No sólo los antisistema y los extremistas socavan la Constitución. También lo hacen quienes, parapetados tras ella, torpedean el sistema autonómico, ese nervio más que necesitado de urgentes y profundos remedios, sin duda, pero sin el que esta combatida democracia quedaría enervada. Termina 2019 en medio de la bronca partidista que tradicionalmente se mantiene entre la región y el Estado, pero en esta ocasión acaso más acanallada que nunca. La Andalucía que mantiene su perfil estable en medio de la confusión nacional y que crece económicamente por encima de la media de la nación, soporta el cerco de un Gobierno hostil que, desde que perdió su control partidista, no sólo le regatea lo que es suyo sino que osa intervenirla financieramente. Un final desolador para un año que comenzó abierto a la esperanza y que acaba como el rosario de la aurora.