Un empresario rumano, Augusto Constantin, ha impulsado en Castellón la formación de un partido político específico para sus compatriotas que trataría de agenciarse en las elecciones municipales previstas para el 2007 un hueco en varios Ayuntamientos de la provincia. Cuanta para ello, de momento, con un censo de 21 votantes potenciales, cifra que, traducida en el alambicado sistema electoral vigente, podría proporcionarle nada menos que siete escaños en seis municipios. Si hemos de creer el INE en España habría 380.000 ciudadanos de esa nacionalidad, no menos de 93.000 búlgaros y unos 40.000 polacos, sin contar los 165.000 residentes legales del Reino Unido, siendo ya mucho más oscuras las cifras de inmigrantes marroquíes –la mayor de todas—y la legión hispanoamericana a la que en la reciente conferencia de Montevideo se le han tendido expeditos puentes de plata. Un periódico de Barcelona sostiene que sólo en la capital catalana conviven 60.000 argentinos, dentistas en su mayoría, pero también psiquiatras, informáticos, diseñadores y hasta camareros, un contingente que, con la ley Electoral en la mano, bien podría suponer al menos un concejal. Si el Gobierno resuelve los convenios pendientes con los países respectivos, en esos comicios podrán votar si les apetece un millón sobradísimo de extranjeros, es decir, el triple de los que votaron en los anteriores del 2002. Ecuatorianos, peruanos, chinos, franceses, colombianos, italianos o alemanes, por ese orden, dispondrían de efectivos todavía mayores, una realidad que, incluso descartada por compleja e improbable la hipótesis de una candidatura unitaria de extranjeros, no cabe duda de que introduce un inquietante factor político en la vida municipal que, en adelante, bien podría quedar hipotecada aquí y allá por ciudadanos foráneos. Sólo el tiempo permitirá valorar esta novedad que, como es lógico y natural, los partidos habrán de disputarse a dentelladas allí donde su presencia resulte grave o incluso determinante. Al viejo municipalismo (no el actual de mentirijillas) es probable que se le abrieran las carnes ante una situación semejante.
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No debería tomarse ese negocio a título de inventario ni en función de intereses partidistas, en todo caos, porque resulta claro que aceptar un factor extranjero en la formación del poder local va a forzar situaciones nunca imaginadas y, en cierto sentido, algo intranquilizadoras, en la medida en que se abre la posibilidad de que la vida de nuestros pueblos y ciudades quede eventualmente a merced de una decisión que, con toda probabilidad, habrá de ser eminentemente utilitaria. El líder rumano, por ejemplo, ya a anunciado su disposición a ejercer de “bisagra” bien con el PP, bien con el PSOE, y no es dudoso que otras minorías étnicas o nacionales harían lo propio en cuanto dispusieran de capacidad bastante para ello, lo que, desde luego, plantearía una visión muy diferente de la que hoy por hoy subyace en los proyectos municipales. Será disputado, pues, ese voto forastero que, de momento al menos, divide la opinión entre quienes esperan que con él se volatilice la xenofobia latente y los que, en cambio, ven en esta inesperada presencia algo así como una amenaza a la índole tradicional e íntima propia de la vida local, eventualmente amenazada por la imprevisible presión que, sin duda, acabarán ejerciendo las minorías representadas. Y lo raro es la escasa atención que hasta ahora se ha dedicado al asunto, cada cual pendiente si acaso de captar el interés de unos nuevos votantes para los que carecerán de valor y sentido los sentimientos terruñeros y la propia idiosincrasia. Nuestro municipalismo supo siempre mucho de candidatos cuneros. No sé por qué iban a resultar más alarmantes estos votantes exóticos que los impuestos que, elección tras elección, envían a esta provincia sí y a aquella también desde los cuarteles generales de Madrid.
Es el de hoy un tema para no dormir. Está muy bien la solidaridad, nadie discute el apoyo social al inmigrante que, además, contribuye a nuestra economía. Pero la idea del voto de extranjeros –por muy comunitaria que sea– pone los pelos de punta. Ya veremos, por ejemplo, dónde acaba esa aventura de los rumanos, o qué ocurrirá el día que, en segunda generación, el ejército islámico que ya tenemos dentro, vote en sus Ayuntamientos. Sin perder de vista el papel de las «bisagras» y su práctica habitual.
Votar en país ajeno…, no me suena. Pero me inquieta. ¿Qué sucederá el día en que una minoría controle un Ayuntamiento frente a la mayoría natural, y exija medidas contrarias a la idiosincracia? Este es le mejor de los mundos posibles, insisto, pero recelo que cada día lo vamos empeorando entre todos.
¿Qué pasó ayer, colegas, qué modorra los retuvo en la poltrona? Me extrañó porque el tema era más que interesante, como lo es el de hoy. Recuerdo cuando los argentinos teníamos doble nacionalidad con España –cosa que ahora propone otra vez ZP como Franco–, pero ni entonces ni ahora, los argentinos hubieran consentido a un señor de Huelva votar en Mendoza o a un madrileño elegir alcalde en Buenos Aires. Visto de lejos, me da que ustedes, esta tempporada, o se pasan o no llegan. Quizá el jefe dijera que «como siempre». Yo no llego a tanto.
Son ustedes unos xenófobos. gm lo demuestra hoy sin gñénero de dudas. Esta es la izquierda que se cree capaz de corregirnos a otros pueblos y a otras culturas.
La solución de conceder el derecho de voto a los empadronados es excesiva y probablemente peligrosa. Imaginen la Costa del Sol controlada a medias por las minorías y a medias por las mafias. A los españoles, en fin, no nos aventaja en nada la medida porque nuestro posible voto en el extranjero, incluso en los países con mayores focos de inmigrantes, nunca sería influyente dada la relación de fuerzas.
Hoy pide Ana Pstor que la inscirpción en el padrón no conceda automáticamente derechos iguales a los de los ciudadanos, es decir, el de beneficiarse de la educación (con los problemas añadidos que ahora surgen), de la medicina y, por supuesto, de la decisión política de elegir los representantes. No me sentiría normalmente rep`resentada en un concejo elegido o regido coyunturalmente por una minoría extranjera. LO siento pero es lo que pienso y ya van a ver en qué poco tiempo lo piensa la mayoría.
Si sus cuentas y stadísticas no fallan, querido anfi, la realidad es que estamos rodeados. Conozco (y usted también) lo que es la banlieu de Paris o la de Marsella, y basta imaginar qué ocurriría cuando esos ciudadanos tan marginados como autosegregados por la cosa del multiculturalismo» se hicieran con el poder municipal. En Francia, tambén en Alemania, tu sabes que no se les caen los anillos por más que el problema resuene con estruendo. Pero e temo que el extremismo ingenuo de nuestros compatriotas acabe poniendo muchso Ayunts. en manos extrañas. No servimos para las soluciones equilibradas o eso parece. Sé que compartmos esa pena y seguro que los blogueros, salvo los reventadores, también.
Francamente no conocía esa realidad, esos números, pero coño ponen los pelos como escarpias. Nada tengo contra el extranjero, lo creo igual en todo a mi en derechos, pero distingo entre el derecho de las pobvlaciones exóticas a participar en instituciones tan locales que muchas veces son puro terruño.
Hagan lo que hagan, un día estaremos en las instituciones que ustedes nos cierran. Mientras tanto váyanse a la mierda.
Un musulmán español.
Iba a decir otra cosa, pero el amigo M. me distrae para recomendarle que se vaya él y se lleva a los suyos en tanto que eso pasa y no pasa. Una pregunta: ¿podría imponerse el criterio DEMOCRÁTICO de una minoría cristiana, por ejemplo en un país teocrático como la mayoría de los suyos? No me conteste porque no hace falta.
Siempre me pila desp`revenido, don jefe, hoy mismo hubiera esperado que a usted le gustara la idea porgresistísima de que voten los residentes empedronados y veo que no, que se percata de los riesgos aunque sea sin negarles el derecho. Me quito el gorro ante su coherencia. No se la recomiendo a los demás, porque algo sé por referencias de su vida y veo que no le ha resultado rentable.
Soy nueva, como comentadora, no como lectora, y ayer pensé incorporarme entristecida por el inexplicable silencio de la mayoría habitual. Hoy, auqneu veo que han canbiado las cosas, querría iniciar mi amistosa colaboración. También soy lejana alumna de jagm, en la fac. de Sociología complutense y también lo respeto desde entonces por lo que sabe, por cómo lo dice y por las narices que tenía y veo que sigue teniendo para decir lo que piensa.
Hoy, poco puedo añadir. Que sí, que es valiente plantarse frente a un peligro y avisar de él, asumiendo que te digan xenófobo. Una empieza ya a respetar la democracia sólo en la justa medida, sin caer en beaterías ni complejos.
El otro día, durante una de sus Chaslas en Huelva, Javier Arenas dijo al público que admiraba en jagm que, manadara quien manadara, fuera cual fuera la situación política, desde hace muchos años siempre le viene oyendo decir lo mismo. LLamó a eso coherencia y levantó una ovación de un público que, debo decirlo, es incondicional de nuestro amigo. Hoy, al leer lo que escribe sobre este delicado tema, me reafirmo si cabe en la opinión que, por venir desde la derecha más destacada, valoro más.
Yo no creo en la demo pero si ustedes creen no sé por qué la discuten y la atacan tanto. Pásense a mi bando, donde serán bien recibidos y ya no tendrán problemas de moritos, rumanos y demás.
Me encubro en pseudónimo de pseudónimo para mandar a paseo al sr., es un decir, que nos invita a salirnos de madre. Confunden la crñitica libre, la discrepancia legítima, con la incompatiblidad, presciamente porque ellos no conciben salirse un milímetro de la raya marcada por sus mandos.
Tengo una curiosidad: ¿Saint Germain firma ahora Saint Michel o es otra persona? Por lo que dice y cómo lo dice parece la misma.
Para doña Malva.
No poseo –de momento– el don de la dualidad, señora Malva, pero comprendo su pregunta, como la ocmrpenderán, seguro que sí, Saint Germain o el propio jagm: somos tres viejos amigos, dos de los cuales permanecemos en París, y un tercero, jagm, que volvió a España muy pronto: ¡¡¡no podía vivir sin toros!!! Si s efija comprbará diferencias no poco sensibles entre los tres, sobre todo entre Saint Germain y un servidor, y ya de psao le aclaro que estos apelativos aludena nuestros lugares de residencia.
Espero que nadie me confunda a mí, pobre eremita, si digo que la cuestión houy debatida me inquita hace tiempo sin que haya logrado decantar una respuesta moral, aunque los datos de hoy me han dado que pensar mucho. No, no me agradaría que un día cualquiera una minoría extranjera tuviera fuerza para imponernos, a través de los Ayuntameintos o como fuera, su propia cultura o sus objetivos de grupo. La invasión de los bárbaros se produjo, en efecto, de manera algo similar a esa, según los historiadores que hoy ven en ella un porceso largo de penetración y ac aculturamiento. El tema, en todo caso, nteresante y a reacción del personal, al menos decoroso (hasta ahora, las 18:22).
Tampoco yo sé donde está el fiel de la balanza ni que es justo o deja de serlo en este negocio (que lo es de más de uno). Me convence, sin embargo, el tono mesurado de aviso que emplea gm en su artículo, basado en datos como es su costumbre, y evidentemente, meditado antes de ser escrito.
Varío de pseudónimo, y perdónenme la licencia, porque tengo miedo. Soy enseñante y me persigue en mi claustro y en en mi delegación la culpa de haber clavado en le tablón de mi centro recortes de presna, en especial del titular de este blog, que no es persona grata ni mucho menos para los sicarios políticos del chavismo. Hoy sólo les diré que muchos compañeros míos saben lo que supone ya la presencia de inmigrantes en nuestra docencia, por lo que no quiero ni pensar en lo que podría ocurrir el día en que dispusieran, además del respaldo que supone la absurda entrega de nuestra autoridad, de un poder político efectivo, por ejemplo en el Ayuntamiento respectivo.
Las migraciones acaban arañando derechos a los acogedores o como el rosario de la aurora. Votarán en las municipales, de momento, y en el momento en que conviniera al partido con poder suficiente, también en las demás citas electorales. Con la emigraicón hay mucha gente que gana (acaba de decirse ahí arriba) pero los costes, que son muchos, nos los repartimos entre los vecinos y contribuyentes.
Ya hay o había un diputado moro en el «Parlament del 3 %», y habrá muchos más en todos los (innumerables) que hay en la piel de toro. De concejales, mejor no echar la cuenta, pero va a ser inevitable que se metan (no los moros, de momento, pero quizá también en su día) los europeos, revueltos los honrados trabajadores con los bandidos que asaltan nuestras casas y actúan organizados militarmente.
Con doña Epi y don Griyo de viaje parace que se viene abajo el «estilo» del blog. Hoy vendría muy bien ese estilo porque el asunto es de abrigo, aunque no se quiera ver.
Acabo de leer lo dicho por Ana Pastor, que es una señora muy sensata, a lo que se refería temprano Clara, o sea, a que la inscripción en el Censo no produzca de manera automática derechos tan caros como el de asistencia médica o la enseñanza. Creo que no habrá quien pare esa dinámica, por mucho que se diga, como dice Pastor, que peligra el Estado del Bienestar (del Bienestar de unos, no de otros, claro) y hay que insistir en que mientras la inmigración se permita porque beneficia a la economía (a las de unos, a costa de las de otros) nadie se pondrá en contra ni hará caso a voces prudentes como ésta.
Para que se entienda claro hay que decrlo así: está muy bien ser solidarios con esas poblaciones pero ¿qpor qué han de pagar los costes quienes no se benefician de su esfuerzo? Yo entiendo que un impuesto gravase a los empresarios que emplean mano de obra más barata, incluso a los ocnsumidores de los productos así obteniudos, pero no que se reparta el coste por igual entre los contribuyentes. No se puede hacer solidaridad a costa del vecino.
La cuestión es que así lo dispone la Ley. ¿Alguien va a tener la audacia de cambiar esa ley que, además de tener sus buenas razones de justicia, va en lam línea de la «corrección política» imperante? Problemas como el de hoy han de ser tratados con cautela, y ni siquiera la experiencia y tacto de jagm logran hoy un planteamiento conveniente.
Pronto tendremos aquí el lío del velo en los colegios, como ya tenemos la exigencia de clases de lengua o religión de esas minorías. Y yo pregiunto si eso es solidaridad o es ingenuidad, al menos mientras haya tanto por atender en el propio país. Hacer un sistema educativo tan puntilloso con los extranjeros cuando carecemos de profesores suplentes, i de situio en las aulas, o incluso de centros decorosamente instalados, es un poco hacer el indio, me parece a mí.
Los inmigrantes mandan ya mucho. Lo sabemos bien los enseñantes que hemos de lidiar con ellos y sus hijos diariamente. No es posible discriminar a un niño y dejarle sin escuela, pero ya me dirán cómo ,meter en una escuela tan mal dotada como la nuestra a una población escolar que no habla bien el idioma, para empzar, que tiene otras creencias y costumbres, que tiene sus propias exigencias religiosas y todo el resto. Cuando entren en lso Ayuntamientos es natural que manden todavía más. Entonces hablaremos, srs. ultrasolidarios, entonces hablaremos, aunque lo normal es que ya reslte un poco tarde.
Oigg, mis niños, que no se os puede dejar solos…
Servidora ponía ayer un poco el solfa lo que ‘hoy’ llamamos democracia, que pasa -como un beodo de pared a pared- del don Juan al Juanillo. Como en muchas otras cuestiones pasamos de ser un país atrasado, pobretón e inculto al más chuli, al más tolerante, al más de lo más.
No sé si he cogido la perra con recordar la historia, pero no es malo echar un vistazo a lo que nos ha ocurrido -Europa mismamente- en los dos últimos siglos. La Pieldetoro ni mentarlo, vaya. ¿O ya no se acuerdan, por ejemplo, de acostarse monárquica y amanecer republicana, aunque con legañas?
(Mi envío de solidaridad al docente, enseñante o currelante de la tiza, que una sabe bien lo que es ser «bienaventurado -un mojón para la de los plumeros en la cabeza- el que sufre persecución…» no por laa justicia, sino por el chavismo rampante, cuyas terminales llegan a claustros donde los ojos y los oidos del ‘zar’ se encargan de que esa persecución no afloje la presión ni un momento para ir a mear. )
¡Qé quieren que les digamos quienes hemos conocido los buses con separación de razas en LA MAYOR DEMOCRACIA DEL MUNDO! La experiencia USA –tan exitosa en muchos sentidos– demuestra que conciliar la convivencia de grupos cultirales distintos es una trea ardua. En España están ustedes al comienzo de la escalera, pero por lo que se ve desde fuera, quizá intentan subirla a grandes trancos y eso no es aconsejable. Verán como de este tema hay que hablar pronto y no una sola vez.
Nadie escarmienta con experiencias ajenas porque sino, entre los Usa, y la del resto de Europa, ya me dirán, en España todo estaba arreglado.
Naturalmente el voto del emigrante es un problema, pero pienso que, a nivel municipal , es el menos problemático, ….salvo cuando las comunidades son realmente diferentes.Votarán unicamente los que se sientan concernidos por el porvenir de la región, es decir los que se afincan,los que trabajan y buscan cómo mejorar sus vidas y las de sus hijos.
Pienso que entre el «español viejo» y el polaco, o el argentino o colombiano habrá poca diferencia de aquí a poco, porque tendrán las mismas aspiraciones. Lo malo es cuando las comunidades tienen aspiraciones profundamente diferentes o opuestas. Finalmente se enfrentan. Desgraciadamente no creo que , hoy en día, un país único pueda cobijar dos o más comunidades con lenguas diferentes, religiones y/o costumbres diferentes: más tarde o más temprano, las comunidades se enfrentan. Ver sino a Bélgica, donde la distancia parece corta y sin embargo no desaparece o Líbano, que fue realmente un país multicultural, multiétnico, multireligioso, abierto , con mucha cultura, centro intelectual y artístico. Pero la cosa no ha durado.
Pienso que con los países es como con las parejas: es ya bastante dificil que dos personas de misma edad y cultura se lleven bien todos los días, toda una vida, sin añadir la dificultad de las diferencias de edad, de cultura , de educación o de religión.
Homúnculo y doña Epi hablan de miedo. ¿Miedo en España, miedo hoy? Deberían explicarse con más detalle, porque no es justo tirar la pedrada y salir corriendo. ¿Miedo de qué, qué les han hehco en el claustro o desde la delegación, qué clase de presión puede ejercerse sobre un profesor desde los despachos? No digo que no sea cierto lo que dicen, digo que resulta extraño oírlo y merecería la pena que lo concretaran.
…de gritar en mi clase, de pelear con mis cafres exentos de toda reponsabilidad. ¿De qué? Pues de muchas cosas que pueden caerte encima, desde horarios pesados a cursos que nadie quiere y demás. En la enseñanza hay mucho miedo, aunque es lógico que un personal preparado como es el enseñante tampoco es que ande arrastrado. Pero hay miedo. Si doña Epi lo dice, por algo será, como si lo dice don Homúnculo. ¿No han leído que la Fiscalía reclama que se aplique el delito de atentado a quien pegue a un profesor? ¿Ustedes creen que eso se entendería en un país civilizado? Por favor, doña Marta, dígamnos si en Francia la indefensión del prof es tan grande como aquí.
No digo yo miedo, sino jindama que es lo que don gm suele decir, muy en plan flamenco. Los porfes tienen miedo de los alumnos y de sus familiares, de los vándalos que invanden el cole desde la calle al inspector que te empapela por dedicarle a un niño la inocente expresión ^Pero, chico, ¿eres tonto o qué?», que una ves se me escapó, ya ven el delito. A todo eso se teme en la enseñanza, como lo prueba la mltitud de gente que se jubila antes de los 65 al contar con años suficientes de trabajo.
«Un censo de 21 votantes». Supongo que quiere decir 21.000. ¡Ay, don josé, que tiene demasiadas cosas entre manos y se le escapan las peores!