No dudo de que el congreso extraordinario del PSOE se cierre con una apoteosis. Griñán saldrá investido nuevo jefe de filas lo cual no supone, ni mucho menos, que de verdad lo sea. Pero el problema ya no es ése (que, desde luego, puede que lo sea para el PSOE). El problema es que una autonomía que ha soportado ya tres defenestraciones de Presidentes es un raro régimen que se niega a sí mismo porque depende, en
última instancia, de otros. El problema no es de Griñán sino de Andalucía. Un problema que explica, en buena medida, por qué estamos como estamos.