En una misma jornada dos miembros del Gobierno han anunciado medidas de “discreción” como parte de su estrategia. Por un lado, la señora vicepresidenta eludió explicar qué había de cierto en la gravísima acusación del periódico ‘Gara’, es decir, de ETA, sobre el entendimiento entre Gobierno y banda, con el simple argumento de que el ejecutivo no está dispuesto a entrar al trapo que le muestran los terroristas. Por otro, el ministro Caldera, notable fracasado en la política migratoria tanto como en la protección de la mujer, anunció la tira de nuevas medidas para reforzar la lucha contra el macho loco entre las que se incluye una que habla por sí sola: la de controlar la información, no amordazando a los ‘medios’ con censuras, qué va, pero sí facilitándoles un “protocolo” sobre cómo ejercer la libertad de prensa cuando se trate de informar al común de los mortales sobre asuntos relacionados con la “violencia de género”. Chitón, pues. A cualquiera se le ocurre que la política de protección tan insistentemente anunciada y publicitada por el Gobierno ha constituido un rotundo fracaso hasta ahora, con el agravante de que ya no queda el recurso de responsabilizar al rival como se hizo con irresponsable ferocidad mientras duró la oposición. Hay tantas o más mujeres (más) que había en tiempos pasados, pero ese dato adquiere su verdadera dimensión cuando se considera que esa catástrofe se produce ahora no por ausencia de instrumentos legales, como entonces, sino a pesar de ellos. Ya me dirán qué sentido puede tener recortar la expresión informativa cuando la opinión pública casi ha llegado a insensibilizarse ante una tragedia tan habitual que parece página obligada del telediario, pero hay que comprender que algo tenía que hacer el Gobierno ante el fracaso absoluto de la protección intentada hasta ahora. ¿Puede alguien tomar en serio la idea de que los asesinos de mujeres actúan motivados por la imagen especular? No parece probable pero se comprende que quien tiene la responsabilidad última se agarre a ese clavo ardiente.
xxxxx
Quizá lo peor de ese expediente sea todos tenemos demasiadas noticias de crímenes de esa naturaleza que no se han evitado por fallos en la previsión o por inexplicables lenidades ante la amenaza. ¿Qué culpa tiene la prensa de que demasiadas mujeres hayan sido liquidadas a pesar de sus denuncias previas, de que la autoridad carezca de medios adecuados a tan espantosa boga, que haya juzgados incomprensiblemente tolerantes con los agresores o que no exista manera alguna, al parecer, de controlar policialmente el alejamiento de los bárbaros de sus víctimas ni siquiera en casos clamorosos? Ninguna, por supuesto, y nada permite suponer que el hecho de que los medios cribaran sus informaciones sobre la barbarie contribuiría a desanimar a unos delincuentes animados por la expectativa de unas penas de cárcel que, en la práctica, de sobra saben ellos que habrían de ser breves. No es preciso descartar cierto efecto mimético en las conductas para entender que esos salvajes no matan a las mujeres porque vean a otros matar sino porque están convencidos de que el castigo que les espera, en el peor de los casos, bien merece la pena de ser soportado a cambio de su hazaña. Poco se puede hacer a corto plazo sobre las causas profundas de semejante sangría –el cambio de estatus de la mujer, su libertad respecto al varón– pero no es dudoso que la conciencia cierta de una sanción realmente disuasoria detendría en el aire la mano de muchos agresores y, por supuesto, que un control severo de los sospechosos evitaría infinidad de atentados. A la prensa le pueden poner bozal o marcarle en rojo los límites de su libertad informativa, pero eso no disuadirá a unos criminales que conocen el módico precio de su delito. A lo mejor iba mejor al caso disponer el cumplimento íntegro de unas penas graves que este nuevo intento de difuminar el aguafuerte de nuestra peor tragedia.
«…eso no disuadirá a unos criminales que conocen el módico precio de su delito…» Bronce sobre mármol, por fa, para esta frase que suscribiríamos millones de ciudadanos.
Ocurre no sólo en los casos que el Maestro cita, aludiendo más a los tapabocas -¿proponen de nuevo una autocensura como en épocas periclitadas?- de la prensa, pero los que no pertenecemos al gremio, sentimos que aquí en esta Expaña gañán y criminosa, todo lo que pasa por los cucarachas, al menos muchos de ellos, sale muy barato. Siempre les queda el recurso de decir que la ley es así de manga ancha. Reinsertar y toda esa farfolla. Mirusté: primero, pague. Y cuando estemos en paz, intentaremos que se reinserte.
Ejemplos a manojitos. ¿Y qué pasó cuando el pepé, que ahora se queja de tantas cosas, tuvo ocho años, ocho, para cambiar muchas cosas, pero comenzó por la cosa de privatizar villalongueando y luego se fue durmiendo en demasiados laureles? Daba por descontados otros cuatro años para rematar la faena, pero el toro se le fue vivo al corral. Cosas de moritos, como el Arny mismo, ¿recuerdan?
¿Qué pasa? ¿Que toditos los españolitos están ya en la playa?
Menos mal que aquí doña Epi, sigue en el tajo, que sino don Josean se queda solito!
No sé lo que tienen los hombres contra las mujeres. En Francia una mujer muere cada tres días de mano de su pareja. Es la primera causa de mortandad entre las 20 y 50 años, según creo recordar
Estar solita tiene ciertas ventajas.
Día en blanco. ¿Dónde mi don Griyo, mi don Cura, mi guadianesca doña Ateli, mi don Prof, mi don Filósofo, mi Zumbi adorable, mi don Gramático -estoy por poner alguna falta gorda por ver si le pica- mi doña Clarines, mi don Arouet, mi don Ropón, mi don Beturia… tanta gente a la que uno echa en falta.
Ya sé que es tiempo de exámenes, pero hoy es que ha hecho rabona hasta mi don Anfi. Mañana será otro día. La paz sea con todos ustedes.
Mi amigo Jóse Antonio me dice que hoy no ha podido escribir su columna ni mañana tampoco lo hará por las molestias producidas por un chequeo clínico.
Me alegro que sólo sea eso. Por aquí también estamos de exámenes.
Espero que a don Jose Antonio el chequeo le dé el visto bueno!
Cariñosos aludos a todos.
Oiga, mi don Terrades, ¿qué clase de egoísmo es ese: ‘mi amigo José Antonio’? Seguro que ha querido escribir ‘nuestro amigo’. O tal vez sólo ha querido escribir ‘mi amigo’ y eso es todo. Es que yo soy de los que aún dicen aquello de que los amigos de mis amigos son mis amigos. (Antiguo este perogrullo…)
Salutem plurimam, Jefe, Maestro, Anfitrión ilustre, Amigo. Quién que no lo ve atorear cada día sabe que habrá embebido al morlaco ese, ‘Chequeo’ le puso el caporal, con temple sobre la mano izquierda -¿cual si no?-, luego le habrá hecho una faena redonda y seguro que se vuelve a este rincón amigable tras dar un par de vueltas a la clínica con las dos orejas en la mano. Si no anduviera uno tan fastidiado de la espina dorsal me ofrecía a ser su capitalista y llevarlo a hombros hasta la misma esquina de la calle Francos.
26/06/07 16:18
Me sumo a sus deseos tan simpaticamente expresados, don Grullo, aunque mi columna tampoco está para pasar por la puerta grande.
No sea quisqui con don Terrades, siempre tan parco como bienintencionado.
Yo, cuando digo mi pueblo no excluyo a mis paisanos, aunque sí a los que no lo son. Pues la misma intención atribuyo a don Terrades cuando habla de “su” amigo, y si no que venga don Gramático y nos lo aclare.
No es de extrañar que “esta gente” –me refiero a los asesinos y maltratadotes de mujeres- no les importe ni la prensa ni la cárcel, estoy convencida que son “enfermos incurables”, totalmente sentenciados y sin remedio. No podrían salir de ella o de cualquier internado psiquiátrico nunca.
ESA SERÍA LA ÚNICA MEDICINA POSIBLE en una sociedad cada vez más violenta en todos los sentidos.
Lo malo es cómo llegar a ellas, cómo concienciar a esas mujeres que están “ENGAÑADAS Y MAL, MUY MAL AL LADO DE TALES ELEMENTOS”.
Espero que todo haya ido bien. Mis mas respetuosos saludos a don Jose Antonio.