Si hace unos días pudo sorprender a algunos la disposición del papa Ratzinger a restaurar el uso de latín en la misa, dos noticias han venido luego, y en un mismo día, a poner de relieve la profundidad de la crisis que, por debajo de las apariencias y hasta de los síntomas, atraviesa el montaje religioso. La primera es la decisión del presidente del Cabildo catedralicio de Córdoba de apear el crucifijo de la pared de una capilla en la había de celebrarse un acto cívico o, por mejor decir, político sin más, como es una entrega de condecoraciones concedidas por la Administración. El segundo es el comunicado de un grupo de 38 especialistas coránicos, que incluía varios grandes muftis, en el que se dirige al pontífice felizmente reinante un severo varapalo, se le especifica una larga lista de errores cometidos en la famosa homilía de Ratisbona, y se le tiende una mano teológica con la posibilidad de un entendimiento que evite futuros conflictos. Se trata, como puede verse, de dos hechos nada insignificantes, el primero porque versa sobre una reivindicación secularizadora típica –la neutralización del símbolo de la cruz—y el segundo porque roza siquiera tangencialmente ese carisma mayúsculo que es –al menos desde hace siglo y pico pero, en realidad, desde hace muchos más– la pretensión de infalibilidad del papa. Es verdad que el canónigo cordobés coincide con los guardias civiles jiennenses y algunas asociaciones de padre en el deseo común de extender la laicidad a todos los ámbitos de la vida pública y que, en lo que se refiere al segundo asunto, el carisma mentado se refiere al gobierno doctrinal del rebaño propio y no del ajeno, pero aún así, juntos ambos acontecimientos, apuntan con gesto inconfundible en la dirección que la sociología del conocimiento viene señalándole hace la tira, tras las huellas de Max Weber, a una religión que tiende fatalmente a secularizarse en un mundo que se desacraliza a calzón quitado. Para entender este proceso no hace falta, a estas alturas, echar mano de los fenomenólogos. Un dúo entre un canónigo y un muftí resultará siempre más convincente que la romanza de un papa solista al que no acompañan ya ni sus alféreces.
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Sería curioso comprobar qué clase de respuesta obtendría un colectivo de clérigos cristianos si reclamase a imanes y ayatollás un acuerdo previo a sus dogmas y el visto bueno para sus fatwas. Pero sin la menor posibilidad de asistir a ese cónclave imposible –ni de que, ni por asomo, el muftí aceptase jamás que una mano ‘infiel’ anotara el margen de la Sunna o el Hadit– admitamos que estas llamativas defecciones, además de estar dejando al Paráclito a la altura del zapato, no dejan de constituir un exponente irrebatible de la debilidad ante la presión del tsunami islamista que está arrasando ideológicamente al mundo occidental. Uno comprende con facilidad la crisis anunciada por aquellos sociólogos con sólo fijarse en cómo ese cabildo confunde sus perfiles con los de una caja de ahorros, y más todavía si se detiene ante la inconcebible imagen de un papa rígido cuando no implacable dentro de casa pero flexible hasta la jindama a la hora de enfrentarse a la intemperie. En el mundo islámico, así en general, sucede, en cambio, lo contrario, a saber, que la sacralidad del universo se afirma y el espacio libre a la acción laica se reduce paralelamente hasta casi desparecer, lo que confirma doblemente el acierto de los teóricos de la secularización que, en fin de cuentas, venían a decir que la religión es planta que crece vigorosa en el suelo del subdesarrollo pero que se viene abajo a medida que la sociedad se moderniza y aleja del modelo arcaico. Quién sabe si los tiros de la animosa restauración de los latines litúrgicos apadrinada por Ratzinger irán por ese lado. Yo lo que sé es que, de momento al menos, el imán de Fuengirola habla por sí y ante sí mientras al papa de Roma le leen la cartilla, como a un seminarista, los sabios del Islam.
Fíjense en el artista de la cuerda floja, señoras y señores. El funambulista para que no se le note el rictus del miedo se ha maquillado exageradamente aunque un leve tic, totalmente indisimulable, le descomponga la figura y recurre repetidamente a un trotecillo de alivio hacia delante o hacia atrás para ocultar su inseguridad en el equilibrio.
Efectivamente, servidora coincide hoy de lleno con el Anfitrión. El mundo islámico saca pecho, como el hombre columna del anuncio, mientras el orbe católico, ja (seco), se encoge temeroso en el antiguamente sosegado y firme silencio (y soledad) de los templos.
Una ya no recuerda a quien se lo ha leído, pero hay en marcha sin duda un choque de civilizaciones -nada de diálogo ni encuentro, como gusta decir nuestro cabeza de chorlito gobernante- equivalente a un potente, largo y avasallador tren de mercancía pesada con uno de esos vestigios -único vagón-máquina- de vía estrecha que a gasoil recorren la cornisa cantábrica expañola. En el primero, además de la enorme carga, viajan arracimados millones de exaltados viajeros, dispuestos a ir dejando tierra quemada a su paso. En el endeble vehículo de enfrente viajan unos pocos viajeros que rezan a un dios silencioso y ajeno al drama. Ya me dirán en qué puede quedar la cosa.
(Y sí, mi doña Marta. No puedo ocultar ese ramalazo de rebelión y de ira que supera mis deseos de concordia tras haber sido pisoteada no una ni dos veces sino muchas, por gentes a las que maldigo cada mañana).
13:18
Jooooderrrr…
Ciertamente hemos cambiado de religión dominante, y en vez de un dios cualitativo y trascendente seguimos a otro cuantitativo e inmanente: el dinero. Ambos, por muchas imágenes que tengan, no habitan nada más (y nada menos) que en nuestra mente. Porque no hay nada más poderoso que una creencia, producto nuestro que nos subyuga y que no podemos domeñar. Hasta hace poco menos de un siglo la lucha entre Dios y el Becerro de Oro era dudosa entre nosotros. Hoy el Becerro tiene un fuerte dogma del que antes carecía, y la lucha parace que hay que llevarla contra los que todavía se debaten en la antigua duda.
Fina columna, finos comentarios. Lástima que el desastrosos funcionamiento de esta máquina no haya permitido intervenir hasta muy tarde (y lo he intentado durante toda la mañana sin éxito). Razón plena en doña Epi y en la nota de Chic sobre el becerro mítico. Y es verdad lo que dice mi don ja: que hemos resuelto la injusticia de una preterición echando mano de unaparadoja: el papa asustado ante los muftíes. Por lo demás, uno sabe mucho (más por diablo que por viejo) de compromisos, pero no acanbo de entender al canónigo cordobés. Ni a los guardias civiles, ni a los padres. Ni a… Mucho habrá que enmendar –todos– para salir de la encurcijada en que nos estamos metiendo.
Querido ja, si esta es la «Tercera Modernización», a me dirás: he inetntado nueve veces contactar con el blog y no he podido. Ahora las clases no me dejan tiempo. Tu sabes que estamos de acuerdo, hace mucho, tambie´n en la materia de hoy.
A la mierda, inquisidores.
Un musulmán español.
21:27
Vaya su madre de usted, don Moro, que ya no me muerdo más el labio. Emtre usted y quien gestiona el blog me han quitado las ganas hoy, Lo siento jefe, usted no tiene culpa de nada.
¿por qué no se cambia de gestores, de servidor o de lo que sea? Así no podremos nunca hacer un buen blog.
El Cabildo de Córdoba, buen hombre, es una empresa mercantil muy poderosa pero con muchos compromisos. No lo olvide. La fuerza del imán está en la debilidad del papa. ¿Por qué no se mantendrá terne ante esta tropa en lugar de sacra pecho contra las hembras de la Iglesia? Responda quien pueda.
21:15 h.
Si una no ha evolucionado y es totalmente fundamentalista y fanática, la otra tiene unas Jerarquías espantosas, y unas corrientes también oscuras y reaccionarias.
No trago ninguna. Sólo las personas individuales y grupos –Cáritas por ejemplo, o la Iglesia en el Tercer Mundo- son los que para mí tienen todo el respeto, por luchar por algo que se llama JUSTICIA y combatir la POBREZA.
Por otro lado, respecto al choque de civilizaciones, siempre ha existido a través de la Historia. Lo que pasa es que en el siglo que nos encontramos y después de tanto andado nos parece mentira llegar a eso. Creo que el comentario de José Antonio hoy es un poco exagerado y catastrofista. Pero, no sé, ¡hay tanto miedo metido en el cuerpo por causa de esos radicales descerebrados!
Nuestra Cultura Occidental, proviene ciertamente del Cristianismo y el Humanismo y es tan distinta, que a veces no puedo ni comprender…