que una perZona pué nececitá dos borricos.
(Adivinen cuántos borricos tenía Rafaé).
Zoquete, a ver si viene un borrico y te la mete. Qué carajo es esto de personalizar en la vida de nadie. ¿Te pregunta alguien por tu padre, si es que alguna vez supiste quien era?
21:31
Si bien como dice ja los divorcios producen un aumento de la demanda de viviendas casi tan grande como la de los nuevos matrimonios también es cierto que las segundas viviendas tan comunes en nuestra sociedad burguesa (progre o no) supone un importante colchón a esa demanda.
Aunque yo no he consultado esas estadísticas, doy fe de la existencia de una nutrida colonia de divorciados en Punta Umbría.