Las imágenes que llegan de Atenas son la cara tardía pero cierta de un conflicto inevitable pero puede que, a la luz de esas llamas, nos permita ver que la ruina definitiva de un país europeo supondrá fatalmente un serio golpe para los demás. Es verdad que la picaresca griega ha pasado todos los límites y que desde el poder no se ha hecho el menor esfuerzo por evitar el desmadre que supone un país sin catastro, en el que la Administración se ha inflado hasta lo imposible, el déficit casi supera el 9 por ciento del PIB, el fraude fiscal es un deporte nacional al que están especial y legalmente invitados los magnates más notorios, la economía sumergida es el mayor sector del país o la Iglesia está exenta de toda fiscalidad, pero no lo es menos que tanto los gobiernos socialistas como los conservadores han propiciado ese estado de cosas cerrando los ojos ante el dramático espectáculo. Este año no se han podido repartir los textos en los colegios, la crisis hospitalaria alcanza aspectos cubanos por la escasez de medicamentos básicos y el desempleo ha subido a tasas desconocidas, pero ante todo ello el poder, cuando al fin ha reaccionado teledirigido desde Bruselas, se ha limitado a abrumar a funcionarios y pensionistas para justificar la fortuna de una ayudas comunitarias concedidas a sabiendas de que la deuda jamás podrá ser pagada. Arde Atenas y no deja de tener su lógica porque la más elemental sociología sabe que más allá de un cierto nivel de malestar (un 30 por ciento de los griegos son hoy pobres en la estadística) el conflicto es inevitable. En Grecia se ha extremado el peor efecto de la crisis, que no es otro que el divorcio irreconciliable entre el pueblo y la política, o dicho en otros términos, en la percepción de que la economía es un enemigo de la sociedad.
¿Cabía esperar que se encajara en paz una bajada del 22 por ciento del salario mínimo y el despido masivo de empleados públicos? A Grecia la acecha una oferta política extremada que probablemente adoptará formas anarquistas o populistas, ya que tanto el PASOC como sus adversarios conservadores y hasta los dos partidos comunistas del país, no cesan de perder fuerza electoral. La pregunta es si a Grecia solamente, o las llamas de ese incendio se propagarán a otras naciones ante la amenaza de tercermundización que implica una estrategia cifrada de manera exclusiva en la austeridad. Pero cuando el viejo país implosione habría que preguntarle a Bruselas cómo no reaccionó antes ante ese secreto a voces. La crisis va a evidenciar que tan necesario es reformar los países incumplidores como la misma UE.
Cuando las barbas del vecino veas quemar…
Hay que insistir en que España no es Grecia, o por lo menos parece que ha entrado por otro camino. Que tendrá sus dificultades, será doloroso, esto es seguro, pero razonable y con resultados antes o después. Lo que no tiene perdón es que hayamos perdido cuatro años como hemos perdido.
No se puede jugar con un país como han hecho los políticos griegos de ambos bandos. Con precedentes como el de un Papandreu padre que ya fue a la cárcel por corrupto y volvió a ser reelegido a su salida. Mi temor es que la falsificación de las cuentas no sea solo una aventura griega.