Las mujeres libanesas, en especial las jóvenes, tratan desesperadamente de conciliar su tradición indumentaria –obligatoria en buena medida—con el atractivo con que las tienta la moda. Hay datos sobrados para demostrar que el comercio libanés, en especial el de Beirut y las zonas más turísticas, ha evolucionado durante los últimos años de manera que los establecimientos especializados en ropa femenina convencional se vieron forzados a ir introduciendo una creciente oferta en ropa tradicional musulmana, más o menos fantasiosa, dada la demanda del velo que se vive en la zona. Ahora bien, ¿de qué velos hablamos? Encuentro entrevistas de comerciantes locales que aseguran haberse vistos sorprendidos por esa crecida de la demanda, de la que da buena cuenta los numerosos establecimientos especializados que han abierto sus puertas a las mujeres observantes de su ley tradicional, pero también de otros que juran que sus beneficios han caído en picado al reducirse en picado los viajes a La Meca –dificultados tanto por la situación en Siria como por el aumento de los precios del viaje—o por la exigencia de una demanda que cada día apunta más a modelos sofisticados como los que ofrece una pujante industria turca o inspira la emulación respecto a las turistas del Golfo, cuya influencia sobre la estimativa local parece ser decisiva. La mujer libanesa se siente cómoda bajo el velo, en suma, pero procura que ese velo no sea el estricto que prescriben los ritos más severos, sino otros más tolerantes. Velos en seda de Siria confeccionados en Italia resultan caros pero parece ser que las devotas se los quitan de las manos a los marchantes, aunque todo ese inquieto mundo ande alerta ante la inevitable invasión china que se prepara. El “eterno femenino” pervive incluso bajo la túnica fervorosa como un desafío mayúsculo al simplismo fundamentalista.
Ustedes son muy libres de pensar con Goethe que ese “eterno femenino” es una suerte de propulsor del espíritu que, en definitiva, nos eleva y acaba salvando, o con Nietzsche que es un peso muerto con el que ha de habérselas la especie. Ahí les dejo el caso libanés como muestra de lo potente que puede ser el deseo y de cómo el afán de satisfacerlo puede llegar a la proeza a través de la obsesión. Disimule usted el cuerpo femenino bajo un sayal, que ya la mujer se encargará de buscarle atractivo al disfraz obligatorio, en un movimiento imparable que no hay sociedad capaz de detener. Sabemos que en Afganistán han sobrevivido las tenidas de mujeres rebeldes bajo el régimen feroz impuesto por el integrismo. Y que en la intimidad vestían como europeas. No me dirán que el hecho no es sugerente.
Hay que entender vque hoy la gente habla de lo de ayer, don ja, En toda la prensa que he miraod etsa mañana no he encontrado a uno solo de sus compañeros de cierta entidad que, como usted, hablara de la mar y de los peces. Mantella y no enmendalla, sí señor.
El eterno femenino, ahí es nada, mi querido amigo. Una mujer tenderá siempre a la seducción. ¿Y quién dijo que un hombre no?
Esas mujeres secretas eclipsan a muchas otras que parecen libres. No hay que ir a Oriente para encontrar esclavas o semiesclavas, ni para descubrir que ellas mismas padecen ese mal que es la obsesión de ser deseadas. Así es la Humanidad. Así será probablemente mientras no la aniquile cualquier error propio.
Que venga Goethe y lo vea, querido ja. El tema es interesante, aunque el día no permita mucha conversa en el Casino, y ya veo que despierta en algunas féminas un interés «de género» que resulta bien interesante.