Es un delincuente, nos guste o no, el ciudadano al que condena el Tribunal Supremo. Por eso repugna el cierre de filas de Chaves y los suyos con el alcalde de Carboneras condenado, en efecto, por un delito electoral al haber presionado a un conserje para arrancarle el voto. Claro que, bien mirado, no debe extrañar esa actitud en el mismo Chaves que, a pesar de tanta proclama solicitando a los de enfrente respeto por la Justicia, se manifestó en la puerta de la cárcel de Guadalajara a favor de dos secuestradores convictos que, para más inri, bien cercanos al partido y al propio Gobierno continúan, incluso en circunstancias tan delicadas como las que rodearon la tragedia del 11-M. ¿Se puede ser candidato siendo un delincuente indultado? Pues claro que sí, pero no debería ser aceptado en una democracia mientras se mantenga al menos la ficción de la imprescindible separación de poderes en el Estado.
Vamos, vamos, mi señor Dongómez. Que estamos -ahora toca y yo también estoy- en el país, donde el llamado JB le dice a un picoleto: «¿Usté no sabe quién soy yo? ¿Sabe con quién está hablando? El cacharrito de la alcoholemia se lo va a meter por donde usté sabe. Y dé gracias a Barrabás si esto no le cuesta la teresiana». Y ahí sigue. Con un par, que diría el funambulista.