No es normal que en un sistema sanitario tengan que funcionar un plan de prevención de riesgos, una plataforma de teleformación y hasta un «botón del pánico» para proteger (¿) a sus trabajadores de la constante amenaza de agresión por parte de la tribu irritada. Y menos que los casos registrados de esas agresiones al personal santario, lejos de disminuir, continúen aumentando Andalucía , al parecer sin remedio. ¿Demasiada barbarie? Por supuesto, pero también y sobretodo fracaso relativo de un servicio público que, aun siendo apreciable, parece empeñado en perpetuar sus graves deficiencias. Como no se mejore la dotación clínica y con ello la atención al paciente, es posible que los santarios sigan pagando el pato y llevándose los palos.