Como en los viejos casinos en que los señoritos mandaban al mozo a comprar una baraja nueva, los dos grandes partidos nacionales, han de hacer lo propio si no quieren verse despistados en mitad de la timba. No es que yo crea, como muchos de mis colegas, que el bipartidismo esté ya irremisiblemente tocado y hundido, pero sí que estoy convencido de que lo que el domingo ocurrió en las urnas trastoca el pacto tácito que desde la Santa Transición viene rigiendo en España, a saber, garantizar la estabilidad. Cinco millones de votos perdidos (entre PP y PSOE) son muchos millones, no cabe duda, pero no confundamos este resultado del cabreo con lo que habrá de ser una futura elección –las municipales, por ejemplo, y no digamos unas generales– en la que más de uno se tentará la ropa antes de votar, en plan aventurero, con los dientes apretados y la rabia por bandera. El sistema electoral español protege con fuerza a esos dos partidos, cierto; pero cierto también que la crisis económica ha puesto patas arriba las bases del Sistema dando paso a unas minorías alternativas que será curioso ver cómo se ponen de acuerdo cuando llegue, si es que llega, la hora de la verdad: ¿podrá IU aliarse con Podemos o seguir pegada a la jareta del PSOE, cerrará UPyD por la Izquierda o por la derecha, qué será de este precito país si llega a verse en la circunstancia que Italia vivió cuando hasta era posible darse la mano connivente con los neofascistas? ¿Se habrá dado cuenta el electorado de que con su voto extravagante acaba de abrir la puerta a una extrema izquierda cuyo fundamento no es precisamente su fuerza sino el sentimiento generalizado de debilidad? No es fácil de entender el nuevo mapa político. Lo que no resulta difícil es imaginar sus eventuales consecuencias.
En Andalucía se enroca el PSOE –con un 25 por ciento del voto de su partido– a pesar del ominoso treinta y mucho por ciento de paro y de las corrupciones galopantes. ¿Se le puede llamar a eso un éxito, siquiera pírrico? Yo creo que Carl Schmith o Hermann Heller hablarían, mejor, de “régimen” a secas. ¿Y podrá un PSOE apuntalado por una clientela amoldada, como la andaluz, servir de base a la reconstrucción de un PSOE nacional? No creo que en las municipales o generales Podemos siga manteniendo sus puestos destacados en Madrid o en Sevilla, pero no me cabe duda de que se ha abierto una caja que si no es la de Pandora poco le faltará.
Una pena que este rincón apacible se encharque con la lluvia barriza de la política. Pero es lo que toca y lejos estoy de reprochar al Anfi que se meta en el fango. Antes bien, ante tanto ruido como nos ensordece, es de agradecer su visión acertada y concisa.
Se me olvidaba: mientras persista este sistema electoral conmigo que no cuenten. Ni esto es democracia ni Cristo que lo fundó.
Una situación muy difícil, parea Andalucía y para España, y para Europa. Amigo ja, recuerda nuestras conversaciones sobre Europa en Altos Estudios, ¿te acuerdas?, en especial las que nos sugerían que buscáramos al continente en la imaginación de Erasmo. Valle Inclán: la suerte de España es un albur o un barato. (Sé que no es exactamente así, pero más o menos).
Lo de Andalucía, visto desde fuera al menos, no parece tener solución. ¿Y si la catástrofe interna del PSOE fuerza a elegir a esa discutida personalidad que preside la región a hacerse cargo, eventualmente, nada menos que de un partido de gobierno nacional?
Deben andar bastante preocupados los dos grandes por lo que ha ocurrido y por lo que se avecina.
Muchos jóvenes -que seguro no han votado y que a lo mejor jamás se hubieran planteado hacerlo alguna vez- han visto en Podemos una forma de estar representados y de lograr ese ruido que nunca hizo IU.
Me temo que esto es el comienzo, y querido José Antonio, aunque nuestra Andalucía in different, creo que tras la tempestad no llegará la calma, sino que los de Podemos van a crecer y mucho en esta tierra.