Me entero por Antonio Burgos de la muerte de Antonio Ramos Espejo, el granadino culto y valeroso que, en los años 60 y 70, “militó” con nosotros en la revista “Triunfo”. “Triunfo” funcionó en aquella España de los amenes franquistas y luego en los años de la Transición, como un auténtico “catecismo” que la progresía española paseaba ostensiblemente como una seña de identidad. Ibas por el pasillo de la Facultad que fuera o paseabas ocioso una mañana de domingo y te cruzabas sin remedio, intercambiando acaso una evasiva mirada cómplice, con el conmilitón que remolcaba la revista como un significante incuestionable. Si se leía o no se leía tanto como se paseaba es algo que hemos discutido mucho los que la escribíamos, pero eso era lo de menos habida cuenta de su carga simbólica. No había más que reparar en la obsesión del Gobierno con aquel papel que fue quizá el más sancionado de la represión.
En “Triunfo” echamos nuestro cuarto a espada muchos andaluces, algunos insignes y otros, los más, consagrados novatos: cordobeses como Castilla del Pino o Pepe Aumente; sevillanos como Antonio Burgos, Moreno Galván (José María), Pepe Aguilar, Curri Roldán (adoptivo) o Francisco Álvarez Palacios; granadinos como López Barrios o Ramos Espejo; y el “Bloomsbury onubense” de Vázquez Montalbán, en el que coincidimos, a la sombra de Víctor Márquez Reviriego, Tomás García “Saltés”, Vaz de Soto, Manolo Pizán (que exhibía con temeridad su condición de corresponsal de “Radio España Independiente”) y yo mismo.
Las memorias en que se halla enfrascado Víctor serán, sin duda, un documento imprescindible para justipreciar el alcance influenciador de la revista en varias cohortes juveniles que comulgaban a ojos cerrados con el complejo ideológico lanzado, entre otros, por mentalidades tan diferentes como las de Haro Tecglen, Vázquez Montalbán, César Alonso de los Ríos, José Luis García Delgado, Miret Magdalena, Javier Pradera, André Gorz o Michel Bosquet (seudónimos ambos del pensador francés nacido en Austria Gerhart Hirsch) o el columnista yanqui Art Buchwald.
La colaboración de Ramos Espejo aportó a nuestras páginas un riguroso contenido cultural que, en su prosa fácil concitaba una amplia adhesión y en no pocas ocasiones fuertes dosis de exigencia moral y política sobre la realidad andaluza que él bien conocía. Cuando la Junta de Andalucía le concedió una de sus innumerables medallas no hizo más que honrar a quien la región y sus lectores le debían mucho más.