Las últimas noticias sobre el juicio que va a celebrarse en París contra el ex-presidente Chirac dan por seguro que el acusado no asistirá a las sesiones. Lejos de la culta Francia el espectáculo egipcio de la jaula procesal en que han encerrado a Mubarak durante el suyo, incluso la severidad, siquiera aparente, con que en Túnez tratan al depuesto Ben Alí. Juzgar a un prócer de Estado no debería ser ya cosa del otro mundo, habida cuenta de que hemos visto con anterioridad en el banquillo (o huidos de la Justicia) a más de uno, como en Italia, a Craxi, a Andreotti o a Berlusconi. En España ardió Troya porque el presidente Glz. compareciera como simple testigo a pesar de que el juez Garzón le había adjudicado la equis de su pirámide criminal, y hasta se persiguió al pobre fotógrafo que tomó a hurtadillas la famosa instantánea que publicó este periódico. Varios genocidas han pasado por la barra de La Haya, en un ejercicio de justicia tardía que pretende borrar los colores del rostro de este mundo civilizado. Durante el juicio a los “milicos” argentinos a más de uno se le escapó dirigirse a Videla y otros que tal aplicándoles el tratamiento debido –“mi General”—privilegio que no pudieron catar ni Sadan Husein ni Milosevic, sobre cuyas respectivas tumbas se renuevan a diario los ramos de flores. Como no van a catarlo Gadafi ni Asad, cuando los pillen, si es que los pillan y no los dejan escapar para simplificar las cosas. Es difícil sentar en el banquillo a quien ha dirigido un Estado. Chirac, desde luego, no lo hará sino lo imprescindible y parece que una mayoría de franceses ve bien esa providencia como ve bien la absolución de Strauss-Kahn. Fue horrible, desde luego, la secuencia del fusilamiento de Ceausescu y señora o la ejecución de Sadam, pero hay quien piensa que un juicio es como una ejecución a cámara lenta. Cuando se trata de un prócer, se entiende, faltaría más.
Claro que si hubiera que juzgar en España a los políticos por el mismo delito del que se acusa a Chirac –consentir la contratación ilegal de unos cuantos partidarios cuando era alcalde de París–, no quiero ni pensar la que se organizaría en ministerios, juntas, diputaciones, ayuntamientos, mancomunidades y demás abrevaderos de clientes. La democracia tiene estas contradicciones que traslucen su grandeza por el envés sus miserias. No olvidemos el rollo del “honor del César”, fundamento de la teoría de la estigmatización improvisada a favor de Glz. por Conde Pumpido para librarlo de aquella comparecencia. Nada nuevo, pues, en el caso Chirac. Después de todo, puestos a comprar presuntos delitos, es evidente que sus cargos no tienen color.
La Justicia apunta bajo, siempre fue de esa manera. ¿o es que pretendemos ahora que dispare hacia arriba? Hay casos, no digo que no, pero son raros. Mire hacia el TIP, recuerde Nürenberg, los GAL… Se dispara mejor hacia abajo.
Un momento clave es la gestión de la llamada «alarma social» por parte de los medios. Un arma poderosísima para determinar qué cosas caen en el olvido y qué cosas «promocionan» y se mantienen en el día a día de los grandes titulares.
Sdos cordiales.
A eos no los juzgan sus semejantes sino la Historia. Y no siempre. La Justicia no existe en puridad.
Nunca me fie de estos juicios que hacen los ganadores, pero la cosa es que de otro modo los tiranos y asesinos se irían de rositas. No es el caso de Chirac, que no ha hecho nada que no haya hecho cualquier pressidente de Diputación aquí en España, pero también él debe pechar con sus culpas. Se librará, pro supuesto,. pero no está de más guardar las formas.
Aquí salvo el juicio por el rapto, torturas y asesinato de Lasa y Zabala, nunca ha ocurrido nada del orto mundo, porque lo de Barrionuevo y Vera estaba cantado, aunque incluso en este caso se ewsfumaron algunos que la lógica dice que deberían haber quedado en la red, por eje. el delegado del Gobierno de entonces, al que los etarras le pusieron cal viva ante su escaño vasco. No es nada facil juzgar a los que tiene aldabas, por eso respeto tanto a algunos jueces como Liaño y desprecio tanto a otros.
Iban a faltar ropones…
No culpen a los ropones, culpen a los legisladores. Y ya puestos, no olviden la parte de culpa de toda una sociedad no poco transigente con la corrupción y otras in/amoralidades. Los jueces se limitan a aplicar las leyes. Son los Paralmentos los que las hacen y el Pueblo quien debe exigirlas justas.
¿Recuerdan a un tal Nixon? Todo es posible si se quiere y el Pueblo lo exige.
Mi impresión es que esta demanda de responsabilidad de los «administradores públicos» va creciendo en la opinión pública y eso puede que acabe forzando a los altos poderes a hacer por lo menos algún remedo de justicia, Lo que ahora ocurre es un escándalo excesivo, incluso para un pueblo en el que la golfería no es ninguna novedad porque es histórica.
A pesar del refrán, ¿quién ha visto alguna vez a un clavo sacar otro clavo?