Parece que las lágrimas de Hillary Clinton, la derrotada de Iowa, han conseguido ablandar en New Hampshire, el voto renuente. Una leyenda dice que en USA no cuela eso de las lágrimas del candidato y que cada vez que uno de ellos se ha mostrado llorón ha acabado por perder el favor de un electorado que detestaría al dirigente emotivo. No lo sé, no hagan mucho caso de esas cábalas y menos de las leyendas que pretenden una improbable singularidad emocional para la sociedad americana, porque la crónica electoral yanqui –un país donde, como es sabido, no es preciso obtener más votos que el rival para llevarse el gato al agua– hay imágenes tan estupendas como la famosa foto de Truman (1948) mostrando en la portada de un gran periódico, el día de la victoria, la foto del vencido. En pocos lugares adquiere la política la dimensión dramática, quiero decir teatral, que caracteriza a la americana, y es obvio que el llanto, auténtico o fingido, tanto da, es un elemento indiscutido en el repertorio actoral por más que sobre el tema de la lágrima se haya acumulado tanta literatura fácil. Ningún recurso más eficaz que la lágrima del “duro”, por ejemplo, aunque se trate de lágrima apenas insinuada, y desde luego, no hay por qué suponer que esa eficacia no afecte a la derramada por el candidato sensible que deja entrever su emoción desbordada. Tampoco deben llorar los reyes, según dicen y, sin embargo, bien sabemos los españoles de esta generación que pocas imágenes del actual monarca le habrán resultado más rentables que las derramadas en el sepelio escurialense de su padre, las insinuadas en las bodas de las infantas o las lágrimas negras del funeral de Atocha. La gente es igual de novelera en todas partes y una lágrima a tiempo es una victoria, en particular cuando ya se le ve el rabo a la derrota. Nunca sabremos si las lagrimillas de Hillary fueron espontáneas o formaban parte de una estudiada cosmética electoralista. Lo único que está claro es que los tópicos valen bien poco en sociología del voto.
xxxxx
El debate sobre estas oportunas lágrimas se ha montado, como era previsible, sobre tópicos como el que adjudica a la seriedad –ese escudo de los necios, de que hablaba Montesquieu– mayor capacidad de infundir confianza sobre todo en los espíritus débiles. Se ha especulado, por supuesto, sobre el peso decisivo del voto femenino, al parecer convertido en masa a la causa clintoniana nada más atisbar esa indicio de humanidad en los ojos de esa candidata, probablemente no menos férrea que cualquier competidor, que vendría al pelo para validar la conclusión de Blanchot de que la seriedad no falta nunca tras la ligereza aunque quizá no pueda decirse lo contrario, como bien sabemos nosotros. Más lógico me parece pensar que la lágrima gozó siempre de una vigorosa capacidad conmovedora en ese sistema de apelación eminentemente primario que es una elección y es, por tanto, más que probable que formara parte del repertorio dispuesto para la candidata por los gurús de su equipo. No tendría sentido que ese elemento básico en la “industria de la emoción” fuera a jugar en un “caucus” un efecto diferente al que provoca en la telenovela o en el “reality show”, razón por la cual quizá debió apostarse discretamente por Hillary, a pesar de los censores, en cuanto la humedad asomó entre sus pestañas desafiando las severas convenciones estéticas. Circula por ahí un poema de Víctor Hugo en el que incluye la afirmación famosa de que si la razón convence, las lágrimas conmueven, un poema machista, como es natural, en el que destaca ya el clásico argumento de que el llanto es el arma que convierte en invencible a la mujer, aunque uno ha conocido en esta vida a mucho macho que ha sabido apropiarse de esa arma infalible. Quizá sea mejor, en definitiva, no abizcocharse por un par de lágrimas. “In pianto o in riso/ è menzognero”: Verdi, que era tan misógino, hubiera votado por Obama.
Y no glosa el insigne jagm la naturaleza de estas lagrimitas?? Serían de pena
al verse derrotada o una expresión más de eso que los alemanes llaman ‘die Wut
der Weibe». La rabia de la costilla que mide la
profundidad de la trampa encerrada en la coletilla (que se dirige siempre a
esas fénimas y no siempre a sus compañeros, los padres de familia) :’ Tu
demuestra, demuestra que si vales, llegarás’. Y luego, claro, con tanto
demostrar y demostrar, se te ha pasado el arroz (se te ha quemado la
imagen como en el caso de la Hillary). ¿Habrán visto algunas de las votantes
en esas lágrimas la imagen de su propia frustración? ¿Les habrá movido eso
a salir de casa?
Se pasade sarcástiga sin necesidad, la serñora que me antecede, aparte de q
Se pasade sarcástiga sin necesidad, la serñora que me antecede, aparte de que parece haber leído otra columna, diferente a la que leí yo. Sobran «protas», quizás, don Plaza Monjitas, más que lo que ustde suele echar de menos, sin contribuir en nada.
Machista. Sólo se me ocurre eso.
Ya ve, jefe, que la «inmensa mayoría» por la que siempre suspiró no le entiende. Y mira que está claro lo que dice en lo escrito. Haga cuenta o no lea el blog.
Pocas cosas tanlesivas para nosotras como el feminismo mañ entendido o entendido por las bravas. El comentario de Isleñita, desconcertante, pero ahñi ha quedado, posiblemente condicionando el debatito del día. Pues nada, muy agradacidas, sra/srta.
Me temo que estoy muy por debajo de la media en un hipotético informe PISA que me aplicaran. Al menos en comprensión lectora.
«La mujer es volátil como pluma al viento, cambia de humor y de pensamiento…Su risa y su llanto son mentirosos.» ¿Misógino, Verdi? Ca, mi don Anfi. En su época, lo raro era pensar otra cosa. Aquí nella Spagna, hasta antier. En noviembre, 1977, S. M. se apresuró a nombrar PAsturias al machote, no se le fuera a ocurrírsele a alguien pensar en mi doña Elena como tal. Luego los padres (¿putativos o putañeros? de la Consti lo rearfimaron: Palabra de …?. Te alabamos, Señor.
(Y sí, mi don Rogelio. Servidora tiene afán de protagonismo. Es más soy pretenciosa, presuntuosa, pedante, exhibicionista, falsamente culta, egoísta, ombliguera y hasta un poquito lesbi. Soy una chuparruedas del Jefe, pues si no, quién iba a leer mis cagaditas. Es lo que tiene internet, que me ahorra un puñado de euros al mes. Antes iba cada semana al diván y me costaba un ojo de la cara y la yema del otro ovario. )
Me encanta cuando se pone usted brava, doña Icaria.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Pues no sé, a mí la gente me cae simpática o no, y si me cae bien, sus lágrimas pués también. Si me caen mal, sus lágrimas tampoco, enfín ya entienden ustedes. Y quizas a mucha gente le pasa lo mismo.
Por ejemplo don José Antonio me cae bien, y a todo lo que dice, aunque no esté de acuerdo, le encuentro algún interés. En cambio, hay gente que no la entiendo, y paso de lo que dice… Pero me doy cuenta de que soy muy injusta.
Me comentan unos familiares de USA, que allá están preocupados por la candidatura de Obama.
No es que teman que lo nominen en las primarias, si no que lo eliminen fisicamente antes del primer martes, depués del primer lunes del próximo Noviembre.
Los gringos son así….. señores míos.
No sé de dón de saca doñaIcaria esa arrewmetida contra mí. ¿Que le pude fazer yo en mi modestia? Por el Saint Grial le juro que no sé por dónde ni de dónde viene esa queja contra quien tanto la estima. En cuanto a lo que dice Marta y ha dicho ya otras veces, mi parecer es que, por encima de nuestra arbitrariedad («Me cae bien/mal y ya está…») está el sentido crítico que se nos presupone. Sobre las lágrimas en cuestión, de acuerdo con don gm.
A mí me ha parecdio interesante la cosa porque veo en la intención de ja una crñítica doble que, por un lado, iron¡za (¡y cuándo no!) sobre la señora Clinton y, por el otro, deja caer su pulla sobre el elector americano.
Este asunto de la Mujer y el Negro tiene mucho calado y merece la atención que anuncia esta columna. Espero más adelante otras complementarias.
Ya saben lo que ha preguntado alguien ligado a la Dama Blanca: ¿Pero qué va a hacer un negro en la casa blanca? Queda mucha trela que cortar de aquí a que esa posibilidad, la del Negro, se consolide lo suficiente. Lo que ha pasado hasta ahora nunca debió ilusionar a los ingenuos ni ser manejado por los oportunistas de la manera que lo han hecho.
Lean, lean la prensa americana, «la gran prensa» que dicen que pone y quita Presidentes. Viene hace tiempo y cada día más, no poco desconocida, pero yoe creo que lo que les ha ocurrido es que los propios «oportunistas» han acabado en desconcierto tras lo ocurrido en las dos ocasiones. No he leído a un solo gran comentarista que haya caído en el «alarmismo» de la prensa extrajera (vista desde aquí), salvo comentarios que va en la línea de la dificultad que Obama tendrá para superar el fondo «caucasiano» deesta sociedad curiosamente multiracial.
Me rindo a su observación sobre las reales lágrimas, a las que podía haber sumado la del resto de la Familia. En el resto de la argumentación,que hoy viene tan bien trabada, no puede estar más de acuerdo quien toda su voda profesional ha debido luchar por no dejarse impresionarmásdelo justo por el llanto.¡El gran Verdi esar un machista, porque lo que dice del llanto femenino podía aplicárselo al de los machos, como bien hace jagm en su alusión.
La seriedad es el escudo de los necios. Montesquieu. Sólo por esa sentencia merec la pena el columna. Me ocurre cada día cuando le leo con envidia y admiración a partes iguales. La cita es un arte pero un arte que si no proviene de la Cultura propia es puro truco. En su periódico mismo veo mucha cita copiada, qué quiere que le diga.
Nunca sé si gm va o viene, y eso que es todo lo contrario de un gallego de chiste. Hoy mismo no sé si está a gusto con Hillary o con Obama, si dice en serio lo de la ocasión histórica que representa esta farsa o no. En todo, habla sin tapujos de «teatro» en esa política, y hace poco reririéndose a toda política, suponmgo que habrá quien lo recuerde todavía.
¿De verdad, mi don Miller, que los ‘usanianos’ que votan -que esa es otra- están tan aupados sobre su caucasianismo? No hace tanto en un archivo médico, lógicamente traducido del yankee, me especificaban que una servidora era caucasiana. Si yo lo más cerca que he estado del Caúcaso ha sido en Benidorm… Si estuviéramos hblando entre los burros, tal vez, con sus antifaces nazarenos blancos y sus cruces en llamas, pero me temo que en el bando elefantiásico, el lobby negro tiene bastante peso.
Además alguien ha dicho que Obama en política es como Sidney Poitier en el cine, o sea un negro que es consciente de ser igual, igualito que un blanco. Me lo desmienta, si yerro.
(Copio y pego, mi don Rogelio de su post interruptus y luego consumado, de ayer: «…sería bueno comentar al aytor del artículo sin tanta obsesión de protagonismo». Me piqué, porque bien cierto es como ajos, y no pocos, cada día. Le pido disculpas por mencionarle, y no pongo en duda su bonhomía, pero mantengo mi sarta de calificaciones despectivas hacia mí misma. Masoca, pues, que me conozco.)
Anónimo anterior es una servidora.
Un beso, mi don Roge.