Se planta Vox en medio del nuevo paisaje y exige respeto y buen trato, al menos por parte de quienes esperan –forzosamente— su imprescindible apoyo parlamentario. A Vox resulta obligado sugerirle lo urgente que es su redefinición –renunciar a la eurofobia o embridar su gesto frente a la inmigración, por ejemplo— si no quiere ser mal considerada por el sentido común. Pero al PP y a Ciudadanos hay que recordarles lo impropio que sería despreciar a quien se pretende como socio. Hay tiempo de precisar, por supuesto, por ambas partes. De otro modo, mal iba a funcionar una eventual legislatura basada en la contradicción.