Vuelve la polémica sobre el derecho a gobernar de la lista más votada y, frente a ella, el argumento de que la mayoría es la mayoría lo mismo en primera que en segunda instancia. Hay una destacada mayoría de andaluces (y seguro que de españoles también) que desearía ver alcalde al candidato más votado por encima de arreglos y cambalaches, tantas veces perfectamente contrarios al sentido genuino del voto. Pero se suelen olvidar dos cosas. Una, que para que eso ocurra habrá que reformar antes una ley electoral que nadie, ni la izquierda ni la derecha, han reformado cuando han podido; y otra, que esa reivindicación partió inicialmente de la izquierda frente a la intransigencia de una derecha que defendía entonces lo que la izquierda defiende hoy. Los que nunca han contado en esta democracia oligarquizada por los partidos, han sido los ciudadanos, monos postreros en ese circo cada día más desprestigiado.