Nadie sabe a qué esperará el Gobierno para tomarse definitivamente en serio la rebelión de los narcos en la costa gaditana, pero los hechos demuestran que, lejos de amilanarse por las medidas ya adoptadas, esa mafia desafía al Estado sin el menor complejo. Sin darnos tiempo siquiera para reponernos del estupor provocado por la “liberación” del capo hospitalizado, esos bandidos han intentado quemar las recién llegadas lanchas rápidas de la Guardia Civil, evitada sólo por la alarma de última hora. Y por supuesto que no se trata sólo de reforzar la seguridad, ya que esa plaga no cesará mientras no se invierta en la comarca hasta sacarla de su actual ruina. Pero entre tanto, lo deseable sería que no se reproduzca en ella el paisaje gallego de los años 80 ni el negro horizonte de Sicilia o Nápoles.