Un poco reiterativa y tópica me parece a mí la crítica que se viene haciendo a Rajoy tras su debate con Rubalcaba por haber leído, o más bien, por haberse guiado por sus papeles al hablar, en lugar de enarcar el brazo y declamar castelarinamente sus ideales y promesas. Los españoles han sido, quizá más que los demás europeos, hinchas de los políticos elocuentes, de los “piquitos de oro”, lo mismo que han dado excesiva importancia al pergeño físico de las figuras públicas sobre sus cualidades intelectuales. Quizá por eso les ha impresionado tanto (ver los taquillajes obtenidos) la película sobre “El discurso del Rey”, y por eso la práctica galería de prohombres que se conserva en nuestro país, de Castelar a Azaña, posa para el futuro en actitud oratoria, la mano en garra y la mirada suspendida en el infinito. Ninguna memoria parlamentaría tan española como la famosa arenga que comenzaba proclamando que “Grande es Dios en el Sinaí” y pocas tan recordadas como el “Puedo prometer y prometo” con que Fernando Ónega decoraba las primeras actuaciones de Adolfo Suárez, que también leía sus discursos. Y por eso también han celebrado tanto el tropezón del candidato republicano Rick Perry cuando se quedó colgado como una jaula al enumerar tres instituciones de las que sólo lograba recordar dos. En USA bastan cosas como ésa para liquidar a un político y enviarlo por derecho si no a los albañiles, ciertamente, sí a los lobbies o a las altas direcciones de empresa, pero en España –al menos todavía—a la memoria y al arte de decir se le concede todo el peso que es lógico que se atribuya a la política en un país tan teatrero. Por cierto que hay autores –como Nicholas Carr, “The Shallows: What the Internet is doing to our brain”—que recelan la posibilidad de que vayamos perdiendo masivamente la memoria a fuerza de brujulear culturalmente en la Red, que es el instrumento que más ha torcido la atención humana después del hallazgo de la imprenta, dado que ese medio ha cambiado radicalmente el uso que hacíamos del cerebro convirtiéndonos más en bibliotecarios que en estudiosos. Ahí dejo el dato.
Desde luego que uno se aterra ante el auge del mensaje breve, la tiranía del tweet y la comunicación en píldoras porque, como explica Carr, si la memoria a corto plazo fuera un dedal, la adquirida a largo habría de ser una bañera. Hemos pasado sin solución de continuidad de la oralidad tradicional a la imprenta y de ésta a la Red. Pero seguimos exigiendo a nuestros políticos que molen al personal declamando con el “manos libre” activado. A Demóstenes lo hubieran rechazado hoy de cualquier tertulia. Este es el país de los García Sanchís y eso tiene mala cura.
Gran verdad, la de que los españoles valoramos más la retórica que el talento. A Rubalcaba lo eligieron convencidos de que su «labia» no tendría rival y ya ven. Pero no aprenderemos nunca porque es una herencia racial. Se agradece una opinión tan crítica en medio del baleo ovejuno.
Demasiadas prisas, tiempo menguante: vamos de cráneo. Lo comprobamos los enseñantes en todos los niveles, y en nuestra propia experiencia personal y profesional. Exceso de información, déficit de criterio. En unas pocas palabras, poco pensamiento cabe. Y es a lo que vamos. Qué pena.
Es que somos un país de membrillos.
No sé si de membrillos o de higos chumbos, pero desde luego no de personas demasiado inteligentes. Nuestra afción retórica es proverbial y cierto que aquí se le da más valor a la palabra lucida que la idea lúcida. Y es una pena porque así nos va en casi todo. Ahora a rastras de Bruselas pero siempre a la zaga de Europa. Menéndez Pelayo sostenía lo contrario porque creía que el patrotismo consistía en creer hasta lo que no es. Hoy ya somos menos crédulos aunque sigamos siendo,en fin, serñór Griyo, membrillos, si así lo desea.
el sr. gomez marin lee siempre que habla. Ergo será que no sabe hablar bien sin papeles, como Rajoy. No me lo tomen a mal, es que me quemaba su imagen que he visto muchas veces leyendo sus sabidurías en público.
Este es país de castelares de barra de bar, definidores de lo habido y por haber. No gusta el saber, importa el sonido. Po eso em adfhiero sin reservas a la tesis de la columna dse jagm. ¿que Rajoy no sabe hablar, que cerece de memoria? ¡Pues eso lo dicen unos chiquilicuatres a alguien que, entre otras cosas, ha superado las oposiciones al Registro, posiblemente las más difíciles entre las existentes. Ruibalcaba, en cambio, es un parlanchín, buen gesticulador, excelente en la comunicación, los guiños y la técnica de las complicidades. Creo que por una vez los españoles van a elegir con el cerebro completo y no sólo con el juego de imágenes.
Un buen comentario que es una pena
Un buen comentario que es una pena QUE MEREZCA LA PENA. Lo suyo sería que los españoles no necesitaran de esta reflexión, ni salieran en esa postura en la foto. La instantánea de los oradores es estupenda. Divertida.