Nada más nacer el año se amontonan las novedades científicas de que tanto gusta cierta irresponsabilidad periodística. Nos enteramos, para empezar, de que unos biólogos suizos acaban de conseguir, a base de adecuadas modificaciones genéticas, la bisexualidad de una vieja conocida, la mosca drosophila, de modo y manera que, tras el tratamiento en cuestión, el enjambre se entrega a una orgía desmedida en la que no se hace distinción de sexos a la hora de la coyunda. No me ha convencido mucho la razón que daba uno de los sabios al apuntar que semejante experiencia podría descubrirnos de una vez por todas si la homosexualidad posee o no un origen genético, curiosidad que poco tiene que ver, a mi entender, con la misión de la Ciencia ni, en definitiva, con nada que no sea ella misma. ¿A quién le importa que la atracción de Aquiles por Patroclo o la de Adriano por Antinoo respondieran a la tiranía de las hormonas o a los efectos, siempre difusos, de la socialización? Algo parecido habrá que preguntarse ante el anuncio de que unos sabios han logrado descifrar el genoma de un chino perteneciente a la etnia hen, dentro de un programa más ambicioso que alcanza a cien voluntarios y que recuerda en gran medida al que se traen entre manos para mapear concienzudamente el del panda gigante, ese tesoro nacional en vías de extinción, igualmente justificado con razones epidemiológicas. Un día nos hablan de una hormona responsable del miedo, otro del agente que aguza la sensibilidad o al que hay que atribuir el sentimiento religioso, siendo la última entre estas revelaciones la referida a una sustancia, la oxitocina, implicada estrechamente lo mismo en el delicado mecanismo del orgasmo que en el enigma del enamoramiento, pero a la que una universidad californiana atribuye ahora también nada menos que la capacidad de empatía y, en definitiva, la causa de la generosidad. Se ha venido abajo de un plumazo, pues, la idea de que la gente se ama, se achucha o se compadece del prójimo movida por un enigmático factor de índole anímica, para dejar sitio a la gélida teoría de que alguna molécula implacable robotiza nuestra voluntad forzándonos lo mismo a hacer el bien que a prestarnos al mal.
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El notable desarrollo de la investigación está dando de sí resultados notabilísimos pero es más que posible que, de paso, la falta de un paradigma razonablemente común ande dilapidando recursos y esterilizando esfuerzos en su desordenada carrera hacia cualquier parte. No digo que esta impresión se derive, en parte al menos, de la afición del periodismo divulgador –fiel reflejo de la del público en general– por lo extravagante o lo inverosímil, pero es preciso admitir que, en buena medida, semejante fracaso concierne antes que a nada, a la descoordinación propia del saber. Nada lo probaría mejor que la ocurrencia de primar la presencia femenina en los grupos investigadores o la extremada arbitrariedad de los objetivos perseguidos, cuyo alejamiento de la utilidad real explicaría esa desconfiada distancia entre el laboratorio y la industria que tanta queja lleva levantada. Por supuesto que la Ciencia no va por libre, como quien dice, sino que, como sostuviera el gran John D. Bernal o dejaran entrever espíritus tan distintos como Samuel Lilley o B. Farrington, en realidad sigue su curso secretamente arrastrada por la lógica del Sistema, o lo que es lo mismo, por sus necesidades reales. A veces he pensado que acaso esas mandangas que nos parecen expletivas o sencillamente arbitrarias cumplan su función específica que bien podría consistir en alegrarle la pajarilla a una opinión tan alejada de la preocupación científica que se abre confiada a cualquier malabarismo. Cuando hace treinta años comenzaron nuestros experimentos con drosóphilas muchos sabios no creían gran cosa en ellos. Eran los mismos que luego lo han calificado de “recurso crítico” sin cambiarse siquiera de bata.
No está mal, pero los temas que no se dominan es mejor no tacarlos. Y conste que valoro sus críticas al mundo científico y su raro interés por el mismo.
Obsesión de jagm, razopnable, justificada por los tiempos que corren y por su mucha y buena información.
Recuerdo alguna madrugada, todavía en Madrid, en que ja me llamaba para que le aclarara conecptos de física que andaba leyendo, el buen hombre, por aquel entonces fascinado por la física de lo «infinitamente pequeño» y, por contraste, con la astrofísica. Un tipo poco frecuente. De los más curiosos que me he encontrado en mi ya larga vida de profesor.
Yo, desde luego, no domino nada, pero sin embargo, me voy a atrever a opinar.
Efectivamente todo eso se debe a los periodistas que buscan como vender papel y anuncian que se ha encontrado el gene del crimen, el del amor etc. Son modas. Hubo una época, que por la forma de tu cabeza te decían tu carácter: no sé si la cabeza determinaba el caracter o al revés.Y así como te mostraban retratos del puro ario, también había el del criminal nato.
Hoy también pasan cosas por el estilo: se oye que tal enfermedad es psicológica y al día siguiente, que no, que la causa un germen. Recuerdo que hubo una época en que las madres de las anorécxicas eran las responsables de la enfermedad de sus hijas; hoy el discurso es diferente. Los periodistas simplifican mucho, demasiado, pero los científicos también son humanos, y son sensibles a las modas, a las presiones del mundo exterior, a lo políticamente correcto, a su cultura y creencias religiosas… Y para terminar, también ellos pueden equivocarse….
Un saludo a todos.
No, mi querida doña Sicard, no descargue culpas en los periopdistas que, en fin de cuentas, no hacen sino reproducir lo que se les «deja caer» en los laboratorios. Las grandes mentiras dela Ciencia las perpetrabn los científicos, y a los plumillas les priva el notición –como advierte el anfi–no menos que al público. Pero ¿qué periodista se inventaría un gen activo o una zona del cerebro responsable de una conducta? Por favor, madame, un poco de reflexión.
La Ciencia es la Verdad pero vive del cuento: esa máxima equívoca tiene su busilis. He leñído lo precedente y creo que el docto Prof lleva razón esta vez, doña Marta. Aparte de que, hay que insistir la columa se muestra abierta a toda interpretación. Yo creoi que don jagm no se merece, en todo caso, que lo emparejemos con posibles /y ciertos) oportunistas que hacen tremendismo informativo para salir del paso.
Interesante, como de coistumbre; este hombre elige bien los «motivos» sobre los que construye su reflexión diaria, lo que demuestra una tremedna capacidad de asimilación dse lecturas e informaciones.
La carga a los periodistas, injusta. Lo que no quita que no haya por ahí algunos que se merezcan el purgante.
¿Por qué ese interés (lleva razón este señor escritor) en establecer la naturaleza de la sexualidad diferente. ¿Inseguridad propia? No digo nada más. Creo que la columna es correcta en este sentido y que el ejemplo de las moscas es divertidísimo.
No frecuento la página por pereza pero hay días como hoy que algo me fuerza a asomarme a ella. Jefe, lleva usted mucha razón, y la lleva también quien acaba de escribir antes que yo: no se explica el interés que pueda tener la Ciencia en determinar sin un mariquita lo es «a natura» o lom es «por contagio», «degeneración» o, como pretenden algunos clérigos y no pocos laicos, «enfermedad». ¿No temndrán nada mejor en que gastarse los presupuestos de los laboratorios? Me parece que a eso es a lo que se refiere la columa de gm.
Será que una servidora está muy afectada por el subidón de las cebollas o por la devaluación del conejo, de lo mísero de mi aumento de pensión y el caminito que lleva la gasola, que todo lo enfoco últimamente con el prisma de diamante de la economía.
Pero lo cierto es que tras este allanamiento de saberes, tras este preludio en fa menor del conocimiento, la oxitocina o las feromonas, puede empezar a desfilar alguna sustancia que hará, oh, el milagro de que el orgasmo dure lo que un documental de la Dos o que las gerontes como una misma sintamos humedades cuasi olvidadas. Ya hasta en los cuentos infantiles van a embuchar folletos, huy se m’has capao, sobre la disfunción eréctil o la sequedad vaginal. Ya sé, ya sé que mi don Páter y otras mentes puritanas me van a llamar grosera, pero es que una estaba feliz con su dueto erótico sentimental y ahora te crean necesidades para que tengas inevitablemente que pasar por caja.
En cuanto a la hermana mosca del vinagre, qué decir. Una estudió biología celular basada toda en la eschericcia coli, que si nos ponemos a averiguar, como muy bien indica el genitivo, es la más abundante en el colon, es decir que es la que inunda de malos olores la red del alcantarillado. ¿Se llamaba drosophila melanogaster? Porque melanogastrenses se ven en la playa a manojitos durante el verano.
(Fuera de contexto: anoche Quintero le puso alfombra roja Archave, preguntas blanditas y bien anticipadas para que el prócer cayera lo mínimo en la dislexia -la mental no hay quien se la remedie- y solo dijo alguna que otra vez ‘difinitivo’ o tuvo que repetir alguna palabreja que había comenzado trabucada. Yo estaba tan pendiente del bisoñé del Loco, loco, sí, sí, a mí con esas, que a última hora me quedé casi sin oir el galimatías en que se enredó al hablar del derecho al honor y de lo parco de su patrimonio. Me quedé con un detalle gracioso: dijo que hace quince años muchos niños andazules no tenían plaza escolar y resulta que hace quince años, ya hacía once que gobernaban en Andazulía los ilustres sociatas. Se nota que Erchave es de letras y no había hecho bien las cuentas. Ji, ji.)
Perdón. He caído en un ‘dequeísmo’ y ya mismo mi don Ortógrafo o mi don Gramático me van a amonestar. Lo retiro.
Aunque mi presbicia no me hace fiable,no encuentro su dequeísmo, querida Icaria, y dépor absuelto su pecadillo léxico, de mil amores. ja es un agudo observador de lo que nos rodea y no es la primera vez que nos alerta sobre el aprendiz de brujo. Y lleva toda la razón al decir que la Ciencia, con mayúscula o sin ella, se está perdiendo, con frecuencia, en meandros que no conducen a ninguna parte, sin contar aquellas ocasiones en que juega con fuego y no precisamente divino. Esta es una de las graves cuestiones del momento, y siempre que la toca nuestro amigo me sabe apoco un comentario que seguro que él alargaría mucho en una de sus antiguas clases o en uno de sus artículos mayores.
Los ejemplos están tan puñeteramente elegidos que algún colega de esa insigne rama humeaba esta mañana por la herida. ¡El exclusivismo cientificista! ¡Como si los demás no pudiéramos alcanzar con nuestro sentido común esas reservadas VERDADES que sólo ellos alcanzan a ver! LLeva razón nuestro hóspite: se gasta mucho en tonterías y eso se debe a que falta un plan razonable y conjunto, una especie de programa-límite válido para todos los investigadores, sin perjuicio de su libertad y su imaginación.
Conozco algunas universidades que se quejan de no recibir dinero de las empresas (suelen decir de la «sociedad civil»), y francamente yo tampoco se lo daría para muchas de esas cosasque hacen o en las que pierden el tiempo.
La mención de Bernal, frecuente en jagm, es la clave para entender la columna: cada época tiene la Ciencia que «su» sociedad exige (no necesita, sino exige). Es verdad que hoy se dedica poca renta a la investigación,pero también que se derrochan ingentes cantidades de dinero en entretenimientos que no llevan a ningún sitio. Leanb ustedes las memorias de los departamentos, o delas universidades y van a ver lo que es bueno, quiero decir, lo que es malo.
Ya tienen el resultado: dípteros bisexuales. Bien, ¿y ahora qué? En materia de obsesiones no está tan lejos el laboratorio dse la calle.
¿Quépuede esperarse de una política de investigación que prima la presencia de mujeres con dinero a los departamentos, como hace nada se comentaba aquí mismo? Evidentemente,una Ciencia dependiente de la corrección política no es una Ciencia dela que pueda esperar gran cosa. ¿Habrá que recordar que Cajal hacía sus preparaciones valiéndose de cuchillas de afeitar viejas? Me gusta que gm haya escogido ejemplos forasteros para que se vea que se trata de una tendencia general y no sólo española.
Buenísimo lo de las moscas, que ya había visto por ahí, y puesto en razón lo que jagm opina cogiéndolas al vuelo. Lo que me intriga es lo del genoma chino. ¿Por qué se habrán metrido esa gente en ese berengenal? Atento, amigo ja, porque ahí debe de haber gato encerrado.
No estoy de acuerdo.Creo que estas críticas superficiales hacen más mal que bien. No prejuzgo la intención, no obstante, porque conozco al autor bien.
Completamente de acuerdo con jagm en su critica a los despilfarros en la financiación
de la investigación científica. No tiene sentido emplear unos cuantos millones de
euros en experimentos que aunque sea tangencialmente tienen que ver con absurdas
preguntas acerca de donde venimos, qué es lo que nos hace diferentes y adonde
vamos, dejando sin resolver problemas fundamentales como la seca del
encinar, el aprovechamiento del orujo, la mosca del jamon, el origen del flamenco o la
verdadera nacionalidad de Colón.
Y no puedo más que su marme al coro de criticas a este mínimo apoyo para que las
mujeres que se atrevan (y esten calificadas para ello) no queden relegadas a puestos
secundarios en los equipos de investigación. Un conocido mío, director de un departamento
científico durante muchos años expresaba de forma certera el camino a seguir (el que
se ha seguido hasta recientemente) : ‘A las chicas del departamento
hay que darles las máximas facilidades en los horarios para que cuiden de sus hijos cuando
estos las necesitan, pero vaya, para las oportunidades, hay que tener presente quiénes
son padres de familia. Esa es la moral cristiana, y no hay más’ . Persona muy cercana por
cierto, a esos que invocan la paridad ( que sigue siendo sólo para el programa y los votos,
y rara vez para las oportunidades), excepto casos como este
Siento tener que discrepar de don Prof porque primero , a veces los periodistas fuerzan el trazo y presentan como algo seguro y definitivo una simple tendencia, una orientación , una posibilidad y segundo, porque los periodistas también pueden ejercer su criterio y no tienen porque dar publicidad a algo que carece de interés, o de verosimilitud.
Naturalmente, lejos de mí la idea de que don José Antonio pueda hacer algo semejante, don Pangloss.
La bacanal de drosophilas, divertidísimo. Y de acuerdo con Ropón: para qué querrán los Chinos el genoma de los Hen? a lo mejor se van a dar cuenta de que todos descienden de ellos , que al principio estaban los Hen!
22:45
A estas horas casi todo está dicho ya, pero me traen un recuerdo de mi adolescencia:
Decían, los que creían que sabían, que los mariquitas con pelo lo eran por desequilibrio de hormonas y los calvos por vicio.
Esa opinión se atribuía al Dr. Marañón, don Griyo, quien parece que la expresó hablando del tipo humano de «Don Juan». ¿Ve cómo no son sólo los periodistas los que extreman las cuestiones, madame Marthe?
No entieno bien la postura de Isleñita pero si está a favpr de la famosa «discriminación positiva» en este terreno de la investigación, vamos dados.
(Ausente ya de vuelta)
«Descoordinación propia del saber», «ausencia de un paradigma»… No se olvide que es ja quien sugiere la ligereza del criterio periodístico, pero también que él pone el dedo en la llaga de una manera tan concreta que no admite discusión.
(Bienvenido, mi don Lépido. Se le echaba en falta y se le quiere).
No tiene guasa mi don Elitróforo. Hace una distinción binaria de los mariquitas, sarasas en Cádiz, cargadores del puerto de Walt Whitman. Se le ha olvidado -no, más bien ha omitido- nombrar las tasas de testosterona, que efecyivamente influyen en la calvicie o en la barba casi lampiña. Hoy un cronista deportivo (!) que se precie no deja de achacar un gol, mjor una remontada, a un derroche de testosterona.
Circula por ahí una clasificación de los homo casi interminable: los que no lo son y lo parecen; los que no lo parecen y lo son; los que lo son y lo disimulan, los que lo ocultan; los que viven de parecerlo (‘No desearás al vecino del 5º), los que viven de su ostentación… interminable. Buenas noches a quien aún siga en pie.
Por cierto, isleñita creo que vive en los encinares.
01:18
Omitido, doña.
Recuerdo perfectamente que también se usó la hormona femenina para tratar de reducir la calvicie con resultados lamentables y hoy se está usando para retrasar el progreso del cáncer de próstata.
Sin entrar en el tema, que me parece muy interesante, ¿no es significativo de la sociedad que vivimos que uno abra el periódico y entre tantas páginas no encuentre ni una sola de ciencia? QUizás una, por un hallazgo llamativo y mediático, pero siempre cinco o seis páginas de televisión, más de deportes, de «sociedad» y en algunos, en lugar de «cultura», ocio sin más.