El debate sobre el oleoducto no está abierto, está cerrado. Desde un principio el PSOE lo apadrina (ZP lo respalda en público) a pesar de la evidencia de esa amistad política entre empresa y partido que prefigura el trato nepótico. La última aportación magistral al tema ha sido la definición de la consejera Castillo para la cual un oleoducto no es más que una tubería que conecta una zona marítima de salida natural para el crudo con una refinería de interior, lo que reduce el papel de Huelva a “el tránsito” y, en consecuencia, criticar su proyecto resulta absurdo, tanto si se hace “en términos maliciosos o absurdos”. Habrá movilizaciones y lo que quieran, pero ese oleoducto, que atraviesa importantes parajes protegidos, cuenta con todas las bendiciones de Madrid y de Sevilla. Eso mes lo que hay y ya verán cómo no ha de haber más.