López Martos ha roznado siempre de no ser militante, ni siquiera cuando fue consejero pero no se puede ser consejero con guantes y mascarilla como lo prueba es que un hombre sensato como él a punto estuvo de tragarse el marrón del “caso Ollero” simplemente por estar donde estaba. Por eso mismo, su severa descalificación de la política de agua de la Junta y el Gobierno y su zambombazo a la famosa transferencia a la autonomía de un Guadalquivir cuya cuenca él presidió y que pocos conocen como él, tiene una grave importancia que no debería quedarse en serpiente de verano sino llegar al Parlamento cuando sus Señorías tengan a bien dejar la sombrilla y volver la tajo. Lo que ha dicho ese experto es para revolucionar la oficina y nadie debería sucumbir a la tentación de hacer con sus palabras leña de partido, porque son algo mucho más importante: todo un argumentario para una de las cuestiones claves de nuestra actualidad.