Una extraña ocurrencia temo que acabe haciendo célebre el próximo viaje del Papa a Gran Bretaña: la de cobrar la entrada a sus “actuaciones”. Por supuesto, la polémica está servida, por más que cueste comprender la razón que pueda tener el papado para consentir que un viaje apostólico se plantee como una simple gira y que la presencia del pontífice se equipare a las actuaciones de famosos en cualquier otro espectáculo. Asistir a la misa que ha de celebrarse en Birmingham –en la que tendrá lugar la beatificación del cardenal Newman– costará a los fieles asistentes nada menos que 30 euros del ala, seis más que los que habrá de pagar un feligrés de Glasgow, con la ventaja para este último de que podrá escuchar durante el acto a la cantante Susan Boyle y de que, junto con la entrada, se le entregará un “cedé” conmemorativo de esta pingüe visita. El culmen estará, en todo caso, en la gran concentración prevista en Hyde Park en la que 130.000 personas deberán apoquinar 12 euros por barba, un chollo si se considera que, encima, la velada estará amenizada por el famoso trío The Priest que actuarán en concierto. Total, un cuestionado presupuesto que supera los 27 millones de euros que tratará de recuperarse con los taquillajes de estos bolos papales que son, desde luego, lo nunca visto. Eso sí, aquellos católicos que no puedan permitirse el lujo de asistir a los espectáculos del Pontífice, siempre tendrán la posibilidad de adquirir en Internet una cuidada gama de recuerdos tales como velas benditas a 3’6 euros, camiseta con la efigie papal al precio de 22, rosarios a 18 y hasta tazas cafeteras por sólo 12. No me cabe duda de que el ceporro a quien se le haya ocurrido la idea de esta tournée le ha hecho un flaco favor a la futura crónica de Benedicto XVI.
No hace falta ser Newman –aquel espíritu excepcional que decía anteponer su conciencia a la disciplina—para entender que semejante comercialización del apostolado no tiene por donde cogerse, incluso sin recurrir a las comparaciones evangélicas o rememorar los viajes de Pablo, aparte de que es más que probable que el acontecimiento no favorezca en nada a la exigua minoría católica de aquel país. Vender entradas para asistir a una misa no sé si será delito de simonía o no, pero desde luego no puede explicarse de ninguna manera y menos, por descontado, igualar al papa con las figuras de un artisteo que, encima, siempre lo aventajará en sus astronómicas cotizaciones. Llevan razón quienes dicen que los jerarcas eclesiásticos tienen ideas que no se le ocurrirían ni a sus peores enemigos. Abrir una taquilla para ver al papa es una de ellas.
Parece que desayuna usted leche de tigre, don josian, vaya días que lleva sin callarse una. Lo de hoy es muy importante que lo digan, aunque ya verán cómo enseguida lo desmienten. Inñutilmente, porque la prensa euroipea lo ha d¡vulgado ya ampliamente y porque en las taquillas hemos de ver a la gente. Verdaderamente está bien elegido eso de ceporro para el tonsurado que haya parido la idea del viaje-espectáculo. Estoy seguro que muchos cristianos no entenderán nada.
No es necesario recurrir al caústico Eslava Galán cuando comenta por boca de otro acerca de un «…negocio infame montado sobre la credulidad de las gentes sencillas por una cuadrilla de mercaderes»…
Ciertamente en esta era de la información -lo del conocimiento es cuestión muy distinta- difícil resulta ocultar estas pifias solemnes que ponen a los pies de los caballos a tantos clérigos y seglares que comulgan con principios mucho más dignos.
Desde el precio de los zapatos del Papa al monto de las velas que se queman en El Rocío, quienes aún crean en un Jesús que volcó las mesas de los cambistas y abrió las jaulas de las palomas, puede que al conocer estos dislates, escupan asqueados a esa tonsura mezquina. Y quizás les asista la razón.
Qué vao a decir yo, volteriano irredento, ante uz zapatazo como el de hoy. ¿Están locos, los ciega la avaricia, son una cuadrilla de especuladores? ¿Y lo sabe el Papa o no lo sabe, qué opinan sus más directos empleados? Monseñor Lombardi parece ser que onoce y acepta la operaicón, ¿qué más necesitamos saber? Estas cosas me resultan incomprensibles y seguro que a los creyentes los escandalizará. Lamentable.
¿Yo yo, que voy a decir yo, pobre de mí? Nada más que lo que la conciencia (¡qué gran espíritu el de Newman!) me dicta, que es otorgar callando. Hay cosas q
…cosas que muchios de nosotros no entedemos pormás que lo procuramos, y es que carecen por completo de sentido. LLeva dinamita la vita de los viajes de Pablo, pero no hay que olvidar la repetida encomienda evangélica de viajar apostólicamente ligeros de equipaje. Todavía espero a que, yuabdo se conozcan los detalles, se pueda al menos entender algo. ¡Pero tengo tan poca esperanza en eso..!
Sería buena idea que los tiques llevaran impreso un vale con indulgencias acordes con su precio. Aleluya.
Parece que don Griyo ha olvidado ya las «bulas de cruzada» que compraban nuestros padres para eximirnos de la vigilia obligatori Pero quizá esto es diferente porque no se trata de la sacaliña de toda la tradición, sino del negocio moderno, de puro «merchandising» o como se diga esa cosa. ¿Para qué querrán tanto dinero, digo yo, si deben tener más que nadie ha tenido jamás?
No es el comercio lo peor, a mi modo de ver, sino la trivialización de la pastoral.
Un verdadero absurdo, algo que acabarán lamentado o como alguienm ha advertido ya, desmintiendo en falso. Lo curioso es que yo creía que jagm, era creyente…
¿Y quién le dice que no lo es, sr. Montaña? ¿Porque critique algo tan criticable lo juzga usted? Creo que hoy es uno de esos días en que ni los más cerrados podrían disentir del buen sentido de esta crítica (como ayer). Lo que sí es verdad es que como tanto se repite aquí gm no se casa con nadie.
Tremendo. Raro que no haya sido explotado por la prensa anti aquí en España, o al menos no lo he visto yo. Ya lo harán, y esta vez no va a haber modo de discutirles la razón.
No lo he olvidado, don Nemo. Mi padre pagaba cuatro pesetas por la bula de toda la familia, pero en aquel tiempo lo importante no era poder comer carne sino poderla comprar.
Tampoco he olvidado que algunos de nuestros misioneros pagaban jornales a los indígenas con indulgencias.
Pero ¿están locos, o qué! ¡Qué cosa más triste! ¡qué chocante! ¡qué escandaloso! Y soy católica apostólica y romana! Y por aquí lo sigo diciendo con orgullo, pero hay días en que es que da pena.
Un beso a todos.