El Coto de Doñana –que ése es su topónimo genuino—fue siempre objeto del deseo del Poder. Tendrían su interés, si es que existen, las actas de las negociaciones que en torno a él abrió la democracia y en las que el Gobierno –lo de Estado no deja de ser ya una metáfora blanda—se lo adjudicó para uso y abuso de los mandamases de turno. Pero el Coto, además de Parque, es fuente de vida para una amplia comarca y, señaladamente, para el Condado de Huelva, que es su sede. Y ahora el Gobierno –casi todos los que han desfilado ya—ha vuelto a chocar con esos comarcanos que antier dejaron a la mismísima ministra Ribera más sola que la una en su visita prenavideña. Ella dice que “todos queremos un Doñana vivo, no muerto”, y los ausentes contestan que sí, que vale, pero sin que se ignoren sus intereses vitales. A ver quién puede quitarles la razón.