Si hace unas fechas un jugador catalán de no sé qué deporte de minorías se negaba a jugar en la selección española con el argumento de que prefería jugar en la de su tierra chica o en ninguna, el mismo día del abandono a los puntos (o quien sabe si por K.O.) de Maragall, la diputación de Gerona ha propuesto una moción a favor de que se elimine de la Ley del Deporte la obligación que incumbe a todos los deportistas españoles de incorporarse a la selección común en caso de ser requeridos. Hay que admitir que unos tíos que reclaman tener selección propia no tenían más remedio que acabar por solicitar la exención para sus jugadores de la obligación de jugar con el combinado nacional, entre otras cosas porque para ellos hasta eso de “nacional” resulta inapropiado, ya que ‘nación’, lo diga el preámbulo o lo especifique su porquero, sería también su taifa y, por consiguiente, carecería de sentido mantener esa suerte de doble militancia deportiva. Adiós a la leyenda de Ramallets, adiós al recuerdo de los Biosca, de los Gonzalvos, del gran Basora, de tantos ases del Barça como destacaron en la Selección a la que prestaron tan señalados servicios. El menbrillaje ultranacionalista ha hecho bandera lugareña de la bufanda deportiva hasta convertir en un objetivo político preferente este plante deportivo que rezuma por los cuatro costados el humor viscoso del rencor o tal vez de la envidia, pero que ha sido asumido, para estupor de ajenos pero también de muchos propios, por los mismos políticos catalanes del primer nivel. No jugar con España es un gesto separatista que, en el nivel simbólico popular, resulta más inequívoco desde luego que el batiburrillo estatutario y toda esa disentería semántica que ha crecido como un alevoso tumor en el tradicional sentimiento de unidad. Lo que no sé es cómo le caerá la ocurrencia a los propios ases cuya aportación al equipo nacional es tan valiosa como la renta profesional que pare ellos supone participar en sus filas. Lo cierto es que la balkanización palabrera ha llegado al fútbol y habrá que ir haciéndose a la idea de ver el Gobierno de la nación en manos de un presidente que no tiene otra remedio que alentar a la Selección pero que es hincha de un equipo “extranjero”, que es mi más ni menos lo que, a la sombra del nuevo Estatut, será el Barça de aquí en adelante.
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Lo que no se puede saber ni bien ni mal es qué será del fútbol catalán una vez que las fronteras se cierren y se vea recluido y forzado a competir dentro de un territorio que, evidentemente, se le queda chico de todas, todas. Ahí tienen el ejemplo de las selecciones balcánicas, incluida la de ese Montenegro que viaja sin demasiado éxito, todo hay que decirlo, como joroba de Serbia, a pesar de haber obtenido mejores resultados en su reciente referéndum que el registrado luego en Cataluña. Pero tal vez nadie aprende en cabeza ajena, y de lo que se trata por el momento en la hoja de ruta secesionista es de obstruir cualquier traza de racionalidad que pudiera insinuarse en el grave y tal vez irreversible proceso abierto por la imprudente promesa de ZP y consumado hace bien poco en las urnas aunque por parte de una exigua minoría. La gran parroquia barcelonista dispersa por toda España, esas peñas y aficionados motivados más que nada por la leyenda antimadridista, lo van a tener crudo en adelante para mantenerse como “torcida” de equipos autoexcluidos de nuestro deporte nacional, y sin duda el abandono de la Selección, caso de consumarse, habrá de dañar de modo lamentable el afecto que tantos españoles profesan desde siempre a los clubs catalanes. Pocos casos habrá habido en el Historia en que se haya traslucido con tanta diafanidad el peso decisivo de los políticos en decisiones que la gente no sólo no comparte sino que ni siquiera entiende. Me gustaría saber qué piensan Pujol o Xavi de la petición nacionalista, porque a ellos es, por supuesto, a quienes les va a tocar pagar el facturón causado por el capricho político.
No se preocupe, maestro. Dentro de ocho años las empresas futbolísticas tendrán en sus órganos directivos un mínimo de un cuarenta por ciento de mujeres y habrá nuevas perspectivas.
¿Cómo era aquel principio básico del taekwondo? Aprovechar el impulso del agresor para que su choque con el vacío o contra la pared haga que él solito se desguace los metacarpianos.
El Maestro casi lo borda en el comienzo de su segundo parágrafo. Lo voy a completar, repitiendo algo que me duelen ya los dedos de teclearlo: al nazi-onalista excluyente hay que servirle no una, sino hasta tres tazas de ese caldo que considera su privilegio sin que lo demás prueben gota.
Para mañana mismo, antes de que termine el circo dinerario de los mundiales –no doy con la mayúscula- decrétese por la vía más urgente una liga EXCLUSIVAMENTE CATALANA. En SU primera que jueguen el Barça, el Sabadell, el Viladecans, el Yirona y así. En segunda A el Palamós, el Palafruyel y el Pa…toassusmulas. ¿Vale?
Allá en el otro paisito el At-leti, la Republicana, antes Real, El Indauchu, el Ondárroa y toa la baska. (¿comprenden el jueguito de palabras?) Y en Miranda de Ebro, la frontera.
Servidora después de estas profundas cogitaciones es que se pone a hacer piis, y ¡ni gota!