Estoy al día de las aventuras de Bob Esponja por influencia, mejor por imperativo, de mi nieto. Le tengo simpatía al personaje, tanto como a su jefe Don Cangrejo, a la estrella de mar Patrick, al cascarrabias Calomardo, al desdichado Patricio o a la ardilla anfibia Arenita. La saga de los intentos de robo de la fórmula de ‘Cangreburgers’ por parte de Plancton viene a ser como un ingenuo Simenón infantil, así como la aventura de la ballena-top Perlita sugiere actitudes juveniles bien reconocibles. Contra la serie y su personaje, los borricos del Tea Party traen desde hace años una perra tremenda porque ven en ellos un instrumento subliminal del ecologismo y de esa progresía que teme y denuncia sin tregua el cambio climático. Pero ahora, con motivo de un episodio en el que el jefe despide a Bob para ahorrase unas perrillas, los borricos han girado en redondo hasta reconvertir sus críticas y denuestos en alabanzas al supuesto giro que permite ver en Bob, como consecuencia de su despido y de su rechazo del seguro de paro, nada menos que toda una crítica al “Estado-Providencia”, justo cuando en los EEUU se ha reducido drásticamente el programa de ayuda alimentaria que afectaba a casi cuatro millones de ciudadanos sin recursos. “Bob critica ese modelo estatal y defiende la autosuficiencia”, argumentan sin mucha convicción contra el asistencialismo. Yo no entiendo casi nada, lo confieso, pero tengo para mí que mi nieto y sus amiguetes no deben de haber olido estas morcillas políticas porque me consta que siguen atentos a la pantalla.
Hilan delgado los simbólogos de los partidos cuando revuelven hasta los seriales infantiles en busca de apoyos subliminales contra sus respectivos credos. Y ven mal, por ejemplo, que una serie se oponga a la destrucción de la atmósfera mientras celebran que un pringadillo indefenso como Bob proclame que el tiempo libre y la sopa boba no lo atraen tanto como el honrado trabajo. ¡Eduquemos a la gente nueva en el credo neoliberal para segarle hierba bajo los pies a la utopía redentorista, nunca se debe subestimar la trilita revolucionaria que encierra un dibujo animado! Bob Esponja es hoy para mi nieto lo que para nosotros, en los años de plomo, fueron Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno o el Guerrero del Antifaz. Pero Franco, al menos, cerraba los ojos ante la galipa de Carpanta en tiempos del racionamiento. El Tea Party debe de ser la rehos cuando un reaccionario Bob Esponja se convierte en su ideal.
Aparte de constatar que este hombre anda chocho y en plena abuelez, reconozcamos que la susceptibilidad de la extrema derecha americana es para nota. Esa serie que hemos visto todos los padres (y abuelos) del planeta es de lo más infantil e ingenua. Ver bajo ese material conspiraciones ideológicas es de tontos de remate.
Bendita chochez la de este abuelo que rebosa feliz baba con el nieto esponjero. Pero sí es más que cierto que muchos de los ingenuos cartoons llevan veneno en cápsulas.
Los chiquillos rebosan jocundia con los alardes del monopatín de Bart Simpson, pero el mensaje es puro triquitraque.
Quiero una opinión, además de la mía, al pensar que Roberto Alcázar, incluso el Guerrero, eran sosias del Ausente. (¿Me estaré volviendo chocho yo también a pesar de no haber sido padre ni abuelo?)
Para mí que sí, D. Epi.
Estoy más cerca de la intención de la columna que del comentario de don Epi, siempre tan explosivo y divertido, aunque reconozca en «Roberto» la contrafigura del Ausente. ¿SE da cuenta don Epi de que nuestros posibles lectores jóvenes, por ejemplo doña Susana Díaz o doña Valenciano, no deben de tener ni idea de Quien estamos hablando?
Dichosa ingenuidad la suya, mi don Pangloss, al pensar que SDíaz o la chica Valenciano van a meterle el diente a una columna con frases de más de 140 caracteres. Me las veo enredadas en las subordinadas perdiendo de vista cuál fuera el sujeto o cuál el condicionante.
Decía un Fulanito, compañero alguna vez de la hija del Dr. Valenciano, que se la veía por la Facul paseando apuntes o haciendo corrillos, pero que jamás se la vio entrar a un examen. (Claro que los exámenes son fascistas. ¿O no?)
Por cierto, mi d/dª Akela, yo estoy también de acuerdo con vd: ando algo chocho. Ji, ji, ji.
Ahora en serio: algunos escritos del Ausente, que leo de cuando en vez, gozan de una lozanía apabullante.