Nos ha pillado desprevenidos el diluvio y enseguida han surgido voces, estimo que justificadas, exigiendo la declaración de sus tierras como “zonas catastróficas”. Pero ¿en qué quedamos, vale para valgo esa declaración o, como los diputados del PSOE defendieron en el Congreso cuando el fuego arrasó las provincias de Huelva y Sevilla, ésa no era más que una figura en desuso? Estos tratamientos excepcionales, plenamente justificados ante la desgracia, deberían medirse por igual como una misma vara y no en función de los intereses electoralistas o coyunturales del partido en el poder.